Viernes 26 de abril 2024

Llamativas actitudes

Redacción 20/08/2022 - 00.10.hs

La reiteración de los incendios -quemazones más bien- en las islas del río Paraná ha sido una de las noticias más destacadas de la semana pasada. El hecho ha tenido una mayor trascendencia porque los grandes medios de difusión lo promovieron, pero lo cierto es que está lejos de ser una novedad. De hecho varios meses atrás el periodismo nacional (este medio entre ellos) le había dado importancia haciendo hincapié especialmente en lo curioso del suceso ya que se daba en forma repetida y en lugares que no se caracterizan por su sequedad precisamente.

 

Con el paso de los meses la noticia disminuyó en trascendencia pero los fuegos no amainaron, y tanto que su magnitud, ayudada por los vientos, causó y causa severas molestias a algunas grandes ciudades litoraleñas, caso de Santa Fe y Rosario, saturadas de humo y cenizas durante días enteros, dificultando igualmente la respiración humana y aún el funcionamiento de motores. El problema ha alcanzado tal magnitud que en esas y otras poblaciones hubo protestas colectivas de considerable entidad.

 

Es sabido que esos terrenos de índole fluvial se prestan más que bien al aprovechamiento agropecuario, sea este agrícola o ganadero, por lo que el suceso inclina a pensar en un interés económico. Por supuesto que esa actividad ignora olímpicamente cualquier Ley o prevención que haga a la ecología zonal.

 

El problema se presta a interrogantes, hasta ahora sin respuesta ¿Cómo es posible que -excluida la casualidad- ocurran estos hechos en el área de algunas de las zonas más pobladas del país, sobre un río esencial a la actividad comercial de varias naciones...? Esas islas sospechosamente arrasadas por el fuego ¿no tienen propietarios? Y en tal caso ¿quiénes son?¿qué pueden decir al respecto los catastros provinciales?

 

De no ser así, se entiende que son bienes de los estados provincial o nacional, lo cual para nada los convierte en tierra de nadie. Precisamente las masivas protestas de los últimos días han deparado algunas reacciones curiosas por parte de los poderes públicos. Las policías provinciales, por ejemplo, han declarado que solamente esperan la orden de la Justicia para intervenir en el caso, lo que suena más que insólito ya que de existir delito, como todo lo hace presumir, la fuerza pública puede y debe intervenir "de motu propio".

 

Más llamativa todavía es la actitud de la propia Justicia... ¿cómo es posible que en seis meses o más de ocurrencia de estos sucesos no haya procedido de alguna manera que sea especialmente efectiva y, de ser posible, aleccionadora...? La certidumbre la tiene constantemente a la vista bajo la forma de las columnas de humo que se levantan a pocos kilómetros de las áreas costeras... En el peor de los casos evidenciaría que no se ocupó y en el mejor que su acción no ha sido efectiva.

 

El antiguo e irónico dicho relativo a la parición de la abuela bien se podría aplicar en estos lamentables sucesos: no es ningún secreto que la Argentina es uno de los países que deforesta en forma más desaprensiva, acción contra la que nada han valido hasta ahora las denuncias de entidades que alertan sobre el problema y sus consecuencias. Parecería que a las hachadas y desmontes mecánicos promovidos por los grandes capitales se agrega ahora el fuego, por cierto que no menos irracional para con los humedales del río Paraná. Y van más de un millón de hectáreas arrasadas.

 

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