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Martes 16 de diciembre 2025

La motosierra no era para la casta sino para los trabajadores

Redacción 16/12/2025 - 00.16.hs

Las reformas que impulsa el gobierno, en especial la laboral, buscan sin disimulo convertir a nuestro país en una economía de enclave, productor de materias primas, sin industria y en donde sobre más de la mitad de los argentinos.

 

SERGIO SANTESTEBAN

 

En la Argentina cierra una empresa por hora y 394 trabajadores por día se quedan sin empleo. El cálculo, nada difícil de hacer, surge de tomar en cuenta que Javier Milei y su motosierra destruyeron 19.114 firmas dejando en la calle a algo más que 264 mil asalariados registrados en sus dos primeros años de gobierno.

 

El oscuro presente que vive hoy nuestro país nos remite a aquella famosa frase de Margaret Thatcher al comienzo de su gestión a principios de la década de los años ochenta del siglo pasado.

 

“La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma”, dijo la ex premier del Reino Unido –de quien Javier Milei se dijo ferviente admirador- con relación a sus medidas regresivas de cuño neoliberal. Pasó casi medio siglo y ese modelo de destrucción del tejido social sigue teniendo vigencia en nuestro país, y en buena parte del mundo. “Cambiar el alma” es la finalidad de toda experiencia de la derecha neoliberal: convertir a las personas en máquinas de producir, bajo las peores condiciones laborales posibles y con los mayores beneficios económicos para las grandes empresas.

 

Un “mal ejemplo”.

 

Para Argentina es un cambio dramático, pues es uno de los países en donde la legislación laboral del siglo XX más avanzó en el sentido de proteger a los trabajadores. Quizás por esa razón, por ese “mal ejemplo” para la región latinoamericana, el objetivo de retroceder más de un siglo en las condiciones bajo las cuales se desenvuelve el mundo laboral, haya sido tomado con tanta energía por los últimos gobiernos de derecha y mucho más ahora bajo el modelo reaccionario extremo que impulsan Milei, Sturzenegger, Caputo y cía.

 

Todos y cada uno de los puntos del extenso proyecto que acaba de aterrizar en el Congreso de la Nación es un muestrario de la ideología retrógrada que alienta a este gobierno como fiel representante de la elite económico-financiera también conocida como “círculo rojo”. A tal extremo esto es así que el gobierno ni se molestó en desmentir lo que hace un tiempo se conoció: los autores materiales de este engendro son los estudios de abogados que prestan sus servicios a las corporaciones más poderosas, los llamados “dueños de la Argentina”. El sueño húmedo de esta minoría enferma de codicia es voltear, una por una, todas las protecciones legales que tienen los trabajadores argentinos, aunque también debe decirse que buena parte de ellas ya fueron demolidas de hecho por el propio accionar de un mercado laboral que, con independencia de los gobiernos que se sucedieron desde el estallido social y la gran crisis económica de 2001, dejaron a casi la mitad de los asalariados desempeñándose al margen de la formalidad.

 

Látigo y billetera.

 

Lo que veremos en las próximas horas en el Congreso les dejará en claro a los argentinos quiénes son los senadores y diputados dignos de ser llamados oposición y quiénes se someterán ante las ofertas de dinero que ya está circulando por oscuras vías. Muchos gobernadores también estarán presentes en el toma y daca que este gobierno puso en marcha sin que la prensa porteña, convertida en vocera oficial de la Casa Rosada, hable como lo hacía habitualmente de “látigo y billetera” con otros gobiernos que nunca llegaron a extremos de manipulación de los recursos fiscales como el actual.

 

El reciente triunfo electoral de octubre de La Libertad Avanza es el combustible que aceleró la decisión de avanzar con este proyecto y con otros que también buscan reconfigurar en profundidad el diseño social, económico e institucional de la Argentina. La llamada ley de tierras, de glaciares, la reforma educativa, la tributaria, etc. conforman una ofensiva de los sectores concentrados de la economía contra el conjunto social. Convertir a este país en una economía de enclave, sin industria, sin ciencia, sin educación de calidad, sin protección social ni laboral para las mayorías populares es una meta que está en las mentes de los ideólogos de la derecha. La política de tierra arrasada que se proponen les resulta indiferente, pues la ambición de poder –político y económico— está por encima de todo.

 

De rodillas.

 

La injerencia vergonzosa del gobierno de los Estados Unidos es otro factor que juega decisivamente. La subordinación indigna de Javier Milei ante Washington ha llegado a extremos nunca vistos ni siquiera bajo gobiernos surgidos de golpes militares, que tuvimos y muchos durante el siglo pasado. Hoy vemos un país arrodillado al extremo de votar en la Asamblea General de las Naciones Unidas en contra de la resolución para prevenir y eliminar la tortura junto a Estados Unidos e Israel, los únicos tres países que se expresaron de tal forma. Los deseos de la Casa Blanca y, por supuesto, del FMI, son órdenes para este gobierno genuflexo y, en tal sentido, la destrucción de la legislación laboral argentina es una vieja ambición del Norte que quiere ver concretada sin más demora.

 

Movilización.

 

La CGT convocó a una movilización a la Plaza de Mayo para el jueves de esta semana a la que adhirieron las dos CTA, ATE y otros gremios, organizaciones sociales y partidos políticos de izquierda. También se vienen escuchando reclamos para que se convoque a un paro general, algo que la conducción cegetista no tiene pensado por ahora y que estaría subordinado al nivel que alcance la convocatoria de pasado mañana.

 

Para meter miedo, la especialidad del mileísmo, desde el gobierno ya hablaron de aplicar el protocolo antipiquetes. Si la movilización es masiva, cuesta creer que la amenaza de represión violenta se cumpla. Crispar el clima social en vísperas de fin de año, ya está demostrado en nuestro país, nunca tuvo buenos resultados para los gobiernos.

 

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