Jueves 02 de mayo 2024

Compromiso artístico

Redacción 28/04/2023 - 00.15.hs

Esta columna suele ser poco frecuente en consideraciones sobre manifestaciones artísticas, pero en la presente semana se dieron dos acontecimientos de esa índole que bien pueden figurar en el comentario.

 

En los próximos días se cumplirá un siglo del nacimiento de Eduardo Falú, en el decir de un comentarista "uno de los padres musicales de la patria". El elogio no es exagerado, ya que fue un enorme difusor de la música argentina, especialmente la de índole folklórica. Por él, en su condición de compositor, el pueblo argentino gustó y cantó de la mejor poesía elaborada por los escritores de su generación.

 

Falú llevó su arte, afirmado en los sonidos que solía obtener de su guitarra y en su voz profunda y sentimental por muchos lugares del mundo, con sorprendente aceptación en varias culturas diferentes de la nuestra. Su éxito en Japón es un claro ejemplo.

 

Una década atrás este diario publicó un extenso reportaje que le realizara uno de nuestros periodistas. En él expresó con claridad lo que entendía como arte popular y las formas de colonización contra las que debía enfrentarse quien quisiera expresar cualitativamente la argentinidad. Cuando estuvo en Santa Rosa cimentó esa actitud promotora pidiendo escuchar a los jóvenes músicos pampeanos y ese interés lo llevó a conocer algunos de nuestros mejores poetas.

 

Apoyado en ese y otros méritos, años atrás un profesor de la Universidad Nacional de La Pampa inició el trámite para que se lo reconociera como profesor honorario, una distinción largamente merecida. La iniciativa, muy lamentablemente, se perdió en los laberintos de la insensibilidad y la burocracia universitarias.

 

Como han dicho discípulos y admiradores, "es lamentable que se necesite de un aniversario para recordar a quien llevara la guitarra argentina a un nivel de excelencia, apreciado en todo el mundo. Su obra es algo que trasciende el terruño, y pasa a hablar de la existencia de quiénes somos como país, como comunidad, y de qué se trata esto que somos. Va a la raíz, talla el hueso profundo de los sentimientos.

 

Una hermosa forma de hacer patria.

 

El otro enfoque hace a la muerte del cantante Harry Belafonte, creador y promotor de uno de los ritmos caribeños -calypso- que brilló en los años setenta, llevando a una popularidad mundial algunas de las canciones folklóricas jamaiquinas.

 

Pero su fama no estuvo solamente en su condición de intérprete musical. Como no ocurre demasiado a menudo con los artistas consagrados, Belafonte luchó por los derechos humanos y las consecuentes causas humanitarias. Pese a su nacionalidad estadounidense y haber participado en la Segunda Guerra Mundial, fue un crítico de la guerra de Irak, que promoviera el presidente George Bush. En tal sentido, era común que la prensa lo reflejara en las marchas opositoras a esa política.

 

La Unesco distinguió esas actitudes distinguiéndolo como embajador de esa entidad y destacando su labor en cuanto a la defensa de los niños africanos, un tema ignorado a menudo por los grandes medios de difusión.

 

Su vida fue una muestra de cómo el arte puede comprometerse con las causas justas, que afectan a los más débiles y su muerte fue un ejemplo cabal de esa postura.

 

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