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Martes 23 de diciembre 2025

Twain y la tozudez de los engañados

Redacción 23/12/2025 - 00.36.hs

En estos días de renacer de las ideas de derecha individualistas e insolidarias, donde todo parece resolverse en el sálvese quién pueda y hasta las víctimas del sistema que se implanta aplauden su propia degradación, viene bien recordar a quienes tempranamente advirtieron este fenómeno.

 

El pobre de derecha, el producto más increíble del capitalismo, siempre asombró a los pensadores y a quienes, hace más de un siglo, advirtieron sobre su presencia en los electorados.

 

En los años en los que escribía “Príncipe y mendigo”, la popular novela llevada al cine varias veces y que ha sido banalizada en su trasfondo de crítica social aguda, Mark Twain sentenció: “Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”.

 

La frase, dicha en la década de los 80 del siglo XIX, cabe perfectamente para definir hoy, 150 años después, un perfil político que se niega a ver, pese a la abrumadora evidencia, que todo lo que se le prometió cuando se sumó con su voto al nuevo mesías anti Estado argentino, era un engaño.

 

Se lo convocó electoralmente a sumarse a la liga que iba a destronar a la llamada “casta” de políticos y, en cambio, lo que sucedió fue que su líder libertario se alió a la peor de las castas políticas argentinas, y les dio los resortes principales de la economía, la seguridad, la salud, la educación para que cumplieran el viejo sueño de esa casta que es, destruir todo lo que da bienestar a la sociedad y desviar esos recursos para los negocios financieros y sus jugosas comisiones.

 

Como un encantador de serpientes, se le hizo salir de su canasta de “apolítico” para que, al son de la flauta anticorrupción, votara contra quienes le garantizaban estándares de bienestar que nunca más recuperaron. A cambio se les hizo espectadores mudos de los casos más flagrantes de corrupción como la criptoestafa de $Libra y las coimas con los fondos de medicamentos para personas con discapacidad.

 

Se les prometió suba de salarios en dólares como “pedo de buzo” y que les iban a “salir dólares por las orejas”, y a cambio sufrieron el peor ajuste en el consumo popular que se recuerde con índices espantosos en el consumo de carnes y leche en un país que los produce; y un creciente endeudamiento de las familias a niveles nunca antes vistos en la historia reciente.

 

Por si esto fuera poco, la reactivación de la producción que iba a producir oportunidades de empleo se tradujo, en los hechos, en despidos masivos de personal público y privado, en el cierre de fábricas y grandes comercios porque lo único que creció fue la actividad extractiva que, lejos de concentrar personal, lo expulsa, gira sus divisas al extranjero y no derrama nada.

 

La frase de Mark Twain no es sólo una ocurrencia ingeniosa de alguien que buscaba divertir a su público. Fue una advertencia temprana de lo que sucedería en el mundo cuando las fuerzas del capital se concentraran de tal forma que ni los Estados podrían oponérseles. Su predica tiene la actualidad hoy de una lucha que no parece reconocer avances más de un siglo después.

 

Las amenazas de EE.UU a Venezuela recuerdan su lucha contra la anexión de Filipinas, su denuncia contra las atrocidades colonialistas en Congo, reviven hoy con el sistema esclavista que extrae el coltán de Africa para su utilización por las grandes empresas tecnológicas del mundo. Su lucha contra el narco colonialismo que embotó a China en la guerra del opio, vuelve hoy en la hipocresía norteamericana de buscar fuera, el problema de adicciones y bandas narcos que distribuyen dentro de su país la droga sin control a millones de adictos estadounidenses.

 

El mundo parece haber hecho oídos sordos a sus advertencias y solo parece querer tomar de su producción literaria, una versión edulcorada desprovista de la profundidad de crítica social, económica y política que la animaba. Y así estamos.

 

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