Miércoles 14 de mayo 2025

Actores de un escenario internacional cambiante

Redacción 23/04/2016 - 04.29.hs

Señor Director:
Me baso en la memoria para advertir que he sido testigo de la secuencia de gobiernos conservadores y progresistas en Occidente. A una etapa conservadora la sigue otra renovadora y viceversa. No hay regularidad en la duración de estos cambios, pero tiendo a esperarlos.
En estos días lo que se observa en Occidente es que prevalecen gobiernos de tipo conservador y eso me lleva a estar atento a la formación y avance de lo que puede ser su alternativa.
El conservadurismo de nuestro tiempo tiene rasgos propios, pues está constituido por el mundo de las finanzas. Ha quedado atrás el tiempo en que el poder estaba en manos de sectores cuya fortuna tenía origen en la producción primaria o industrial. El caso de los Papeles de Panamá ha puesto en evidencia que los que amasan ganancias importantes acuden a una instancia cuyo rasgo dominante no es nacional. Los llamados paraísos fiscales, si bien sirven para blanquear dinero de impresentable origen, para eludir impuestos nacionales y para tener libre disponibilidad para inversiones oportunistas en cualquier lugar del planeta, revelan la desnacionalización del capital. Este hecho, a su vez, permite suponer que el tiempo de las naciones soberanas, tal como se configuraron desde la Edad Moderna, ha entrado en su ocaso. Si bien contamos con una experiencia importante de gobierno mundial (la Organización de las Naciones Unidas) el nuevo poder financiero ha avanzado más en diseñar su propio ámbito y ya tiene un poder eficaz para acrecentar el manejo de lo que solía llamarse "la riqueza de las naciones". De hecho, los paraísos nombrados son el territorio desnacionalizado que ahora necesita el poder financiero para liberarse de las "ataduras nacionales" en el camino de constituir su imperio planetario. Las finanzas constituyen su ámbito, buscan subordinar a los Estados nacionales y de hecho rivalizan con la ONU.
En la búsqueda de alternativas al poder financiero desnacionalizado, lo primero que observo es el rápido proceso de disolución de los tradicionales partidos progresistas, representados especialmente por la socialdemocracia. Los extremismos de izquierda no se han recuperado de la crisis que los afectó desde el final de la "guerra fría" y apenas si hacen ensayos tímidos de frentes de izquierda. La situación decadente de la socialdemocracia puede observarse en todo occidente. Una expresión patética es la que ofrece el presidente Hollande, de Francia. Llegó al poder aupado por el voto de toda la izquierda, pero pronto aceptó la política de la Unión Europea, cuando se esperaba que fuese un ariete para cambiar su rumbo. Hollande no tardó en aliarse con la Merkel, de Alemania. La Unión Europea había comenzado por desprenderse de su compromiso inicial con el Estado de Bienestar, que era una forma de propiciar una sociedad más igualitaria.
Si la socialdemocracia deja de ser la alternativa, ¿qué hay en ese vacío? Hay esbozos. Los movimientos sociales tienen avances y retrocesos, como en Grecia, donde el partido Syriza era la expresión griega de la "alternativa", junto con Podemos de España y sin equivalentes significativos en el resto de Europa. Syriza ganó el gobierno de su país, pero capituló ante la presión de la troika de la Unión Europea. Podemos, de España, creció en la última elección, pero no ha podido lograr que el partido Socialista retome el antiguo liderazgo. Crece una alternativa en Inglaterra: Jeremy Corbyn acaba de ganar el liderazgo del laborismo en un meteórico ascenso. En Francia la organización Le Nuit Debout, La Noche de Pie, crece y ocupa plazas solamente de noche para expresar su disconformidad con el gobierno Hollande. Toda una sorpresa ha sido en Estados Unidos la presencia de Bernie Sanders, rival inesperado para Hillary Clinton por la candidatura presidencial demócrata. Y lo pudo hacer declarándose socialista.
Atentamente:
Jotavé

 

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