Negocios sucios y negocios ocultos
Mientras el país sigue atento al show mediático de la detención de un empresario al que se acusa de lavado de dinero (la misma acusación que le cabría al presidente por su participación en empresas creadas con dinero argentino en paraísos fiscales) los que así menean el caso y se escandalizan por esos negocios ocultan cómo hacen otros, mucho más redituables, que logran arrancarle al poder con sus maniobras de presión.
Casi al mismo tiempo que el empresario detenido era llevando ante el juez seguido por una nube de periodistas que recogía cada detalle del procedimiento, a pocas cuadras, en el Congreso de la Nación, el oficialismo forzaba la aprobación de los DNU presidenciales modificando la ley de Medios de manera tal de garantizarle el negocio de las telecomunicaciones y sus derivados al grupo monopólico que ocultaba a sus lectores, oyentes y telvidentes y la larga cadena nacional de medios de la que es poseedor.
La aprobación se hizo a mano alzada pese a los pedidos para que se hiciera nominal y se supiera quién votaba qué cosa. Al término de la sesión, el Grupo Clarin contaba con una ley para seguir apropiándose de las telecomunicaciones con la misma fórmula con que lo hizo durante el menemismo. No es casualidad que el gobierno le cediera los partidos más rentables del Fútbol para Todos a los canales del grupo y ahora le haya cerrado las puertas a la competencia de las Telefónicas y garantice que manejarán la mayor parte del universo de las comunicaciones, acumulando así un poder que, está visto, supera al que logran los presidentes y los congresos que en seis años de vigencia de una ley no pudieron lograr que realizara la desinversión a que estaba obligado por la ley.
Votaron a favor de esa aberración legal que es un DNU modificando una ley, los partidos que decían hablar en nombre de la república y sus instituciones a las que ahora dejan más a merced de un poder mediático que ha logrado pasar por encima la voluntad popular. Curiosamente, los medios del grupo ahora beneficiado, nada dicen que la nueva ley está hecha a su medida.
Esos medios que llegan hasta la fantasía en su afán de hacer coincidir sus deseos con la realidad, nada informaron de cuál es su interés y de qué modo encajan su evidente blindaje periodístico a la figura presidencial y a los miembros de sus partidos y aliados, y las medidas políticas que adoptan sus protegidos para garantizarles que continuarán con su poder hegemónico en el panorama de los medios argentinos.
El panorama que hoy presentan esos medios en la Argentina se aproxima más a lo que sucedía en la dictadura militar que a lo deseable en una democracia. Utilizando la pauta publicitaria como castigo a los díscolos, la AFIP como disciplinadora y mientras pagan con más negocios a los que son sus aliados, el periodismo argentino ha entrado en un cono de sombras donde se está más cerca del pensamiento único que de la diversidad que hasta hace pocos meses era la característica. Solo se escuchan en esporádicos programas, las pocas voces que, con mayor o menor valentía, resisten esa eliminación de las voces disidentes y ponen en evidencia los despidos, la caída del salario, el endeudamiento creciente, la inflación y las manifestaciones que son por otros silenciadas o marginadas de la agenda central de temas que interesan a la opinión pública.
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