Quien se asombra es que está atento
Señor Director:
El diario del pasado sábado hizo saber que pasó por Santa Rosa un hombre que postula el asombro como actitud necesaria para iniciarse en el respeto por la naturaleza y para disponerse a ser alguien que, además, puede y quiere ayudar a restablecerla en aquello en que ha sido dañada por los seres horros de asombro.
Supongo que al ponderar el asombro y destacarlo en su declaración, el profesor Aníbal Faccendini, de la universidad nacional de Rosario, buscó epatar a burgueses y pueblo llano de la ciudad y la provincia.
La voz epatar llegó a nosotros en una frase que habla de "epatar al burgués". Venía de Francia: "épater le bourgeois". Se atribuye al romanticismo como expresión de fastidio ante las personas enriquecidas que presumen entender el arte y buscan atesorarlo según la tendencia a la acumulación propia del capitalismo que estaba afianzándose en los siglos XVIII y XIX. Los románticos españoles la hicieron suya y desde ahí llegó a estas latitudes. Lo hicieron expresándola en francés o forzándola a ingresar a la lengua propia, y por ahí la voz epatar se quedó después del soplo romántico y terminó aceptada por la Academia: pretender asombrar o producir asombro o admiración.
El intento de epatar puede responder a esa intención de menosprecio o desagrado, pero también puede significar que quien lo promueve quiera llamar la atención y crear el estado de ánimo apropiado para vender bien a quien puede comprar. Pocos son los casos conocidos de artistas que se negaron a vender a un rico por considerarlo incapaz de apreciación cabal.
No es el caso, sin embargo, de preguntar qué nos ha querido vender Faccendini. Porque su objetivo no es el de asombrar o admirar para vender algo, sino porque entiende que quien se asombra, quien tiene la capacidad de asombrarse o admirarse, puede no quedarse en la reacción momentánea, sino notar que hay algo ahí, en la naturaleza y la relación que mantenemos con ella, que merece ser reconsiderado. Que eso que destelló y provocó el asombro puede estar advirtiendo que la naturaleza no es lo que hay que doblegar y subordinar a nuestra necesidad inmediata o nuestro interés, sino que es la relación lo que debe replantearse hasta provocar la decisión de un trato diferente y capaz de enriquecer el espíritu de quien comenzó por asombrarse. Y, a la vez, una relación que ubique al hombre con la naturaleza y no ante ni contra ella.
Una serie de fotografías acerca de rostros asombrados, muestra que se abre la boca y se abren los ojos cada vez que se nos aparece o vislumbramos algo desconocido e inesperado. Pero, lo que interesa es lo que se haga a partir de ese gesto. Si se encoge uno de hombros como después de un espectáculo de magia, que parece insinuar lo distinto, mas sólo es simulación, engaño y, tal vez, tentación pecaminosa, o se entiende que hay otro camino, otro trato y que tal vez no sea demasiado tarde para comenzar a andarlo.
En la introducción de su Metafísica, dice Aristóteles que la filosofía comienza por el asombro y que ello incita a buscar. Sócrates había dicho antes que no es corriente asombrarse, que sólo se asombra quien estaba atento y buscaba otros senderos para conocer y entender. Alguien descubrió los antibióticos mientras manipulaba en el laboratorio con otro propósito, pero estaba atento a la novedad y por eso se detuvo a considerar lo novedoso que aparecía ante él. Puede suponerse que lo que vio Copérnico fue visto por muchos hombres antes, incluso astrónomos, pero solamente él, que estaba atento y, además, insatisfecho con el saber heredado, se puso a explorar el nuevo camino.
Muchos abren la boca ante las bellezas naturales y últimamente también son muchos los que saben que todo ese verdor y color perecerán, pero pocos sacan en conclusión que ellos mismos deben modificar su relación con la naturaleza y reconocerla, por lo menos, como coprotagonista del drama del mundo en que vivimos.
Atentamente:
JOTAVE
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