Lunes 30 de junio 2025

Estudios y medidas

Redacción 20/12/2024 - 00.55.hs

El más antiguo nombre relacionado con nuestra provincia seguramente que es Toay, un topónimo que ya aparece en mapas de hace alrededor de tres siglos. Esa condición –no demasiado conocida por cierto— se debía a un hecho fundamental para el tránsito de esas épocas: Toay era sitio de un manantial famoso, tanto por la calidad de sus aguas como por su permanencia, nutrida por los médanos del entorno, que se recargan por las lluvias. Allí abrevaron los pueblos originarios y, después, los primeros exploradores y pobladores que se atrevieron por estas tierras.

 

Esa circunstancia se mantuvo hasta no hace demasiado tiempo (cincuenta años aproximadamente) cuando el poblamiento de la zona comenzó a incrementarse, con la consiguiente necesidad de agua, algo que se agrandó, y mucho, en las últimas dos décadas, cuando la zona medanosa se convirtió en el jerarquizado barrio Lowo Che. Precisamente esa condición hizo que el sector abunde en piscinas, una tendencia que continúa y que implica un alto consumo de agua.

 

Pero lo que al parecer no se tuvo en cuenta fue que el balance entre carga y recarga de los médanos que abastecen al entorno de esa agua tan buena había pasado a ser negativo, no sólo en cuanto a la extracción para el consumo sino también por la construcción de los llamados pozos negros, adonde van las aguas servidas. La cantidad parece contribuir a una posible contaminación.

 

Hace algo más de una década los geólogos de la Administración Provincial del Agua ya habían advertido de ese desequilibrio, que crecía junto con el poblamiento, y se agravaba con la ubicación de establecimientos dedicados a la extracción y posterior venta del agua dentro de conglomerado santarroseño. Y ya se sabe que en una zona totalmente desprovista de ríos y arroyos, como la nuestra, esa forma de consumo epiloga en situaciones muy de cuidado. Al respecto, un especialista ha señalado recientemente que en situación similar se encuentra la ciudad de General Pico, con el agravante que el actual gobierno nacional se ha desentendido de la conexión con el acueducto del río Colorado, que aparece como posible solución.

 

Ahora hay que reconocer, tal como lo señala parte del vecindario que, por los detalles citados, las capas (napas) de agua de la zona han descendido en la zona motivando perforaciones a mayor profundidad.

 

Es fácil advertir entonces que se deben tomar medidas, pero en lo inmediato, dado que la falta de previsión que produjo la situación actual posiblemente tuvo mucho que ver con la confianza popular en cuanto a cantidad y calidad del acuífero. Junto con otras medidas de índole comunal que también reclaman los vecinos –moderación en los impuestos, mantenimiento de las calles…-- se impondría un estudio profundo de la situación, con las consecuentes medidas de prudencia en el consumo por parte de los pobladores. A estas medidas habría que agregarle la construcción de cloacas porque –la evidencia lo demuestra—se están haciendo imprescindibles en una visión globalista.

 

En lo que hace al servicio del acueducto, que también aparece como importantísimo, habrá que esperar que cambien los vientos políticos, esos que claman por la desaparición del Estado que es, por cierto, la entidad que puede estar atenta al cuidado de los ciudadanos, sin que la mueva el propósito de ganancia alguna.

 

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