Domingo 08 de junio 2025

Fracasos y delirios

Redacción 20/09/2024 - 00.17.hs

Si se deja de lado la improcedencia de las groserías e insulto a los otros poderes del Estado, e incluso a gobiernos extranjeros, impropias de un Presidente, el gobierno de Javier Milei va tomando un sesgo cada vez más autoritario que roza incluso el totalitarismo. Con los aconteceres que son de público conocimiento -el fracaso económico de su gobierno, pueblo hambreado, desprecio para con los jubilados, desinterés para con la educación en general, ahogo económico de las provincias que no le son favorables, aumento terrorífico de la pobreza e indigencia y, en fin, gobierno para los sectores más pudientes- el Presidente ha adquirido una insólita postura en la que se autocalifica como el mejor gobierno de la historia argentina, mientras reclama para sí la condición de uno de los dos estadistas más respetados del mundo… Tal cual.

 

Claro que semejante egolatría se sostiene por la opinión de una cohorte de funcionarios y legisladores que avalan cualquier acto presidencial, por delirante que sea. Es esa categoría puede incluirse el reciente veto presidencial de aumento a los jubilados y, por lo que se sabe, preparación de uno similar con relación a las universidades y la ciencia, cuyos justos reclamos ignora. Para más, con uno de sus cuestionados decretos, se arroga la modificación de la economía del área educativa pasando, una vez más, por sobre la Constitución y el sentido común.

 

El súmmun de esa actitud políticamente despectiva y plena de soberbia acaso haya sido la reciente presentación del presupuesto para el año venidero… que fue mucho menos que las partidas esenciales al desenvolvimiento de la Nación que una reiteración de los conceptos del ultraliberalismo, con el triste agregado de una subordinación a los acreedores de la deuda externa.

 

Quizás lo más criticable de esas actitudes sea que a menudo van unidas a la burla, y el caso más flagrante sea el de la reciente reunión social en la Quinta Presidencial de Olivos. Allí un par de días atrás el mandatario festejó con un asado multitudinario a los diputados que habían avalado el veto al escaso aumento a la clase pasiva (entre ellos figuraban algunos radicales que contribuyeron abiertamente a las actitudes vergonzosas de su partido). Fuera de ese recinto, una multitud de jubilados reclamaba por lo suyo en un duro contraste con el festejo de adentro. De nada valió que el vocero presidencial informara que los agasajados hacían un –dudoso— pago personal de la cena; el agravio ya estaba consumado.

 

La esperable represión policial se postergó para el siguiente día cuando, frente al Congreso, volvieron a ser apaleados por la policía, incluyendo una diputada que intentó defenderlos. Con semejantes actos de gobierno, ya se percibe claramente que tambalea la estructura aliancista que generó esta presidencia, que aparece una grieta en el conjunto y que algunos de sus representantes –muchos si se considera también a los integrantes de partidos aliados— comienzan a apartarse porque les resulta imposible avalar esas medidas, reñidas absolutamente con su idea política y/o personal.

 

Una clara respuesta a las inconcebibles actitudes presidenciales fue el proceder de oyentes y televidentes al mensaje que acompañó a la presentación del presupuesto: un apagón de los aparatos como no se recuerda otro apenas comenzada la alocución presidencial.

 

Recientemente se hizo pública la dolorosa síntesis, acertada y elocuente, que elaborara un analista político: ”El mesianismo delirante del Presidente y sus consecuencias dolorosas para la vida de las mayorías populares del país desnuda su esencia clasista y antinacional”.

 

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