El voto a Cristina detrás de la avanzada de Vidal
I - La histórica disputa que en nuestro país ha enfrentado a las provincias con el puerto tomó fuerza en la semana con la inédita reunión de gobernadores unidos por el espanto que les provoca el avance de la gobernadora de Buenos Aires en la puja distributiva. El movimiento, que comenzó como una cruzada de gobernadores peronistas, contó en la semana con la concurrencia de todos los mandatarios sin distingos de color político decididos por la evidente realidad de que, si Buenos Aires gana, pierden todos, más allá del credo partidario que profesen. Hasta el ultramacrista mandatario jujeño fue de la partida que intenta poner un freno a las apetencias de la gobernadora del principal distrito del país que ha llevado a la justicia un tema que es, netamente, político. Quiere que el viejo Fondo del Conurbano menemista, se actualice cual si fuera un derecho y no, como lo fue, una concesión del presidente de entonces a la necesidad de apagar el incendio provocado por las políticas neoliberales en ese conglomerado de trabajadores castigado en esos años por el peor desempleo que conociera el país hasta entonces. Un cuarto de siglo después, esta jugada de la bonaerense no es inocente. La Corte no es hoy un organismo independiente del poder político (como no lo es buena parte de jueces y camaristas cuyas acciones y omisiones son funcionales a las necesidades políticas del gobierno nacional) y el presidente necesita poner todas sus fichas en la Provincia. La razón no es un secreto: la ex presidenta, pese a todo el ataque mediático y judicial que le propinan las usinas periodísticas y los jueces adictos, le ganó al candidato del gobierno nacional en el distrito que tiene a la gobernadora estrella del oficialismo y principal figura de su staff. Es, si se analiza en términos políticos, el mayor fracaso de un gobierno en su intento de destrucción de la imagen de una líder que les hace sombra justo en el distrito que más necesitan para transitar la segunda mitad de su mandato sin ir a la debacle que transitaron las dos experiencias presidenciales no peronistas desde 1983. Solo Cristina logró salir indemne de una derrota en la provincia de Buenos Aires donde luego, a fuerza de gestión y decisiones políticas, fue reelecta por un demoledor 54%.
II - El gobierno nacional sabe que el triunfo de CFK es una mezcla de lealtades políticas y de castigo electoral por las promesas incumplidas del presidente con las que ganó el ballotage de 2015. La necesidad de inyectar más recursos al distrito de su principal sostén político intenta ganar a una parte del electorado que podría cambiar el resultado adverso que se anticipó en las PASO. Los gobernadores saben que son el pato de la boda. La embestida de la gobernadora llega luego de una notoria disminución de la torta de la recaudación nacional que se coparticipa a las provincias. Si la Corte convalida la actualización del Fondo del Conurbano será una declaración de guerra en la que el Senado será la trinchera del poder federal de los mandatarios provinciales. El poder de seducción del Tesoro Nacional y su direccionamiento discrecional podrá seducir a algunos, pero no a todos. En su huida hacia adelante, son tantas las facturas impagas que viene dejando un gobierno que cree que un titular en un diario con una promesa es un hecho, que hoy es improbable que pueda utilizarlo con efectividad.
III - La Pampa es una de las provincias que encabeza el reclamo. Lo es, claramente, en respuesta a las acciones y omisiones de la Nación que la convierten en una de las que ha sufrido con mayor crudeza la política selectiva de castigos de la Nación. Pese a esa evidente discriminación, el resultado electoral de las PASO no urge al poder central a un cambio pues cree que mostró que la ciudadanía no registra esa actitud nacional con la provincia. Así, el histórico hecho de la totalidad de las rutas nacionales troncales en La Pampa cortadas por la ausencia de simples alteos, o la prácticamente nula existencia de obras nacionales en la provincia, o la displicencia con que son tratados sus planteos, parece interpretarse en la Nación como que no le importara a la ciudadanía cuyo voto se volcó aquí mayoritariamente por una de las tres opciones del oficialismo nacional. Poco o nada ha cambiado luego de la elección. La provincia sigue sin obras, sin alteos y las cuentas provinciales amenazadas por la avanzada nacional-bonaerense. A diferencia de Buenos Aires, donde un resultado electoral adverso obliga a esa entente política gobernante a poner más recursos, obras y gestión, aquí un resultado leído como apoyo pese al castigo, podría llevarnos, de repetirse en octubre, a seguir, como la cenicienta, durmiendo en la cocina y conformándonos con los mendrugos. (LVS)
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