Viernes 27 de junio 2025

La buena fe mentada no siempre es fe guardada

Redacción 08/07/2012 - 07.30.hs

Sorprende mucho, al tomar conocimiento de las noticias de la jornada precedente, la frecuencia con que se hace mención de la buena fe con que se realizó alguna acción dudosa o de efectos negativos para el que dice haberse confiado en su prójimo.
Es cierto que muchos de los casos que llegan al conocimiento público son los que han colocado a una persona en situación dudosa o que han sido objeto de denuncia ante la policía, ya para lavarse las manos, ya por si se puede recuperar algo de lo perdido o, por lo menos, lograr que el otro no se las lleve de arriba.
Puede suponerse que son muchos y tal vez más, los que prefieren "tragarse el sapo" antes que darle "pasto a las fieras" (las fieras del caso son los otros, los que piensan o, peor, dicen: "pedazo de tonto").
Se habrá advertido por lo que voy escribiendo y por las frases hechas insertadas en el párrafo anterior, que cuando entramos a considerar este tipo de sucesos el ánimo se nos pone juguetón.
Debe haber algún refrán que haga referencia a este efecto. Si no lo hay, propongo: "Al mal ajeno muchos lo hallan bueno". Si bien ignoro si este "muchos" debe entenderse como "una mayoría" o si, aun siendo más de uno los que se divierten con la desventura ajena, no llegan a ser la mitad más uno, lo que tengo aprendido es que estas noticias son leídas y comentadas. Si buscamos una explicación, ésta podría consistir en suponer que este interés se debe a que todos nos sabemos vulnerables, bien porque somos permisivos, bien porque sabemos que el engañador ejercita un arte de larga elaboración y que pertenece al grueso capítulo de los medios y arbitrios desarrollados para sobrevivir en la eterna lucha por la vida.
Mi impresión es que todos nos sabemos vulnerables. Y que lo saben quienes han desarrollado la perspicacia que les permite saber quién es vulnerable o quién se halla en estado de vulnerabilidad. Diferencio estos dos estados (ser y estar) porque quien más quien menos, nos empeñamos por vivir de acuerdo con ciertos principios rectores, pero la vida no siempre acata nuestros ensayos de reglamentación. Esta realidad nuestra es lo que hace tan difícil el armado de nuestra fortaleza moral.

 

Debilidad
Débil es la carne, se dice a partir de dar por cierto que prevalecen los pecados de la carne, que son los efectos de la apetencia de bienes ajenos o de ciertos placeres condicionados por la moralidad, de modo muy notable los eróticos, o, por ir al grano, los de la concupiscencia, que tienen una enorme potencialidad seductora.
Si bien se mira, gran parte de nuestros apetitos tienden a apoderarse del bien ajeno, sea que se trate de objetos, sea que hablemos de virtudes, belleza y también honores y fama. Cuando se dice que el amor tiende a ser posesivo, se está diciendo que llega al extremo de poner en peligro el bien que se quiere poseer.
Además, es prudente recelar de la vida, si entendemos por este nombre estar refiriéndonos a algo que nos trasciende y nos condiciona en una medida que solemos desconocer u olvidar.

 

C'est la vie.
La vida, como el seductor de la tradición literaria (que recoge un dato de la realidad), tiene un objetivo de máxima, que es el de durar. "Sabe" (la vida) que la duración o permanencia es la condición sin la cual nada tiene consistencia o posibilidad. Si, además, la vida tiene un objetivo a futuro, si va hacia un destino que para nosotros sólo puede ser conjetural, su "sabiduría" consistiría en no olvidar lo que le costó emerger en este planeta.
Tal como a los individuos, a la vida la condiciona el pasado, su propia historia. De ser así su filosofía (la filosofía de la vida) podemos entender que los individuos somos peones de un ajedrez que no jugamos nosotros. Por la necesidad de consolidar su presencia (su duración) la vida puede colocarnos con frecuencia en situaciones que aniquilan a los peones. O, al menos, que les hace notar sus veleidades de protagonismo, en particular el de pensarse seres capaces de tener una conducta sujeta a principios. La muy mentada "autonomía de la voluntad", no obstante su rango kantiano, puede estar tascando el freno. O entender que su escenario es respetado en tanto no comprometa la suerte del rey. La vida vendría a ser el soberano que posibilita, incluso, la existencia de nuestra especie y de todas las especies.
Lo cierto es que siempre hay quienes toman por costumbre vivir en los límites de la moralidad, de modo que puedan pasar a uno u otro lado según como venga la mano. Sorprendidos en falta o víctimas de su falta, son los que dicen haber obrado de buena fe. Simplemente, cayeron porque estaban haciendo equilibrio en el límite. Son los del refrán: "A buena fe y sin mal engaño (para mí quiero el provecho y para ti el daño").
Jotavé

 


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