Miércoles 01 de mayo 2024

Dudas y equívocos

Redacción 16/02/2024 - 00.36.hs

Se sabe liviano y sin premuras ni penas ni malas sombras. Está desconcertado pues hacía mucho que no percibía en su pecho esto que es simple alegría, felicidad de estar vivo.

 

POR ADRIAN ABONIZIO

 

*Siempre habrá alguien que nos llame y nos confunda, bajo el aguacero, en los goznes de una ventana que se abre en algún pasillo, en la altura en las voces de los albañiles, en un murmullo errático de la noche… Siempre hay alguien que nos llama, que nos está llamando más allá de los ruidos y las confusiones. Alguien nos confunde los sentidos con el nombre de un fallecido o un héroe. No somos ni una cosa ni otra. Y a veces suelen ser voces de seres muertos las que nos interrogan. No hay diferencia. La cuestión es que alguien siempre nos estará llamando.

 

Para bien o para mal.

 

*La quiere desde siempre. La adora. Cómo se viste, cómo huele, cómo se peina, cómo habla, cómo se halla plantada bajo las estrellas. Pero tanta perfección lo perturba, por ello se va de caravana con sudadas prostitutas sin estilo, cavernarias en cuatros patas que fingen gozar más de lo que hacen por algunas monedas. “Son cinco mil pesos para olvidarla” –se dice mientras se baña y en la pieza contigua la mujer teñida de dorado en su cabeza canturrea una canción vulgar y le dice mi amor apurémonos que tengo que hacer, como si fuera una esposa verdadera; su calumnia, su calvario, su muerte. No sabe por qué hace lo que hace.

 

*Cuando se le acercó al violador que hacía treinta y cinco años exactos había cometido aquello y lo tuvo a centímetros, se le aflojaron las piernas. “Nunca le hice nada a las chicas”, se empezó a confesar. Y el que lo hacía ya era un viejito canoso, casi calvo, aferrado al pomo de la puerta, tembloroso y ya difunto desde hacía mucho. Aquello lo desarmó. No pasó una semana que se murió de verdad. Y él, que pensaba achurarlo sin compasión, no sintió nada, absolutamente nada, ni siquiera el viento de justicia. Es que el odio macerado en el alcohol de los días se termina venciendo, como cualquier producto.

 

* Él esperaba que doblara el colectivo para oprimir el timbre. La señora detrás de él le pregunta por la próxima parada. “¿San Martín?” Y él, en una décima de iluminación, un ramalazo sensorial de humor dice para que escuche todo el pasaje: “No, señora, me confunde. Soy Belgrano.”

 

*Durante años lo odió. Fue un trabajo de orfebre que fue creciendo como una tromba sin explotar, por eso más lo hacía rabiar: nunca pudo poner las manos al cuello de su enemigo. Cuando al fin el almanaque barrió las hojas de la desdicha y ella pudo retomar la postura de erguida solo con magulladuras y mucho de energía malgastada, lo reconoció en la calle. Venía hacia ella sin haberlo notado. Pensó en golpearlo sin aviso, en darle un topetazo, en escupirle. Pero nada hizo. Entendió que su odio ya era ajeno y añejo. Y que el radio de su enojo había mantenido dentro del círculo aquello que estaba muy lejos y ya no le pertenecía.

 

*Le duele la cabeza, está deprimido pero acaba de cobrar muchísima plata de un juicio que daba por perdido. En el accidente murieron su esposa y sus hijos, y él sobrevivió como testigo, solo para estarse en la cama matrimonial vacía, en este sábado de sol con una bolsa marrón repleta de guita, en calzoncillos con la caja de tranquilizantes a la mano y una Bersa 22. Podría tomar un atajo y pasar a otra dimensión, podría tomar un avión a Bali y dejarse morir allí bajo las palmeras. Podría alquilar cinco señoritas y morir tomando cocaína. En la tevé un anuncio estatal sobre un plan de viviendas. Es un ramalazo de frío que le da entre los ojos: retomará su viejo oficio de maestro mayor de obras y construirá casas para el que no la tiene. Se incorpora y ya no le duele la cintura. Se afeita y desayuna en el bar de abajo mirando pasar las damas. Se sonríe porque sabe que ha escapado de la Sombra y posee un secreto curador y poderoso.

 

*Entonces fue cuando se dijeron que estaban perdidos. La selva montuna se los había tragado y el sol en medio del follaje parecía no marcar ni el oeste ni el este, enredado en las brumas de las nubes. Un chaparrón, abajo, en el valle como un cañón, pero hasta ellos el agua no caía ni llegaba. ¿Morir de sed? ¿Picados por serpientes? De pronto ambos sintieron como un rasgar entre la espesura, una llovizna que venía despacio y corrieron hacia el rumor: entraron de lleno a una carretera por donde venía una camioneta de turistas apacibles sacando fotos. Les avergonzó tanto aquello, que hicieron dedo, mintiendo un accidente y nada hablaron hasta llegar al hotel, aletargados en la confusión de los sentidos y sus locuras penosas de extranjeros.

 

*Ella lee en una pared blanca a la cal recién pintada la consigna Trabajar, Consumir, Morir y hay algo en sus sentidos que le explota y la perturba y la enerva y a la vez la calman, pues allí hay una oración encerrada pujando salir explotando de verdades. Eso la tiene confundida. No le gustan los finales agrios y cree en las esperanzas de los films y en algunas propagandas. Pero desconfía de que esa sea toda la verdad. La frase es exacta y eso la deprime. No obstante, decide, que de ver quién está pintándola no dudaría en llamar a la policía.

 

*El cerebro del boxeador está formateado para estarse sobre sus dos pies y nunca acostado. Por ello, cuando cae y está knock out, el chip salta y da la alerta: al tocar la lona, si se puede levantar, lo hará inmediatamente, porque su registro muestra que en el piso se halla desprotegido. Por eso, se suelen levantar rápido, ignorando, por la confusión de los sentidos y drogados por la piñas, que al levantarse lo habrán de esperar más golpes.

 

*Ni machos ni fachos, lee en la pared gris de una casona del centro. No entiende la lógica, nunca ha pensado detenidamente en nada, solo se deja llevar por los tobillos perfectos de alguna dama que pasa o el caudal del río donde estima la cantidad de peces refugiados de la crecida que habrá en las islas. De eso se nutre su vida: mujeres y río. De lo único que se nutre su cerebro atornillado a una grupa femenina o el pique en la línea. De lo demás no comprende ni quiere saber nada. “Deben ser raros o comunistas”, se sorprende meditando, mientras ya empieza a olvidarse de la leyenda escrita en un muro para siempre.

 

*Él es un estudioso de Mauricio Macri. Lo ha detectado como a una rata de su laboratorio y comprueba sus movimientos, lo sigue por todo el periplo de su recorrido hacia una meta difícil. “Es un homínido torpe pero hábil en sus negocios. Es un pedazo de humano pero luce íntegro. Es una suma de partes sin llegar a la unidad. Es un gorila demagogo y despierto, no un tipo con los sentidos confundidos”, se oye pensar. Y lo anota como la última oración de su tesis. Milei en cambio aún no figura en especie alguna conocida.

 

*Está confundido en todos los sentidos: no sabe si la quiere o si lo quieren. No sabe si actúa por culpa o cariño. Ignora si el pasado debe ser sepultado o está vivo. No sabe enterrar los muertos porque se vuelven zombis. Y los regalos en desgracias y los recuerdos en dolores. Existe la terapia, claro, pero resulta que él mismo es un fantasma atrapado en la máquina de obstáculos de los sentidos: mira la habitación donde reposa y se sorprende de ver enmarcado el título de sicoanalista. Cierra los ojos, intenta dormir, el mundo hace ruido y no hay forma de acallarlo.

 

*Se despierta en la madrugada con un aleteo que proviene del sueño, un aroma a paraísos, un ruido a viento cuando se enreda en las cortinas. Es verano allí, pero al despertar siente el frío en los pies destapados pues es julio. No obstante, da un salto y va hacia el baño en busca de agua. La toma mirándose al espejo. Está desorientado. Sus sentidos se encuentran aguzados por la madrugada. Se sabe liviano y sin premuras ni penas ni malas sombras. Está desconcertado pues hacía mucho que no percibía en su pecho esto que es simple alegría, felicidad de estar vivo. “Me estaré por morir” –asegura, confundido en sus sentidos oxidados por ignorar que la vida bulle a veces y no nos damos cuenta.

 

abonizio@gmail.com

 

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