Fentanilo: 33 años no es nada
“Promediando el año 1992 se comunicaron numerosos casos de intoxicación por ingesta de un producto con propóleos de Laboratorio Huilén que arrojó como resultado la muerte de 23 personas y la internación de varias más. Fue producido por la presencia de sustancias altamente tóxicas en la extracción del principio activo del producto y alcanzó, como era de esperarse, una singular repercusión en la opinión pública. ‘Alerta Sanitaria Nacional’, ‘Alerta rojo en todo el país’, titulaban los diarios. Se revelaba así, con un alto costo, la necesidad de extremar medidas para ejercer un control estricto sobre la elaboración y consumo de medicamentos que garantizara la seguridad sanitaria de la población.”
Estas palabras pertenecen al libro que escribimos junto a Carlos De Angelis y
Gabriel Zeitune pocos años después de aquel episodio, llamado Los Medicamentos en la Argentina del 2000. Hoy, el desastre sanitario producido por la administración de fentanilo contaminado a cientos y tal vez miles de personas, que ocasionó hasta ahora la muerte de 97 de ellas, recuerda el triste episodio de los propóleos de 1992 y las razones por las cuales tener una agencia de control sanitario es tan importante y debe estar fuera de discusión.
No obstante, el gobierno nacional ha decidido, una vez más, soslayar controles en aras de la “libertad”, y su ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturtzenegger, quien está aplicando un ajuste salvaje sobre todas las instituciones del Estado, responsabiliza a la ANMAT diciendo que debería haber controlado adecuadamente y que, si no existiera, otro se hubiera ocupado de hacerlo. Más cinismo es difícil de conseguir.
Si bien es cierto que la responsabilidad del control de medicamentos corresponde a la ANMAT y, por carácter transitivo, al Ministerio de Salud de la Nación, no es menos cierto que durante los más de 30 años desde su creación, la ANMAT con aciertos y algunos errores se ha mostrado sumamente eficaz en el control de medicamentos, alimentos y productos de tecnología médica.
Pero ahora resulta que, repentinamente, la ANMAT no es idónea, como si todos los funcionarios que la componen hubiesen perdido de un plumazo sus conocimientos o, peor aún, su honestidad.
La pregunta entonces debe ser: si gobierna un “topo” que vino a destruir el Estado desde adentro, si el Ministro de Desregulación desfinancia y elimina o flexibiliza los controles, si sucesivos Ministros de Salud (Russo y Lugones) solo se ocupan de desactivar áreas, reducir personal, desfinanciar proyectos y luego hacerse los desentendidos con las consecuencias, si nombran a una directora de ANMAT que no respeta los criterios de control y fiscalización para los que ANMAT ha sido creada… ¿Qué suponían que ocurriría?
A la quita de remedios a jubilados, la no provisión de medicamentos oncológicos, el abandono a los discapacitados y colectivos de enfermedades poco frecuentes como la hemofilia, se suma ahora el altísimo riesgo de infectarse y morir por el uso de medicamentos sin control para intervenciones de rutina.
Como era de esperarse, el gobierno en su totalidad finge demencia y envía a sus cómplices y empleados mediáticos a instalar versiones absurdas en un intento burdo e ineficaz de quitarse responsabilidades, como si desde hace 20 meses gobernara un marciano y ellos recién se hicieran cargo. Pero los hechos los señalan inequívocamente y, aunque el hilo se corte siempre por lo más delgado, nadie aún ha presentado su renuncia.
Han pasado 33 años desde la tragedia de los propóleos que, entre otras razones, impulsó la creación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), en agosto de 1992.
La sociedad argentina debe despertar de una vez por todas, si quiere sobrevivir a este gobierno despiadado que lo único que garantiza son sus propios negocios. Las próximas elecciones son una oportunidad que no se debe dejar pasar. (Por Ernesto D. Antunez/Tiempo Argentino)
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