Doloroso recuerdo
Todos los años la humanidad (o al menos la parte de ella que no ha caído en la alienación y el olvido) recuerda con dolor el comienzo de lo que ya se ha dado en llamar “Edad Nuclear Atómica”. Y si nos atenemos a las noticias internacionales, la reciente conmemoración del bombardeo atómico sobre Hiroshima tuvo un rasgo de increíbles características: ninguna de las autoridades comunales y nacionales japonesas que estuvieron presentes, de muy alto nivel por cierto, aludió a la directa responsabilidad de Estados Unidos en el bombardeo de dos ciudades de las consideradas abiertas, sino que el primer ministro japonés, nada menos, aportó una incomprensible alusión al decir que “la creciente división en el seno de la comunidad internacional en torno a los planteamientos del desarme nuclear, la amenaza nuclear de Rusia y otras preocupaciones dificultan aún más ese camino”.
Se estaba hablando de la Paz, así con mayúscula, y el recuerdo se basaba en las decenas de miles de mujeres, hombres y niños fulminados en un segundo por el fuego atómico, más un número también elevadísimo de afectados y muertos posteriormente por la radiación. La actitud de los muchos presentes en el acto había sido, seguramente, del profundo recogimiento que implicaba el recuerdo.
¿Qué puede haber llevado a un político de ese nivel a semejante pronunciamiento? Es cierto que Japón, que tras la guerra que lo devastó volvió a convertirse en una potencia económica, está alineado con el bloque occidental, pero semejante afirmación en esa fecha y lugar es, cuanto menos, una imprudencia muy dolorosa.
Se sabe que un componente muy importante de la política es la hipocresía, pero resulta más que asombroso que los compromisos que deviene lleven a semejantes posturas a quienes la ejercitan y, peor todavía, sean capaces de hacerlas públicas en forma sinuosa. En la ocasión, al igual que en los 78 años transcurridos desde la explosión, no se trataba de juzgar a la nación americana por aquel acto de barbarie, porque ya la historia ha dado un veredicto, pero tampoco era la ocasión para enlodar en críticas a otros países que, aunque poseen la bomba, nunca la han hecho estallar más allá de los ensayos.
La ceremonia se realizó en las inmediaciones del Parque Conmemorativo de la Paz, en cercanías de donde hasta pocos años estaban las sombras humanas de lo que habían sido personas, estampadas en paredes, reducidas a esa condición por el terrible estallido, y que fueran extraídas por el gobierno japonés. Sin remitirse a patrioterismo alguno, solamente un canal de televisión recordó cuál había sido el país responsable de la tragedia.
Aunque tocado también con un sentido falsamente conciliador en su tono de olvido, el mensaje del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, fue contundente: “Hace casi ocho décadas, Hiroshima fue abrasada por una bomba nuclear. Sin embargo, como sabe cualquiera que haya estado aquí, los recuerdos nunca se desvanecen”.
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