Sabado 17 de mayo 2025

Manifestación de impunidad

Redacción 17/10/2022 - 08.50.hs

La violencia delincuencial en la ciudad de Rosario no parece tener límites ni esquivar niveles. En los dos últimos años se han registrado coimas en las autoridades, asesinatos a sangre fría (algunos a mujeres y delante de sus hijos pequeños), coacciones a comerciantes para el pago de "impuestos" y, lo más grave en cuanto a niveles institucionales, desenfadados tiroteos de "advertencia" contra personas y edificios públicos, judiciales especialmente.

 

Increíblemente, esa técnica de amedrentamiento se aplicó a altos funcionarios y, algún tiempo atrás, hasta al mismo gobernador de la provincia, cuya casa fue tiroteada impunemente. La técnica suele ser repetida y típica del ambiente: sicarios en motocicletas que abren fuego al pasar raudamente.

 

En la actualidad, bandas armadas sin escrúpulo alguno se disputan los "negocios", muy especialmente el de las drogas, pero sin desdeñar el contrabando y la imposición de pagos a comerciantes (so pena de descargar sobre ellos distintas formas de violencia). En una perspectiva general "una mano invisible" parece manejar los hilos del crimen y sus distintos grados de aplicación.

 

La violencia institucionalizada regresada a la que fuera la segunda ciudad de la Argentina a los años treinta del siglo pasado, cuando campeaban en ella "Chicho Grande" y "Chicho Chico" y se construía la cuasi leyenda de Agatha Galiffi, llamada "La flor de la mafia". Una cifra basta para sostener esa afirmación: más de 200 víctimas por muertes violentas en los últimos años. Otro ejemplo está en el hecho de que desde el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner a la fecha, el Concejo Municipal de Rosario fue escenario de dos amenazas de bombas.

 

Semejante panorama, increíblemente, parece haberse agravado. Ahora, irritados al parecer por las crónicas de publicaciones diversas, la delincuencia rosarina ha llevado su audacia y desenfado al grado de identificarse y aceptar el apodo colectivo con que se la conoce, "mafia", haciendo público un aviso escrito en una tela y dejado en pleno centro de la ciudad. En él amenazan directamente con matar periodistas si continúan tocando el tema, con un cierre estremecedor: "Con la mafia no se jode".

 

Tal manifestación de impunidad -que hasta se podría interpretar como burla y desafío- ha puesto a las autoridades de todos los niveles en un problema no menor; ¿es posible que una (o varias) organizaciones de delincuentes pueda desafiar sin mayores problemas a toda la estructura del Estado -que no es pequeña- en materia de seguridad?

 

Los trascendidos apuntan, incluso, a la facilidad consentida con que los jefes encarcelados pueden comunicarse con su gente sin problema alguno. El periodismo de aquella ciudad, y también el de orden nacional, reclamaron alarmados y con justa razón, el mínimo de seguridad imprescindible a su tarea, que registra antecedentes nada gratos en el mismo sentido.

 

En la época de auge que casi un siglo atrás tuviera la delincuencia rosarina, pareciera que la ciudad vuelve a justificar la denominación que le adjudicaran por entonces, en alusión a la ciudad donde lucían los pandilleros estadounidenses: la Chicago argentina.

 

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