Cómo influye el efecto de "cancha inclinada" en la política pampeana
Norberto G. Asquini
Las elecciones a gobernador son cada vez menos competitivas y en La Pampa, si bien no hay alternancia desde que se recuperó la democracia hace treinta años, ganar es virtualmente una misión imposible para la oposición. Para el PJ, ser gobierno genera una ventaja electoral cada vez más pronunciada.
En la mayoría de los casos, los análisis políticos que se realizan en estas páginas están atados a las coyunturas, al acontecer de las autoridades y de los dirigentes partidarios, bajo una mirada que privilegia lo "micro" por sobre las estructuras. Pero es necesario presentar elementos para una mirada más a largo plazo y estructural sobre las manifestaciones políticas en la provincia. Sostener una mirada "desde arriba" sobre los fenómenos más ordinarios y habituales para entender porqué, en definitiva, se reproducen esos hechos en lo cotidiano.
Sin alternancia.
En las provincias, ser gobierno genera una ventaja electoral cada vez más pronunciada sobre la oposición. Y este escenario con predominio de los partidos oficialistas conducen a elecciones de gobernador cada vez menos competitivas. Es lo que se llama el efecto de "cancha inclinada". Un documento del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) analizó cómo se da este fenómeno de forma cada vez más pronunciada en el interior del país.
Tal vez en La Pampa, la inexistencia de alternancia política en treinta años de democracia, no de cuenta de esta situación tan abiertamente, ante el acostumbramiento a un status quo que resulta difícil de modificar. En estas tres décadas, la provincia ha sido una de las siete de las 24 en que no hubo alternancia desde 1983 -junto a Formosa, Jujuy, La Rioja, Neuquén, San Luis y Santa Cruz-. En otros tres distritos, los cambios de signo político ocurrieron solo después de una intervención federal (Corrientes, Catamarca y Santiago del Estero). Desde el retorno de la democracia, 58 gobernadores se postularon para ser reelegidos y solo siete no lo consiguieron. En La Pampa, los mandatarios que se volvieron a presentar -fueron dos de tres, ya que Néstor Ahuad no tuvo la posibilidad: Rubén Marín en dos oportunidades y Oscar Jorge- lo lograron. Por su parte, Chaco, Entre Ríos, San Juan, Salta y Tucumán consolidaron recientemente una profunda ventaja oficialista y, a partir de 2003, la brecha entre oficialismo y oposición se agrandó hasta rondar el 50% de los votos.
Tendencia en ascenso.
Ganarle al oficialismo es virtualmente una misión imposible en estos lugares, pero esta tendencia se ha ido incrementando en el país. Sobre todo en La Pampa desde 1994, con la posibilidad de la reelección para gobernador. Es que los límites a la renovación de los cargos moderan las ventajas de los oficialismos. Y si bien en nuestra provincia hay algún límite, como la posibilidad de una sola reelección, igualmente esa posibilidad tiene su peso electoral.
El documento del Cippec evidencia que en las elecciones de gobernador los oficialismos tienen una ventaja sistemática sobre la oposición. Desde 1987, los oficialismos provinciales obtuvieron en promedio entre un 7% y un 18% más de votos que los partidos de la oposición. El PJ es la fuerza que más rédito obtuvo: cuando fue gobierno consiguió en promedio un 14% más de votos y una probabilidad de victoria un 33% mayor.
Diferencia irremontable.
Para determinar si los oficialismos gozan de ventajas sistemáticas y en qué medida los comicios provinciales son competitivos, el Cippec analizó los resultados de todas las elecciones a gobernador desde 1983. Con el paso del tiempo, la proporción de elecciones definidas por márgenes superiores al 20% aumentó consistentemente. En La Pampa, esas diferencias están en torno al 15 por ciento, y parecen irremontables para los segundos. Lo hizo Carlos Verna con Francisco Torroba en 2003 (43% a 20), Jorge con Juan Carlos Marino en 2007 (47% a 32) y nuevamente Jorge ante Marino en 2011 (46% a 31), en la elección que menos votos sacó el PJ porcentualmente desde 1983. Hay 25.000 votos de distancia a la Casa de Gobierno. Esta diferencia se da a pesar de que esos porcentajes fueron de los más bajos del PJ en los últimos veinte años. El piso partidario, desde el regreso de la democracia, fue en 1983 cuando Marín triunfó con el 39,1 por ciento del total de sufragios emitidos.
En el interior del país, entre 1987 y 2011, la proporción de victorias oficialistas nunca bajó del 70% y, en 2011, alcanzó su punto máximo con un 91% -los oficialismos ganaron en 20 de los 22 distritos que eligieron gobernador-.
El estudio de Cippec muestra que los candidatos y partidos que ocupan el gobierno obtienen, en promedio, entre un 7% y un 18% más de votos que los partidos de la oposición. Los oficialismos tienen, además, una mayor probabilidad de victoria: entre un 28% y un 52% más que la oposición, indica el documento.
Ventaja oficialista.
Los datos también precisan que la ventaja oficialista varía según el partido de gobierno. El PJ es el que obtiene más rédito: cuando es gobierno, obtiene en promedio un 14% más de votos positivos que la oposición y una probabilidad de victoria un 33% mayor. Por su parte, los partidos provinciales obtienen un 10% más de votos y un 25% más de probabilidades de ganar que la oposición. En cambio, los datos sugieren que la UCR no logra capitalizar electoralmente el hecho de ser gobierno. El fracaso electoral de Torroba en 2011 es un botón de muestra.
Esa "ventaja del oficialismo", que hace referencia a un beneficio electoral sistemático del que gozan los partidos y candidatos oficialistas por el solo hecho de ocupar el gobierno, se nota en La Pampa. Se trata de un sesgo en las condiciones de la competencia política que hace que el oficialismo, independientemente de su desempeño en el gobierno, tenga más probabilidades de ganar las elecciones que la oposición.
Argumentos.
En La Pampa, este predominio del PJ se explicó por la ascendencia o imagen de un gobernador o jefe político, como Marín en los 90 o Verna durante su gestión; por el partido que puede sostener la gobernabilidad, como Jorge en la última votación; y hasta por cuestiones de la cultura política, como las raíces históricas peronistas de la provincia. Hay otros argumentos, como la falta de una oposición con peso dirigencial y territorial, la apropiación y uso del aparato estatal por el PJ o, más endeble, el clientelismo.
Sin embargo, La Pampa también tendría márgenes para la competencia: el PJ no es hegemónico -gana las elecciones con el 40% de los votos y no supera los 60% como en otros distritos y en la Legislatura tiene mayoría con 16 de 30 bancas pero no los dos tercios- y la oposición logra acumular una cantidad de votos importante en las urnas aunque no decisiva; y la reelección tiene el límite de un solo período más. Además, como provincia de la región pampeana, el mercado electoral no es tan cerrado como ocurre en provincias más tradicionales y menos ricas. Cuestiones que moderan la ventaja oficialista y la hacen más tenue que en otras provincias, pero que solas no alcanzan.
Peligros del sistema.
Según los realizadores del estudio, cuando la oposición está tan debilitada que no constituye una alternativa real, las elecciones dejan de funcionar como una instancia de rendición de cuentas. Si el oficialismo no tiene chances de perder, tampoco tiene incentivos para tener en cuenta las demandas del electorado.
Un poder más repartido no solo genera las condiciones para que funcione el sistema de pesos y contrapesos, sino que tiende a construir acuerdos, permite repartir responsabilidades y resulta más efectivo para contener la disputa de poder dentro de las instituciones, señalan los autores.
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