Transición tormentosa y piloto de circunstancias
Señor Director:
En el curso de la pasada semana, no obstante que el fallo de la Suprema Corte de Justicia que convalidó la ley de medios audiovisuales fue el acontecimiento sobresaliente, por cierto no ocultó que se había cumplido el aniversario número 30 del retorno de la plenitud institucional.
No ha sido casual ni curioso sino una de esas circunstancias en que lo aparentemente ocasional liga dos hechos que estuvieron distanciados en el tiempo. La ley de medios y el retorno institucional guardan una relación íntima y sugerente. Esto es así porque el primer gobierno de la recuperación democrática tuvo uno de sus mayores escollos en la hostilidad de corporaciones que habían aumentado su importancia, hasta constituirse en oligopolios, durante la dictadura de 1976 a 1983. En efecto, la evocación de los momentos de la presidencia de Alfonsín ha permitido ahora que los menos informados sepan que entonces se sintió la necesidad y existió el propósito de elaborar una ley que rescatara la posibilidad de expresión de la pluralidad de pareceres y culturas. Además, se ha podido recordar episodios de una relación conflictiva que ha perdurado. Un legislador radical de esos días, al detenerse en comentar dicho conflicto actualizó dos referencias: una revela que Alfonsín, en medio de una severa crisis, buscaba salvar la transición y que fue entonces cuando el ceo de la corporación mediática (Magneto) le dijo con todas las letras que el problema era él, Alfonsín. Este episodio puede haber afirmado la decisión del presidente en funciones de apresurar la transferencia del mando a su sucesor ya electo, como se hizo. El otro recuerdo que liga la ley de medios con esa primera presidencia, fue el viaje del ministro coordinador de Alfonsín a La Rioja, para instar la respuesta de Menem a la oferta de anticipar el cambio de mando. Cuando llegó a la casa del electo, allí estaba el ceo del grupo mediático, el mismo que en estos años comandó la resistencia a la ley de medios.
Estos episodios ayudan a conocer la vía crucis de Alfonsín y advertir que una dificultad principal con la que debió enfrentarse ha vuelto a tener papel protagónico ahora en la batalla por la vigencia plena de la ley de medios audiovisuales. He escuchado algunas opiniones que mostraron desencanto con Alfonsín por entender que no tuvo la necesaria energía cuando los alzamientos carapintada. Se ha dicho que hizo más concesiones de lo conveniente y que la transferencia anticipada del mando fue otra muestra de debilidad en su liderazgo. Este juicio incluye el rechazo a las leyes de punto final y obediencia debida. Estas objeciones siguen pesando. Quiero destacar aquí, ahora, el peso de nuevos testimonios que dan cuenta que entonces y ahora ha habido conductas destituyentes y que incluso la crisis tuvo cómplices locales. En 1983 el poder que se asoció a la dictadura desde 1976 no se había extinguido. Cuando se mide el poder real del adversario se entiende mejor el juego del sentido político. En 1989 el primer presidente dio un paso que debe ser leído como de salvación (y aun creación) del símbolo que es la transferencia ordenada del poder, de un electo a otro electo, ceremonia que ha podido ser repetida hasta nuestros días. Esta continuidad, dada nuestra historia reciente, dista mucho de ser mera formalidad y es justamente lo que hemos destacado en nuestros días al cumplirse treinta años de la recuperación del camino democrático.
Los símbolos son una creación humana que da forma perceptible a algo sustancial no visible en el momento o en todo momento. La continuidad de gobiernos elegidos por el pueblo opera desde entonces como símbolo del ideal democrático, así como la bandera es símbolo permanente que da expresión a un sentimiento capaz de determinar la voluntad de una comunidad nacional. Cuando ya no podía dar batalla, Alfonsín dio forma y sustancia a ese símbolo.
Atentamente:
JOTAVE
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