Jueves 25 de abril 2024

Atentado: lo peor es el negacionismo

Redacción 14/09/2022 - 08.40.hs

La amenaza de muerte que recibió ayer martes la vicepresidenta Cristina Kirchner y la detención de otra mujer sospechada de participar en la organización del atentado del 1º de septiembre nos hablan de la gravedad de la situación política que atraviesa nuestro país.

 

En los últimos días las investigaciones judiciales y periodísticas permitieron conocer el oscuro entramado de vínculos que rodea a las dos personas que inicialmente fueron apresadas por participar en el ataque con un arma de fuego.

 

Hay que remontarse al siglo XIX -los tiempos de la convulsionada organización nacional- para encontrar episodios tan violentos como este que acabamos de presenciar con presidentes o vicepresidentes víctimas de atentados con tan alto grado de violencia.

 

Ahora se sabe, merced a las investigaciones, que el conmocionante episodio que todos vimos por la televisión no fue el primer intento de darle muerte a Cristina Kirchner. La noche del 27 de agosto Fernando Sabag Montiel estuvo merodeando en las inmediaciones del edificio donde vive la vicepresidenta sin encontrar la oportunidad que sí tuvo cuatro días después. Los mensajes que intercambió con su pareja, y cómplice, Brenda Uliarte no dejan lugar para la duda.

 

La pertenencia de este dúo a grupos que profesan ideas de ultraderecha y que participaron en acciones públicas violentas permite ver que no fueron "loquitos sueltos". Además, la estrecha relación de algunos de ellos con la hoy famosa "vecina de arriba" de CFK, en cuyo departamento llegaron a reunirse y sacarse fotografías, provoca estremecimiento. Qué cerca del "objetivo" estuvieron durante tanto tiempo y cuántas oportunidades de agresión tuvieron a su alcance. La seguridad de la vicepresidenta no puede decirse que estuvo bien cubierta.

 

Las violentas manifestaciones en la vía pública y la activa participación en las redes sociales con mensajes de odio e incitaciones a "pasar a la acción" contra dirigentes del espacio político que hoy gobierna el país son por demás elocuentes. La fraseología neonazi, antisemita, antiperonista, y la adhesión a figuras reconocidas de la derecha y ultraderecha no dejan dudas sobre el fanatismo de esta "mano de obra" disponible. Apenas un empujón, un adecuado proceso de adoctrinamiento e inoculación de altas dosis de odio, demostró que alcanza para inducirlos a cumplir la tarea sucia.

 

Pero tanto como el accionar de estas patrullas desquiciadas, inquieta la reacción de la derecha política y mediática. Los principales dirigentes de Juntos por el Cambio y sus aliados de los grandes medios porteños se embarcaron en una campaña negacionista que puede provocar enorme daño a la convivencia y la institucionalidad política. Empecinados en restarle importancia al atentado, incluso con acusaciones al gobierno de ser el causante del ataque, boicoteando una invitación al diálogo político, parecen encerrados en su propia lógica confrontativa y obstruccionista. Sin poder salir de ese rol no alcanzan a comprender, o no les importa, que la apuesta a escalar la crispación social luego de lo sucedido es como querer apagar un incendio con nafta.

 

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