Lo feudal vuelve con los libertarios
I - En la Edad Media, la autoridad de la religión logró convencer a buena parte de los pobres y desheredados del mundo que el sufrimiento era el pasaporte seguro al Reino de los Cielos. Creían eso mientras eran sumergidos en un sistema que reducía a la servidumbre a las grandes mayorías y a las ataduras de contratos vasalláticos a una capa que puede considerarse hoy equivalente a la clase media. Esa sujeción de toda la sociedad al poder de grandes señores feudales se consideró siempre una época oscura de la historia europea.
II - Siglos después, y ya bañados en las aguas de la Ilustración y el Racionalismo, la humanidad que emerge de la Revolución Francesa miró esos años sombríos sin poder explicarse cómo fue posible semejante dominación del espíritu humano al que se asumía dotado de una pulsión irrefrenable a la igualdad, la libertad y la solidaridad.
El racionalismo que hoy creemos rige nuestras vidas y nuestra sociedad, miró azorado aquéllos años sin entender como pudo un sistema económico, el feudalismo, avanzar no solo sobre el aspecto material, sino, y más inexplicablemente, cómo logró la aceptación de toda la sociedad que ató su destino a un sistema de dominación perverso y antinatural que, sin embargo, se presentó como natural, esto es, ajustado a la lógica de la existencia misma de la humanidad.
III - Pocos años han bastado para advertir, o al menos, sospechar, que aquél racionalismo que creíamos saturaba toda nuestra vida, hoy debemos ponerlo en duda. Es necesario advertir que, tal como lo hizo la autoridad eclesiástica en la Edad Media, un gigantesco aparato mediático infunde hoy el mismo poder de dominación material y simbólico sobre las grandes mayorías a las que se castiga quitándole derechos y recursos y se las induce a creer que hay un Reino de los Cielos, donde se premia a los desheredados. Como suele suceder en la historia de la humanidad, los mecanismos materiales o simbólicos se van perfeccionando, ya sea para bien o para mal, y es así que, esta vez, la maquinaria de dominación de mentes, cuerpos y almas ha desarrollado formas más sofisticadas de convencer y adormecer a las masas.
IV - A diferencia del Cielo que prometía la Iglesia y que no se podía ver, hoy, ese Cielo se sirve como un menú a la carta para que, cada quien que se meta en la realidad virtual y se deje mecer en los brazos de los algoritmos, tenga a su disposición un Cielo a la medida de su limitada capacidad de representarse como humano reforzando sus miedos, sus prejuicios, alejándolo cada vez más de la máxima aspiración humana cual es la construcción de un futuro.
Va forjándose así una falsa identidad que nada tiene que ver con lo que se asume como naturalmente humano.
V - En la Argentina de hoy, años de luchas y de esfuerzos de generaciones por lograr salir de la trampa del mero extractivismo agrícola o minero y apuntar a una economía productiva de bienes y servicios industriales, está siendo destruidos a la sombra del desinterés y la falta de consciencia de las consecuencias catastróficas que esta política va a tener en el futuro de todos. El votante de Milei que espera un milagro de las Fuerzas del Cielo, y ve (o no quiere ver) como se destruye todo el mundo del trabajo, de la producción, de la educación, la ciencia, la salud las obras la energía, los derechos, ese votante sin saberlo está reeditando ese mundo oscuro de la Edad Media. No ve la realidad e la refeudalización del mundo, su reducción a un siervo de las redes o vasallo de las corporaciones a cambio de la promesa de las Fuerzas del Cielo que no son otra cosa que la remake del Reino de los Cielos donde la vieja Iglesia prometía hace siglos la felicidad que se le negaba en la tierra.
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