Jueves 19 de junio 2025

Sobre estoicos y decadentes

Redacción 06/04/2025 - 11.41.hs

El pasado 24 de marzo, el discurso del gobierno nacional fue resumido en un video, donde un jovenzuelo de treinta y pocos años compartía sus visiones, no sobre el hecho que se estaba conmemorando -una dictadura atroz que produjo centenas de condenas por delitos de lesa humanidad- sino sobre su descubrimiento, reciente tal vez, de que en el país existieron agrupaciones armadas de izquierda. Un asunto sobre el cual existe más que abundante literatura basada en investigaciones serias. El pasado 2 de abril, en tanto, el presidente leyó como un loro el discurso producido por otro muchacho del entorno gubernamental -ese que gusta de apuñalar los libros que detesta con un cuchillo romano- en el cual se cometió el desliz de dar como válido el principio de autodeterminación de los actuales usurpadores de las Islas Malvinas. ¿De dónde salen, cómo consiguen a estos "productores de contenido"?

 

Orgánicos.

 

Aparentemente existen, en el actual esquema gubernamental, algunos jóvenes -son todos de género masculino- a los que se les ha adjudicado el mote de "intelectuales". Algunos van tan lejos como para designarlos "intelectuales orgánicos", acaso para aclarar que no son ultraprocesados, esto es, que en el proceso de su fabricación no se emplearon colorantes, ni conservantes, ni otras sustancias industriales.

 

Cómo se llega a ser un intelectual de ultra derecha es todo un misterio. Hasta no hace mucho, se suponía que para acceder a esa categoría hacían falta años y años de pasar por las universidades y demás academias, quemarse las pestañas leyendo e investigando, publicando libros y dando conferencias. Pero claro, el problema es que quienes siguen este derrotero, de tanto alternar en esos ambientes "woke" donde, encima, pulula el feminismo y la corrección política, terminan irremediablemente teñidos de socialismo.

 

No debe olvidarse, por otra parte, que en el nuevo paradigma libertario, esto es, el emprendedor cibernético, el mito fundante elude por completo la formación universitaria. Así como a Jesús lo engendró una virgen, y a Moisés lo rescataron en su cunita flotante del río, el mito sobre el surgimiento de estos nuevos superhéroes es -desde Bill Gates y Steve Jobs para acá- que en algún momento abandonaron la universidad, y se hicieron millonarios con algún invento genial pergeñado en un garage, sin ninguna intervención de sus padres ni ¡muchísimo menos! subsidios estatales.

 

Estoicos.

 

De todos modos, no importa tanto de dónde salieron, ni tampoco viene al caso discutir su prontuario, que vaya si lo tienen y les dará trabajo en el futuro a los abnegados jueces penales, cuando este gobierno y sus integrantes caigan en desgracia.

 

Hay que distinguir al creador de su obra, por eso en esta columna se intentará atisbar en algo la compleja constelación de fuentes culturales que nutren a estos pensadores que, le gusten o no a cada quien, hoy por hoy tienen peso en el gobierno e influyen en sus decisiones. Cómo es que llegaron a coincidir en un cóctel ideológico que propone la negación de los crímenes de la dictadura, se opone al feminismo, al aborto, a las diversidades sexuales, la eutanasia y, crecientemente -aunque todavía en forma embozada- cuestiona la utilidad de la democracia misma.

 

Sorprenderá, entonces, enterarse de que muchos de estos "pensadores" abrevan en el estoicismo, una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el siglo III a.C., que proponía un sistema de creencias -y de vida- basado en la observación racional del mundo y la búsqueda de la virtud como máxima felicidad, sin dejarse dominar por el deseo de placer, la recompensa inmediata, o el miedo al dolor. Ideas nobles, desde luego, pero no es difícil asociarlas con el pensamiento de extrema derecha, entre otras cosas, porque la "virtud" que pregonan -como casi todo en la Grecia clásica- era excluyentemente masculina.

 

Roma.

 

No es un dato menor que uno de los estoicos más prominentes fue Marco Aurelio, emperador de Roma (121-128 d.C.). Lo cual nos conduce a otra obsesión de este nuevo pensamiento de derecha: el período de decadencia del imperio romano, al que casi invariablemente refieren como espejo de los tiempos que nos tocan vivir. Ya se sabe, la decadencia es el caldo de cultivo favorito de los fascistas, que gustan de señalar los vicios y penurias de la época presente -adjudicándoselos a algún enemigo más o menos inventado, como los judíos, los comunistas o, por qué no, las mujeres- para prometer el regreso a una virtuosa era dorada, cuya existencia histórica nunca precisan del todo.

 

En estas citas históricas hay bastante plagio a los referentes norteamericanos actuales como Steve Bannon y el propio Elon Musk, que aunque entre ellos se pelean como perro y gato, compitiendo por la atención del líder de su movimiento, no dejan de abrevar en la misma cloaca ideológica.

 

Allá al menos existe cierto fundamento para este análisis, ya que la decadencia del imperio norteamericano resulta ser un dato ya innegable para propios y ajenos, y en ese reconocimiento hay que buscar, en buena medida, el dramático giro que acaban de dar la diplomacia y la economía norteamericanas.

 

El relato neoconservador propone que el actual período histórico recuerda al fin de la república romana, cuya decadencia atribuyen a la conducta licenciosa de la aristocracia enquistada en el Senado -lo que hoy aquí llaman "casta" y en Washington llaman "deep state"- y sobre todo, la influencia degenerada del Oriente lujurioso. No hace falta mucha astucia para descubrir que este derrotero histórico conduce necesariamente a la "necesidad" de un líder autocrático, que en Roma fue el emperador, y hoy en EEUU no se sabe cómo se llamará, aunque no falta quien proponga volver a la monarquía. Por las dudas, los hijos de Donald Trump se anotan en esa lotería.

 

La alternativa, por supuesto, es que el momento actual se parezca más bien al fin del imperio romano propiamente dicho -período bastante poco virtuoso por cierto, aunque en algún momento haya adoptado la religión cristiana- y que ahora lo que le espere a Washington sea, nomás, la debacle final.

 

Si todas estas son especulaciones allá en el Norte, qué nos tocará aquí en la periferia. Mientras tanto, la fascinante Roma sigue diciéndole algo a cada quien, y en el caso de nuestros "intelectuales orgánicos", los seduce con su aura de gloria, de virtud, y de masculinidad. ¡Ah!, si tan sólo las chicas les hubieran prestado un poco atención a estos muchachos...

 

PETRONIO

 

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