Una poda necesaria
Seguramente ningún habitante de la ciudad puede renegar de los árboles que embellecen las calles santarroseñas desde sus veredas, pero cuando esas agradables presencias no tienen el cuidado que merecen y que se les debe brindar, la circunstancia repercute de inmediato en el quehacer cotidiano.
De esto, un ejemplo claro, sencillo y reiterado puede ser la ausencia de poda porque, más allá de la utilidad biológica y estética de la tarea, es muy frecuente que el desarrollo lateral de los árboles influya en la visión de los semáforos. En Santa Rosa hay al menos tres sitios semaforizados en los que los colores de control apenas si son visibles a menos de medio centenar de metros, porque los tapan las ramas. No constituyen un gran riesgo para los conductores porque siempre está el recurso del frenado, pero hay que tener en cuenta que existe un reducido peligro que puede eliminarse con una poda adecuada. Lo mismo puede decirse de los matorrales –ya no árboles— implantados en las esquinas y que ocultan el tránsito del sentido contrario.
Pero dentro de estos problemas que podrían considerarse menores aparece un detalle que, ese sí, es peligroso: los árboles inclinados. Hay en la ciudad algunos lugares donde la inclinación del tronco principal es francamente peligrosa, máxime cuando se considera la acción de vientos fuertes que suelen embolsarse en las calles urbanas. En las recientes catástrofes que ha sufrido el país se evidenció que uno de los problemas más serios lo constituían los árboles derribados por el viento y con sus raíces aflojadas por la lluvia.
No estaría demás que nuestros munícipes recorrieran las calles con ojo crítico al respecto, aprovechando que se acerca la temporada ideal para las podas.
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