Papelones parlamentarios
¿Hasta dónde llegará el desprestigio del Congreso de la Nación? La pregunta es válida si se echa un vistazo a los temas y proyectos tratados, aunque de todos ellos se lleva el lauro el organizado recientemente por la diputada chaqueña del PRO, Marilú Quiroz, quien propició una demostración –presuntamente científica-, para probar que la vacuna contra el Covid 19 “causa magnetización en el cuerpo”. Nada menos. La legisladora, quien al parecer no tiene antecedentes valederos en el tema aunque es una militante extrema del oficialismo, llevó la experiencia al punto de que una persona se despojara de la ropa en la parte superior de su cuerpo y demostrara la supuesta magnetización causada por la vacuna.
Casi de inmediato la afirmación quedó desvirtuada en el nivel científico serio, pero quedó la duda respecto a la facilidad de lograr un encuentro anti vacunas en el Congreso. La respuesta es que contó con la autorización del presidente de la Cámara de Diputados, a quien no pareció importarle que el acto daría lugar –como ocurrió efectivamente— a la presencia de sectores anti vacunas cuyas únicas razones, expresadas a viva voz, carecieron del mínimo argumento científico pero sí sembraron dudas y temor.
La idea se inscribe en el desinterés del gobierno nacional por las campañas de vacunación (que ha llevado al resurgimiento de algunas enfermedades que se creían erradicadas) y, si se mira más hacia atrás en el tiempo, a desatinos tales como el de la a posteriori ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, desconfiando de la vacuna descubierta y aplicada por los rusos, aduciendo que “podía ser portadora del germen del comunismo”. Bullrich la rechazó propiciando un intercambio con las producidas en regímenes de índole “menos socialista”, como el caso de Gran Bretaña y con la sugerencia de realizar un trueque por las Islas Malvinas.
Por si fuera poco, la Argentina debe ser el único país del mundo que promocionara para el cargo de diputado a un político de estrecho y probado vínculo con un narcotraficante, en un escándalo que alcanzó las mismas filas del partido gubernamental.
Volviendo al inicio de este comentario, se debe tener presente que esos disparates –y otros del mismo calibre—se dieron en el nivel de las más altas autoridades de la Nación, como lo son una diputada y un candidato. Por si los narco-legisladores quedaran sin representación parlamentaria, por estos días se discutió el acceso al Senado de una traficante que fuera condenada por esa actividad en los Estados Unidos, quien finalmente resolvió renunciar a su banca de senadora. Lo hizo a cambio de mantener su sillón de diputada, a la que había dimitido previamente para asumir su nuevo cargo.
Así, en el mismo ámbito parlamentario, buscando ganar notoriedad y pasando un nuevo papelón, también hizo lo suyo la diputada Lemoine, quien para el caso torpedeó con insultos e improperios el reciente juramento de los diputados de izquierda, descalificando especialmente el justo apoyo al pueblo palestino.
No es ninguna novedad decir que el pueblo en general ha perdido la confianza en sus instituciones. Esa actitud –que es válida para los tres poderes que rigen el país-, se debe en gran medida a las actitudes vergonzosas e intolerantes de quienes están al frente que, al margen de posturas francamente de mala educación, hacen gala de desconocimiento de la materia a la que deben referirse. Lo importante, claro, parece tener como único objetivo hacer mérito ante los jefes. La representación del pueblo y la verdad misma pasan a ser otra cosa.
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