Un líder mundial que molesta mucho
Fuera de toda duda el Papa Francisco se cuenta entre aquellos líderes mundiales que molestan al establishment, y mucho. El propio pontífice se muestra consciente del papel que está desempeñando y comprende que sus expresiones públicas no son bienvenidas en los círculos económicos y financieros más poderosos del planeta.
Para los sectores más conservadores, tanto laicos como de la propia Iglesia, Bergoglio ha pasado a sustentar posiciones muy diferentes a las que, salvo excepciones, desde siempre representara el papado. Es que no ha vacilado en realizar un descarnado diagnóstico del mundo actual (riesgo de colapso ambiental, empobrecimiento masivo en enormes regiones del mundo, riqueza desmesurada concentrada en unos pocos…) sino también en sostener y alentar organizaciones sociales que apoyan sus principios.
Un inmejorable ejemplo fue su discurso ante el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, donde no anduvo con medias tintas y puntualizó los problemas más críticos que enfrenta el mundo dominado por el neoliberalismo. Los llamamientos formulados por el Papa «en nombre de Dios», apuntan a la búsqueda de una sociedad más justa. Así exhortó a las grandes compañías farmacéuticas para que liberen patentes y permitan que todos los países tengan acceso a las vacunas contra el Covid-19, dejando de lado por un momento el concepto de salud como un negocio. Lo mismo en cuanto a las deudas que tienen los países pobres con el sistema financiero global, impagables dentro de un modelo que solo busca maximizar el lucro, cuestionando también ciertas formas de desarrollo tecnológico que implican la explotación de las personas, para completar la sugerencia de una reducción de la jornada laboral a fin de que más individuos puedan acceder a un trabajo, junto con la introducción de un salario mínimo universal.
Francisco habló desde una perspectiva que irrita sobremanera a las fuerzas económicas que manejan el mundo; particularmente a dos de ellas: la fabricación y tráfico de armas y el entramado industrial que deteriora ostensiblemente el medio ambiente.
Sin tapujos el Papa argentino también ha expresado que a algunos sectores que pertenecen a su propia Iglesia Católica les molesta su insistencia en referirse a la justicia social, pero aclaró que continuará «persistiendo con mi fastidio». Sin embargo esta situación excede la simple noticia: hay temores fundados de que una alianza ultraconservadora y muy poderosa que está creciendo en Estados Unidos urde desde hace tiempo una estrategia para desplazar del sillón de Pedro a este hombre cuyo pensamiento está en las antípodas de los que aquellos promueven. El Papa, enterado de las acciones en su contra, se ha dado el lujo de ironizar diciendo que «para mí es un honor que los norteamericanos me ataquen».
La mejor evaluación del asunto está en sus propias palabras: «En este sistema con su lógica implacable la ganancia se escapa de todo control humano. Es hora de frenar el tren, un tren fuera de control que nos lleva hacia el abismo». Y agregó: «Todavía hay tiempo».
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