El regreso del Estado al centro de la escena
I - En la semana dos decisiones políticas que impulsan la ingerencia directa del Estado en la prestación de servicios municipales y en la producción hidrocarburífera señalaron a los pampeanos un cambio favorable en la empecinada prédica privatista que ganó a nuestros gobernantes hace más de veinte años. El intendente adelantó que el servicio de riego volverá al Estado y pidió autorización al Concejo para comprar los camiones necesarios por el sistema de leassing, una modalidad que permite adquirir una flota pagando una cuota mensual de alquiler con opción a compra al finalizar el contrato. La decisión de Luis Larrañaga podría decirse que es el esbozo de una política de Estado aplicada a los servicios que tiene como antecedente local directo la reestatización de una parte del servicio de recolección de residuos en la gestión Torroba. Pero si se mira la realidad nacional, la decisión de ambos responde a una corriente reestatizadora que el kirchnerismo impuso como política de recuperación de la soberanía del país de manos de multinacionales y de recuperación de la economía de manos de las corporaciones. Así la decisión no solo habla de una toma de conciencia en los munícipes sobre la necesidad de gestionar por administración los servicios en beneficio de los vecinos, sino además, que más allá de pertenencias partidarias y estilos, hay en los gobernantes una cierta sintonía con las expectativas de una sociedad que se hartó de ver cómo era rehén de grandes empresas que llegaban a La Pampa para absorber recursos prestando servicios como si los pampeanos no pudiéramos hacernos cargo de esa prestación.
II - La otra decisión es la firma del decreto otorgando a la empresa petrolera estatal pampeana, Pampetrol, su primer yacimiento de gas en el área Gobernador Ayala V para que sea esta empresa del Estado la que realice la tarea de extracción sin intermediación privada. Está claro que al hacerlo el gobierno da un giro copernicano en buena parte de su filosofía política e inicia una etapa que podría ser el inicio de un avance de la petrolera pampeana que imite la de su hermana mayor YPF. Los incontables recursos hidrocarburíferos que están disponibles por unas décadas en el suroeste provincial tienen fecha de vencimiento. Se sabe. Puede haber discusión sobre esa fecha, pero lo que está claro es que un día se terminará y los pampeanos deberíamos preguntarnos si estamos dispuestos a perder la oportunidad de aprovechar esa bendición de la naturaleza para aplicar esos recursos con un sentido estratégico y no que se pierdan en intermediaciones con empresas y su uso para solventar gastos corrientes.
III - La importancia del inicio de tareas de extracción directa de Pampetrol está dado entonces no solo por la certeza de que serán una importante fuente de recursos para el Estado sino, y tal vez con mayor trascendencia, que la clase política entienda que es una oportunidad para el desarrollo productivo y social que tal vez no se volverá a repetir en la historia pampeana. Que esta sea una oportunidad aprovechada o una oportunidad perdida depende de esas decisiones en consonancia con la de involucrar al Estado, directamente, en la actividad concreta hidrocarburífera.
IV - La aparición de tres periodistas pampeanos, J. Ricardo Nervi, Raúl Celso D'Atri y Ana María Lasalle en las listas negras de la dictadura devolvieron a la sociedad pampeana nuevamente a los años oscuros de la dictadura cuando pensar distinto era considerado un delito y podía costar caro. Los tres trabajaron en la redacción de La Arena (un aspecto que cierto oportunismo ahistórico ha intentado soslayar) y tuvieron dos de ellos un lugar desde donde, pese a la prohibición, burlar la censura y seguir escribiendo. En el caso de Nervi, exiliado en México, lo hacía enviando sus notas con seudónimos y así se publicaban hasta que en algún momento, desafiando la prohibición, sus notas comenzaron a publicarse con su nombre. Raulito, preso de la democracia primero y de la dictadura después, lo hizo también al reincorporarse a la redacción en 1978. En esos tres años La Arena sufrió un atentado con una bomba que voló su edificio de la calle 25 de Mayo, soportó la prisión de, además de Raulito, de Saúl Santesteban en dos oportunidades y de Juan Carlos Pinky Pumilla. Sus ediciones fueron prohibidas por la dictadura en más de una oportunidad y su salida a la calle clausurada. Hoy, cuando la democracia y la libertad permite que cada uno piense lo que quiera y pueda publicarlo sin temor, recordar aquellos años de un periodismo que se ejercía pese a la cárcel, las bombas y las prohibiciones, obliga a redoblar el esfuerzo y la responsabilidad de ser fieles a esa historia escrita con tanto sufrimiento y dignidad. (LVS)
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