Europa repite con Trump los errores con Hitler
La amenaza de invasión inminente a Venezuela y el nombramiento de un “gobernador” en el territorio danés de Groenlandia por parte de Estados Unidos, remedan para el mundo las acechanzas que ensombrecieron el panorama internacional noventa años atrás.
En 1938, el estado hitleriano, aduciendo su teoría del “espacio vital”, inició una serie de anexiones de territorios de otros países y de países enteros. La ideología que sustentaba esta violación del derecho internacional, la Lebensraum, justificaba su expansión hacia el este buscando recursos estratégicos para el plan supremacista que planeaba en un mundo donde otras potencias disputaban ese liderazgo.
Los territorios que invadió Hitler no eran un capricho. Tenían carbón, petróleo y recursos agrícolas o grandes fábricas como la Skoda de Checoslovaquia.
Lo curioso de esos años fue el papel pasivo que cumplieron el resto de las potencia europeas como Gran Bretaña y Francia que no actuaron sino cuando ya era demasiado tarde y la Alemania Nazi había completado en torno suyo un anillo de provisión de minerales, recursos energéticos y alimentos, suficientes como para desafiar a toda Europa.
Pasaron las décadas y se suponía que el mundo había aprendido la lección. Pero menos de un siglo después, el mismo plan de expansión para conseguir petróleo y minerales se despliega ante los ojos del mundo sin que las Naciones Unidas o las naciones individualmente alcen su voz y adviertan que el peligro de una nueva guerra mundial acecha en estas agresiones.
Semanas enteras de concentración de fuerzas militares en el Caribe, la clausura del espacio aéreo venezolano, el robo de petroleros y el bloqueo de sus puertos no han tenido mayor respuesta del llamado mundo civilizado. En Sudamérica, el papel contrario a nuestra tradición de respeto a la soberanía y la autodeterminación que nos valieron un premio Nobel de la Paz, ha sido traicionado por un gobierno que parece más una autoridad colonial norteamericana en la Argentina.
Brasil, México y Colombia sí han levantado su voz mientras Europa mira para otro lado y parece ignorar lo que se cierne si Trump cumple su promesa de invadir Venezuela.
El mismo papel pasivo que tuvieron con Hitler, lo tienen ahora con Trump. Venezuela para Europa no parece tener derechos soberanos ni a la autodeterminación.
Pero en estos días ha pasado algo que los ha llenado de alarma: Trump ha abierto su juego y acaba de nombrar un “gobernador” para un territorio que Europa consideraba propio: Groenlandia.
El periodismo del invasor comienza a jugar sus cartas y usa eufemismos para ocultar que en realidad a EEUU le interesa anexar el ártico y sus yacimientos de tierras raras y minerales: “Dinamarca disgustada por el nombramiento de un enviado especial a Groenlandia que desea que la isla sea parte de EEUU”, dice la CNN.
Es que el nombrado, Jeff Landry, no es cualquier persona, es el gobernador de Luisiana, y ya se siente dueño de Groenlandia. “Honor servir como voluntario para que Groenlandia forme parte de Estados Unidos”, declara Jeff hitlerianamente sin ponerse colorado.
Para Europa ya es tarde y, como diría Diego, “LTA”.
Su silencio ante la agresión a Venezuela se les vuelve como un búmeran. Ya no se trata solo de un país sudaca, se trata de su propio territorio.
Su vieja táctica del “apaciguamiento” con la Alemania nazi da los mismos resultados hoy con Trump que los que tuvo con Hitler hace 90 años.
Como en la fábula de la cigarra y el buey, la moraleja que le cabe a Europa es la del apaleado que toleró apalear a otros.
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