Jueves 18 de septiembre 2025

¿Capitalismo de Estado?

Redaccion 18/09/2025 - 01.04.hs

Si el gobierno argentino se siente tan identificado con su par norteamericano, lo que debería hacer es quedarse con una buena tajada de Mercado Libre y sus empresas satélites.
JOSE ALBARRACIN
Con el envío del nuevo presupuesto al Congreso el pasado lunes, resulta claro que el supuesto programa económico que llevó al actual gobierno argentino al poder se ha desdibujado por completo. La promesa de dolarización de la economía se cayó a pedazos cuando se hizo evidente que, sencillamente, nunca llegaron las divisas necesarias para sostener semejante plan. Y en cuanto a la propuesta de "dinamitar" el Banco Central, el uso intensivo que se hizo de esa herramienta -en particular, para enfrentar corridas cambiarias- demuestra que ese muerto goza de muy buena salud. De toda la cháchara electoral, lo único que ha quedado es la muletilla del "equilibrio fiscal", una cuestión numérica que se verá bonita en una hoja de cálculo, pero que nada dice sobre el estado de la economía real y el bienestar general.

 

EEUU.
Sin embargo, y dentro de su mar de contradicciones, la mayor que enfrenta la actual administración es cómo compatibilizar su prédica en pos del libre mercado y del achicamiento del Estado, cuando al mismo tiempo aparece totalmente alineada con la ideología que pregona desde Washington la actual administración republicana.
Repasemos brevemente las políticas económicas que se han llevado adelante en los ocho meses que van desde la asunción de Donald Trump.
La primera y más notoria de ellas ha sido la imposición indiscriminada de tarifas o derechos aduaneros a todos los productos extranjeros que ingresan al país, una medida que afectó a Argentina sensiblemente, pese a la ostensible sumisión que ha mostrado, particularmente, en el terreno de la diplomacia. Esa política arancelaria de Washington resulta criticable no sólo por el caos creado en el comercio mundial, o por el hecho de que se la presenta como un remedio para el déficit comercial de EEUU con otros países (cuando las causas de ese déficit nada tienen que ver con la cuestión fiscal). Y ello, sin hablar de las tarifas políticamente motivadas, como las que hoy sufre Brasil por el hecho soberano de enjuiciar al golpista Jair Bolsonaro, aliado de Trump.
Lo notable es que con la imposición de tarifas, lo que se está haciendo a la vista de todo el mundo, es ejercer el proteccionismo económico, impidiendo la competencia de las empresas norteamericanas con sus pares extranjeros que venden a mejor precio, casi siempre en base a pagar salarios muy bajos. No hay nada más opuesto al libre mercado que el proteccionismo.

 

Acciones.
Tampoco resulta compatible con la tradición neoliberal el hecho de que se esté intentando forzar a las empresas norteamericanas a repatriar sus fábricas para dar trabajo a los obreros norteamericanos, y que para ello se emplee una política fiscal agresiva. O que los republicanos hayan votado en el Congreso una reguera de subsidios para favorecer algunas actividades económicas como la producción de jugos de fruta.
Pero hay otro fenómeno en curso actualmente, al cual se ha plegado en masa el Partido Republicano, pese a que contradice su tradicional discurso libremercadista, desde Milton Friedman y Ronald Reagan para aquí: el gobierno de EEUU está comenzando a apoderarse de acciones de las compañías privadas más redituables.
Sin que se le mueva un pelo, Trump forzó a Intel, productora de microchips de computación, a entregarle al Estado norteamericano el 10% de sus acciones, aunque, claro está, no lo hizo gratuitamente: esa compañía viene beneficiándose de subsidios y recortes impositivos que se cuentan en el orden de los miles de millones de dólares. No contento con ello, se ha apropiado también del 15% de las ventas de Nvidia, otra empresa productora de chips -especialmente diseñados para la inteligencia artificial- que hasta hace poco era casi ignorada, y hoy es la compañía más valiosa de todo el mundo.
No es un dato menor que el negocio en el que están hincando los dientes sea, precisamente, el más lucrativo del momento: de hecho, no hay un sector de la economía donde el sector privado esté invirtiendo más dinero que en el desarrollo de la inteligencia artificial, un chiche que, más allá de sus implicancias morales y filosóficas, amenaza con transformarse en una formidable burbuja económica.

 

Rescate.
Debe aclararse, de todos modos, que no es la primera vez que un gobierno norteamericano se hace de acciones de sus compañías privadas. Lo hizo, y en forma masiva, en ocasión de la crisis económica de 2008, cuando salió al rescate de bancos y compañías automotrices, a las que prestó miles de millones de dólares a cambio de un pedazo de su paquete accionario.
Pero en aquel entonces la magnitud de la crisis era tal que se temía que la caída en masa de esas empresas produjera un colapso económico aún más extendido, y el préstamo estatal fue una necesidad, ya que no había ninguna otra fuente de crédito disponible. A los pocos años, cuando la crisis se revirtió, el gobierno vendió discretamente sus acciones en General Motors, Citigroup y otros peces gordos de Wall Street.
Claramente, no es la misma situación que la de Intel o Nvidia hoy. Y, aunque aclara que lo suyo "no es socialismo", Trump ha anunciado que su gobierno comprará acciones en "muchas más" compañías, en las que piensa influir decididamente, como acaba de hacer cuando exigió la renuncia del CEO de Intel, Lip-Bu Tan.
Un comportamiento semejante parece impensable en la ortodoxia económica argentina, que cuando el anterior gobierno se propuso expropiar la cerealera Vicentín (que de todos modos le debía casi todo su patrimonio al Estado) puso el grito en el cielo, incluso promoviendo movilizaciones callejeras en plena pandemia, al grito de "Todos somos Vicentín" (este eslogan ha caído en desuso desde que los directivos de esa empresa cayeron presos por fraude).
Si el gobierno argentino se siente tan identificado con su par norteamericano, lo que debería hacer es, rescatando los miles de millones otorgados en subsidios y exenciones impositivas, quedarse con una buena tajada de Mercado Libre y sus empresas satélites. Y, ya que estamos, obligarla a contratar trabajadores argentinos, a ver si alguna vez contribuye al "Make Argentina Great Again".

 


 

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