Lunes 16 de junio 2025

Donde Tribilín más bien se hace el tonto y lucra

Redacción 17/02/2013 - 05.07.hs

El nombre Tribilín se hizo conocido entre nosotros al reemplazar el Goofy originario de los laboratorios Disney. Ahora ha resonado en nuestro país por algo ajeno a los comics. Era el nombre de un "jardín maternal" privado de San Isidro, clausurado en medio del escándalo resultante de haberse denunciado que los pequeños confiados a esos empresarios y docentes recibían malos tratos.
Habrá que ver qué queda como saldo de tanta alharaca de los medios; principalmente de canales de televisión que hicieron tema del caso durante una semana o más.
Lo primero que hizo el intendente de San Isidro, fue avisar que ese jardín era clandestino, que no tenía autorización ni, por consiguiente, estaba sometido a control municipal. El intendente, Posse, tiene largo predominio político en San Isidro y aspira a más, por lo que puede creerse que necesitaba ponerse al margen de escándalo y, preferiblemente, sumarse a la iracundia vecinal. La defensa del jardín difundió más tarde el dato de que el municipio había reconocido al jardín al eximirlo de impuestos, según la norma que se aplica a los privados que, en compensación, ofrecen crear cierto número de becas gratuitas.
Por ahora, el jardín está clausurado y comienza una litis que se presume compleja, porque ya aparecen implicados los funcionarios municipales del sector social y educativo.

 

Tribilín
O Goofy, según el nombre que le terminaron redondeando en los estudios Disney, es explicado como un tonto o como un adulto que no sale de la infancia. En la Argentina tuvimos una historieta de mucha permanencia y aceptación, en la que un adulto hacía del "hombre que no tuvo infancia". Por no haberla tenido, este personaje se mostraba como un ser amable y para nada causa de precaución en la relación con él. Tribilín es también ingenuo y espontáneo en la manifestación de sus estados emocionales. Como sucede con las criaturas de ficción creadas para entretener, fue cambiando rasgos y nombres a lo largo de los años. Lo que mejor perduró fue su estruendoso grito en las situaciones críticas en que se metía con frecuencia.
No son pocos los que han conocido o conocen personas reales, de su infancia y su juventud, preferentemente, que se comportan a la manera de Tribilín y se hacen queribles al tiempo que, pasados los años, son recordadas con afecto y nostalgia. Entonces se empieza a dudar si eran seres tontos o solamente buenos, esto es, seres que tomaban la vida por la vía risueña y procuraban compartir ese modo de ser con quienes eran su compañía.

 

Culpo
Otro dibujante argentino ha creado ahora el persona del Culpo, un ser con figura de pulpo que acosa a un individuo que fue contestatario en su juventud y luego derivó hacia las formas burguesas de vivir. Sin abjurar de sus ideales de juventud se fue apartando insensiblemente de la militancia. Está claro que, al no haberse aceptado en su nueva instalación ante la sociedad y la vida, la conciencia lo aguijonea desde la figura del Culpo.
Esta creación de REP, uno de nuestros autores más notables de la actualidad (en historieta y como artista reconocido en otros senderos del arte) vale porque no se agota en el personaje Gaspar (el acosado por el Culpo), sino que da cuenta de una experiencia que se repite en muchas personas. Si bien los más de los que cambian en el tránsito de la juventud a la adultez asumen el cambio y, a veces, militan en la nueva (o las sucesivas) posiciones, hay quienes, como Gaspar, siguen leales al ideal juvenil, pero no pueden evitar reconocer sus inconsecuencias. El Culpo los habita.
Veremos en qué termina el caso del jardín maternal. Lo que revela es más de lo que quisieran sus protagonistas, pues retrata la creciente situación de padres que deben limitar el tiempo de su cuidado personal de los hijos y que, al cabo, suelen distraerse de lo que les depara a esas criaturas este distanciamiento cada vez más tempranero. Y hace notorio el tema de la culpa que surgió en Cromañón: cada vez más distribuida y más antigua, con tendencia a evaporarse porque, incluso, sugiere que todos la compartimos, ya por acción, ya por consentimiento, ya por motivos más alambicados.
El otro retrato, es el de personas que, en conocimiento de la demanda de lugares donde dejar a los más pequeños, la ven solamente como negocio o llegan a ella sin haber superado sus propias urgencias ni tener cabal conciencia de sus carencias. La docencia en ese tipo de establecimientos tiene requerimientos muy particulares, exigentes, severos, que difícilmente se concilien con una mentalidad en la que predomina la idea de la ganancia y del menor esfuerzo.
Jotavé

 


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