La alimentación es algo que se halla en cambio constante
Una de las aventuras que suelen tentar a las personas se relaciona con los alimentos.
Si la tentación es fuerte y está estimulada por un aumento de peso indeseado o por una pérdida de peso inquietante, las personas en ese trance suelen comenzar a buscar literatura de la especialidad y la mayoría lo hace en los espacios de Internet, que son tan numerosos que no hay manera de sacar conclusiones válidas en poco tiempo. Lo mejor, sin duda alguna, es acudir a un nutricionista confiable.
En días recientes atrajo mi atención una nota (un reportaje) a un biólogo que reside en Bariloche. Se llama Eduardo Rapoport. Llegó a ser investigador principal en el Conicet y actualmente está retirado, aunque sigue activo en un tema de su preferencia: las "buenezas". Este es un neologismo de su invención. Lo prefiere a la voz malezas, porque la referencia inicial al mal o lo malo predispone en su contra. Y es verdad que si nuestro patio o quinta se llena de malezas, si queremos aprovecharlo comenzamos por eliminar lo malo, la maleza, el yuyo. Rapoport tomó otro camino, porque supo o se preguntó por qué las personas anteriores a la era consumista por la que estamos atravesando, muchas de ellas, sobre todo las que vivían en lugares rurales o de pequeña población, ponían su atención en una parte de esas malezas, ya porque le reconocían capacidad alimenticia, ya porque sabían que tienen propiedades medicinales. Explicar por qué estos saberes fueron dejados de lado me sacaría del objetivo de esta nota, pero diré que es el efecto de un cambio cultural que hizo del alimento un objeto de comercio y culminó con la existencia de multinacionales que explotaron determinados vegetales o animales y pusieron sus productos en el mercado con un eficaz aparato de propaganda.
Industria.
Hay un documental norteamericano del año 2004, producido con participación universitaria. Critica el costo y las consecuencias de la industria alimentaria globalizada. El argumento inicial para esta crítica fue que la acción de las transnacionales produjo un paulatino proceso de alejamiento de los agricultores de sus tierras, sencillamente porque habían perdido mercado para sus producciones habituales. Recordé mi propia experiencia en Santa Rosa, cuando esta población, entonces pequeña, estaba rodeada de quintas en casi todos los rumbos. Luego, con la mejora de caminos y transporte y con el desarrollo del frío como elemento de conservación, llegaron verduras y frutos de distintas procedencias y las quintas entraron en un ocaso, hasta su desaparición poco menos que total. También desaparecieron las ferias callejeras y el propio mercado municipal. Recién en años muy recientes, digamos los de este siglo, el Estado (nacional, provincial, municipal) estimuló la instalación de huertas para la producción local de alimentos. Y eso hizo rebrotar las ferias. Este fenómeno local fue el mismo que llevó a elaborar la película documental norteamericana, precisamente del país donde han surgido las mayores multinacionales de la industria (no solamente de la alimentación, también del vestido y de todas las tecnologías aplicadas).
Asimismo pude observar aquí, en la severa crisis de 2001-2003, un retorno del trueque y, con él, la tendencia de algunas personas a volver a producir parte de sus alimentos. También las costureras y modistas parecieron restablecerse, aunque eso duró menos. Las multinacionales de la ropa tienen una participación dominante.
Buenezas
Volvamos a Rapoport y su intento por rehabilitar las modestas plantas que han logrado sobrevivir al mundo de las multinacionales.
En el reportaje que le hace la periodista Verónica Engler (diario Página/12) Rapoport cuenta que en una hectárea de terreno "improductivo" (suelos no cultivados, baldíos, banquinas) de Bariloche "puede haber más de una tonelada de alimento fresco con importantes propiedades nutritivas". Es lo que ahora llamamos maleza. Dice: "Estamos llenos de comida alrededor y es absurdo que haya gente que se muere de hambre".
Rapoport es hombre de edad avanzada y se mantiene activo, ahora dedicado a divulgar sus conocimientos en escuelas, comedores populares y donde sea requerido.
El propósito de esta nota es llamar la atención hacia eso que menospreciamos y llamamos mal-ezas. Por cierto que en nuestra universidad hay quienes están al tanto de tales novedades y creo que en fecha reciente hubo un trabajo de tesis en Agronomía sobre esta temática. Además, son pocos los que han dejado de enterarse del retorno de la atención hacia algunas plantas que han ofrecido y vuelven a ofrecer respuestas positivas a quienes entienden que el alimento es, con el descalabro ambiental, uno de nuestros problemas serios.
Jotavé
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