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Viernes 19 de diciembre 2025

Dos documentos, el día y la noche

Redacción 19/12/2025 - 07.40.hs

A diferencia de EEUU, China respeta nuestra vocación independiente, no viene a dinamitar al Mercosur y sigue apostando a la globalización como método para el desarrollo del comercio y la paz mundial.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Apenas días después de que EEUU publicara su documento "Estrategia de Seguridad Nacional" -al que dedicáramos esta columna la semana pasada- China acaba de publicar un texto similar, titulado "Política de China hacia América Latina y el Caribe", que también concierne directamente a nuestro país, y que sirve para ver cómo posicionan sus piezas las dos principales potencias mundiales con respecto a nuestra región. Mal podría decirse que este nuevo documento es una "respuesta" al anterior. Los chinos no hacen así las cosas: este texto lleva años de elaboración, y viene a actualizar dos declaraciones en el mismo sentido, dadas en 2008 y 2014, con la ventaja de que ahora pueden analizarse estas exposiciones de objetivos a la luz de los hechos concretos de dos décadas de presencia China en la región.

 

Sur.

 

Los contrastes en el tono y el contenido no pueden ser más evidentes. China no plantea estas líneas políticas como una cuestión de seguridad propia: lo hace, en todo momento, tendiendo la mano y señalando las distintas áreas en que ambas partes pueden cooperar, con un nivel de detalle realmente meticuloso. Por otra parte, en todo momento exhorta a construir la paz internacional -concepto ausente en el documento de EEUU- y deja sentado reiteradamente el respeto y la no intervención china en asuntos de política interna de los otros países.

 

En ningún momento se refieren a supuestas "áreas de influencia" de las potencias, a diferencia de Washington, que pretende resucitar la llamada "Doctrina Monroe" del siglo XIX, la que fuera invocada por el presidente yanqui Polk cuando anexó por la fuerza los estados de California y Texas, arrebatándoselos a México.

 

Más llamativo aún es que China, que ubica a América Latina en el llamado "Sur Global", y destaca el rol de creciente importancia de estos países en el progreso de la humanidad, se considere a sí misma como parte de ese grupo, y hable de sí misma como "país en desarrollo", aunque no sin destacar que por su parte "ha culminado la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada y materializado el objetivo de lucha fijado para el primer centenario" desde el triunfo socialista de 1948.

 

Ahí también hay un notable contraste: mientras el documento norteamericano busca consolidar una disrupción unilateral al orden internacional establecido en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial, China apela constantemente a la continuidad, al mantenimiento de la armonía y los acuerdos entre países, en contraposición a lo que define como "acciones unilaterales de matonería" que "están perjudicando la paz y la seguridad internacionales". Un cargo que le cabe al presidente norteamericano, pero también al argentino, que se cansó de insultar a los chinos sin recibir jamás la respuesta que se merecía.

 

Unión.

 

En un párrafo que debieran leer los dirigentes latinoamericanos, China se encarga de destacar en nuestra región "una gloriosa tradición de independencia y autofortalecimiento mediante la unidad", lo que la transforma en "una fuerza indispensable en el proceso de la multipolarización mundial y la globalización económica". A diferencia de EEUU, respeta nuestra vocación independiente. A diferencia de EEUU, no viene a dinamitar al Mercosur. A diferencia de EEUU, sigue apostando a la globalización como método para el desarrollo del comercio y la paz mundiales.

 

Aquí es donde cabe acudir a la experiencia para sopesar la sinceridad de estas intenciones: y es que no existe un sólo antecedente de intromisión china en los asuntos internos argentinos. En cambio, en la historia reciente, se dieron dos claros actos de intervención norteamericana, en favor de partidos de derecha en el gobierno, en 2018 y 2025, ya sea a través del FMI o directamente desde el Tesoro. Interferencias que favorecieron la fuga de divisas, la caída del PBI argentino y del salario de sus trabajadores. Y que para colmo le generaron al país un incremento de su deuda externa de seis dígitos en millones de dólares, comprometiendo el destino de las generaciones futuras.

 

Muy por el contrario, lo que proponen concretamente es "establecer mecanismos como el suministro a largo plazo de energías y recursos, la cotización y la liquidación en moneda local para paliar el impacto de los riesgos económicos y financieros externos". O sea, la oferta es no sólo asistencia técnica y financiera, sino sobre todo una salida a la tiranía del dólar y del sistema financiero internacional.

 

Y eso es lo que venían haciendo: fortalecer las reservas del Banco Central argentino con un jugoso "swap" de monedas; contribuir a la infraestructura en energía con la construcción de centrales termoeléctrias en la Patagonia; y llevar adelante proyectos comunes de investigación científica. China ofrece -y de ello son testigos numerosos países africanos, por ejemplo- su enorme desarrollo tecnológico para mejorar la infraestructura en transporte, altamente deficitaria en nuestro país, que carece de un sistema de trenes nacionales, y cuya red de rutas y autopistas está siendo detonada por el abandono de la actual gestión.

 

Soñar.

 

La propuesta incluye no sólo "la cooperación en consultoría técnica, construcción de obras, fabricación de equipos y gestión operativa, tanto en ámbitos tradicionales como transporte, logística comercial, instalaciones de almacenamiento, tecnología de la información y la comunicación, energía y electricidad, obras hidráulicas, viviendas y urbanismo" sino también el trabajo en áreas que los argentinos ni nos animamos a soñar, como "en sectores emergentes como energías renovables, transporte inteligente, infraestructura digital y ciudades inteligentes".

 

Debería ser notado que China no sólo ha superado a EEUU en su liderazgo industrial, en sectores claves como el automotriz, donde desde hace años se viene mostrando más competitiva e innovadora: también ha desplazado a Norteamérica en el liderazgo mundial en la lucha por la preservación ecológica y contra el cambio climático.

 

¿No sería sensato sentarse a cooperar con China en nuestra incipiente industria espacial, que mejoraría nuestras comunicaciones y nuestra tarea en la prevención y reducción de desastres naturales? ¿No deberíamos iniciar un diálogo franco con relación a la cuestión de la pesca para luchar en conjunto contra prácticas depredatorias de nuestro mar? ¿No se beneficiarían las ciudades argentinas como La Plata o Bahía Blanca con la tecnología china de "ciudades esponja"? ¿No debiéramos escuchar la experiencia china en materia de "vigorización de las zonas rurales, reducción de la pobreza, eliminación de la hambruna y disminución de la brecha entre los ricos y los pobres"?

 

Si hasta podríamos aprender de la experiencia de Beijing en materia de defensa de su soberanía nacional, lucha en la que enfrentó a nuestros mismos enemigos. Ahí está el caso de Hong Kong, ex colonia que China logró arrebatarle a Gran Bretaña tras años de esfuerzos diplomáticos, pero por sobre todo, por su fuerza económica y estratégica.

 

Lo cual nos lleva al único condicionamiento -si puede llamarse así- que impone China en sus relaciones bilaterales, y que es el respeto a su soberanía territorial, en particular, respecto de la isla de Taiwán. Es una situación análoga a la de Malvinas, y los gobiernos argentinos deberían, por dignidad, mantener una conducta parecida.

 

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