Viernes 26 de abril 2024

La selva que inventaron

Redacción 31/01/2024 - 00.44.hs

El pibe narra a su enemigo del grado: grandote, morocho, con cara de huérfano y muy malo. Se cuida del desprecio como su papá le ha enseñado y se lo ha prohibido educándolo en las descripciones, las palabras que nunca deberá proferir y que muchos largan con rabia, con liviandad: gordo, negro de mierda, roñoso, villero, pobre y sucio. Para la maestra, en caso extremo, se reserva la peor de las frases: decirle que carece de vocación. Nunca “fracasada”. Aun en esta selva debe haber códigos de honor.

 

"Tengo una motivación extrema, superlativa y aplastante”, graficó Maravilla Martínez antes de su pelea frente a Murray. Adjetivos, descripciones que más de un lelo periodista ni se animaría a hilar temiendo un trabalenguas total, tarado y totalitario. Más allá de la retórica le donaron la pelea, quizás como premio a su verba más que a sus puños.

 

Quiso marcar los números de su novia ultra conocidos, repetidos a lo largo de años y no los recordó. Buscó argumentos, temió al coágulo y a la demencia. Consultó a especialistas que lo apabullaron con análisis, todos resueltos a favor. Luego, una tarde que paseaba con ella (a quien no le había mencionado el episodio) comprendió que ya no la amaba. Y que la memoria, esa compañera indigna, cruel pero advertida, le había avisado un mes antes.

 

“Capitán Beto, el primer minisatélite argentino, con recursos del Ministerio de Ciencia y Tecnología, estaba a punto de ser lanzado, pasada la hora 1”, reza el informe del 25 de abril del 2021. "El Capitán Beto es más chico que una caja de zapatos, dará una vuelta a la tierra cada 93 minutos, y cualquier radioaficionado del mundo podrá conectarse con él y bajar datos porque no tiene fines comerciales", describió un científico. En claro homenaje al Flaco Spinetta y su tema, reviste una redundancia más allá del homenaje puro: “No hacía falta, la música de Luis está siempre girando sobre nuestras cabezas”, anotó el tipo en el bar y se puso nostalgioso de golpe, como en un tango.

 

“Nos ponemos enfermos inconscientemente, tomamos conciencia y nos sanamos inconscientemente”. La frase, atribuida a Enric Corbera -un “sanador” comerciante con diploma y saberes copiados de otros que reside en España- tendría que estar pintada con rojo furioso sobre la pared de la Facultad de Sicología. “Y en la de los laboratorios” –añade ella con soltura reivindicativa. “No, mejor que no” –retruca él. Es para evitar atentados.

 

Los aztecas describían que en muchos años el sol se iba a comer a la gente, a los demás planetas. Está escrito con la salvedad que aseguraron sería dentro de los 50.000 años. No contaron con que los humanos del futuro les daríamos una mano, un empujón a la fatalidad y a la predicción, simplemente porque somos muy malos bichos. Hemos hecho de todo para que los sabios antiguos le erraran al cálculo y nos extinguiéramos antes, mucho antes. Ahora mismo, al mismo tiempo que usted lee este balbuceo de literatura.

 

En los programas de pesca él asistía a un espectáculo horroroso, desigual y falsamente piadoso: la llamada “pesca con devolución”. Seguidamente, se metía en la cabeza del pez tratando de adivinar las sensaciones: el tirón, ser izado, el ahogo, la taquicardia, la luz en las retinas, el terror, el anzuelo en el paladar y luego volver a la fuente nutricia de seguridad tornada en engaño. Ya nada sería igual; el agua, el Agua Madre habíalo traicionado y tendido trampas. El cámara, festivo, lanzaba un sapucai bien criollo y potente. Y todos festejaban, emocionados con el crimen por la mitad. Una muerte a medio hacer. Vidas oscuras que lanzan gritos de fiesta.

 

Milei mira pasar la botella de vidrio que alguien le arrojara cuando se trasladó en carruaje para asumir como presidente. Estuvo a centímetros de su nariz. Dicen que después de comentar el hecho se sonrió: estos tipos son incapaces de advertir al peligro y los daños que podrían ocasionar. Está en la selva y come de lo que cazan para él, de lo que obliga a hambrear y de lo que cerca hasta asfixiar. Pero se ríe sin ganas, come sin ganas y amanece sin agradecer al sol. Se lo presiente inmaterial, aunque el dolor que ocasiona duela como sal en una herida. (Por Adrián Abonizio/abonizio@gmail.com)

 

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