Chela Gentile: señora de la zamba
En este duro invierno, brilla el Valle Argentino bajo la mañana clara de agosto, a pesar de que promete más frío. Estamos en General Acha, luego de La Pampa que hace casi noventa años recibió a un jovencísimo Alberto Gentile, que con 15 años y su "sinfoneta" a cuesta, fue depositado en algún puerto de Italia por su madre con boleto a la Argentina para que se salvara de la Gran Guerra.
Las palabras de su hija mayor, Anita Carmen Gentile, lo recuerdan así: "Mi papá tuvo su orquesta que tocaba por toda esta zona. Es posible que con su orquesta típica haya comenzado en los años 20, tal vez por el 27, y estuvo tocando hasta entrados los años 30. Sí recuerdo que el pianista de mi papá era Argentino Valle, y mi padre tocaba un instrumento que había traído de Italia llamado sinfoneta o 'bandoneón de señorita', que en vez de tocarse en forma horizontal, los fuelles se estiran verticalmente. Así que de esa manera llamaba la atención".
Como un mandato familiar, la música fue el horizonte de su hija, la mayor de cuatro hermanos. Y "Chela" habrá de transformarse en el principal referente de la historia musical popular achense de los últimos cincuenta años.
La editorial "Voces" presentó el CD "Fotos viejas", que a través de cuatro intérpretes, una de ellas la achense Pilar Ziaurriz, Leticia Pérez, Laura Paturlane y Marcela Eijo y la participación de otros músicos como Federico Camiletti, encargado también de la grabación del mismo, nos introduce una vez más en la obra distintiva y personal de "Chela" Gentile.
"Chela" nos relató sus comienzos con la música y el descubrimiento del folclore y lo popular. Sus obras desde entonces son textos que hablan y salvan del olvido al General Acha de otros tiempos, pero que ella nos hace recordar. Sus canciones, una parte de su obra, se ha rescatado en estos últimos años a través de una iniciativa realizada en conjunto entre el "Grupo del Arenal" -Néstor Massolo, Dora Battistón y Marcelo Cordero- y la Editorial Voces de la Cooperativa Popular de Electricidad.
También Carlos Urquiza, entre otros, ha dado nueva vida a una serie de canciones que por años habitaron el reducto donde "Chela" se ha movido con la excepción de "La zenona Antequera", que René García paseó por el país y la milonga que a fines de los 60 el entrerriano Víctor Velázquez le grabara: "Que no me llore el cristiano".
-¿Cómo se da tu primer encuentro con el piano?
-Es mi primer instrumento. En verdad me compraron un pianito y yo tenía unos 7 años. Era medio de juguete pero empezaba a poner los dedos. El que me enseñaba era mi papá, lo que sucede es que después se enfermó mi mamá en el año 37 y nos fuimos a vivir con la abuela, porque mi mamá estuvo largos años internada. Mi hermano mayor Alberto y yo nos fuimos a Pringles. Empiezo a estudiar piano y luego me voy a Pringles donde tomo clases con una profesora cuyo nombre no recuerdo, después me toma un maestro de música español de quien resulto ser la número 3.000. El maestro se llamaba Dimas Lurbes, ya era un hombre muy grande. Con él empiezo a tener cariño a la composición, en ese momento llegó a escribir una jota que me dedicó. Con Lurbes hago el profesorado elemental.
-¿Por qué llegas con él a gustar de la composición?
-El me estimulaba además estudiar un poco de violín y de guitarra. Ahí me hacía escuchar sus composiciones y a mí me gustaba lo que el hombre escribía, y yo pensé que también algún día podía hacerlo. Y así empecé a componer cosas elementales que nunca las publiqué, por ejemplo mis primeras cosas para mi primer sobrino nieto "Canciones para Martín". Compuse también otras cosas para violín que ni las tengo. Y las pierdo porque no le doy importancia. Así tengo algunas zambas que nadie las conoce.
-¿Qué música estudiabas con este maestro español?
-En el conservatorio no se estudia folclore, jamás, todo es música clásica. Pero es en La Plata donde me enseñaron bien a estudiar. En cambio con el viejito si yo escondía algún libro, él no se daba cuenta. Cuando voy a La Plata paro en la casa de mi tío Juan y es él el que me va a recomendar un buen lugar y un mejor profesor para mi. Yo pretendía ir a la Escuela de Bellas Artes de La Plata, pero mi tío me dijo 'No me gustan los profesores que hay. Pero existe una profesora muy buena, se llama Emeteria Sangorrin y hay una sola vacante'. Para entrar con esta profesora tuve que dar un examen, por ejemplo a mi me tocó con el director de Coros del Teatro Argentino y con el director de LS 11 Radio Provincia. Fui a la prueba y toqué algo de Chopin, estas personas eran las que avalaban a un alumno para que fuera tomado por la señora Sangorrin. Así entré y ahí supe lo que era estudiar. Y tengo algo que hasta hoy me queda en la memoria. Me acuerdo que cuando me voy a sentar en el taburete, lo primero que me dice "Suba el taburete". Desde ese día cada vez que me posiciono ante un piano lo primero que hago es ver si el taburete está a mi altura. Ningún profesor se había fijado antes si yo bajaba o subía el taburete. Ella por ejemplo me decía "Vamos a estudiar La Patética es así" y ella se sentaba en el piano, la tocaba primero. Esta es la sonata decía y la tocaba. Me enseñó a estudiar con Bach, primero la mano izquierda y luego la derecha, yo renegaba porque a lo mejor tenía cuatro compases y de lunes a jueves machacaba lo mismo y así sucesivamente. Hasta que terminaba y luego la otra mano. Pero ocurre que mientras vos te hartabas de hacer eso, vos ibas memorizando. Si yo tocaba una nota mal ella me lo marcaba con un círculo con un lápiz negro común, la segunda volvía a hacerlo y ya la tercera lo hacía con un lápiz rojo, eso decía que allí estaba mi error y decía corregido.
-¿Cuántas horas estudiabas?
-Bueno yo tenía que ir a la casa de ella porque mi tío no tenía piano. Yo entraba a la 1 de la tarde y salía a las 6. Yo siempre llegaba en el tranvía número 7. Era muy afectiva pero no quería saber nada con que yo tocara música popular, tal es así que una vuelta yo había llevado una partitura de un bolero que creo que se llamaba "Mi carta" y creyendo que ella no estaba allí me lo puse a tocar, cuando lo escuchó me lo sacó suavemente y se lo llevó para otro lugar. Así era ella tenía una exigencia tal pero con toda amabilidad que uno nunca la llegaba a odiar.
-Esta es tu formación clásica, ¿cómo accedes a tu formación popular, más allá de lo que escuchabas con tu padre?
-Cuando volví a Acha después de mi estada en La Plata, yo venía del mundo de lo clásico, pero me di cuenta que en el pueblo ese mundo no andaba, no cabía. Eran muy pocos los que accedían a él. Yo regresé en 1947 a Acha y pude estar con mi mamá sus últimos años de vida, porque ella falleció en el 49 con 37 años de edad. Cuando yo vine me di cuenta que si yo quería dar un concierto de lo clásico pocos iban a ir a escucharme. Luego vienen los años 60 con el boom del folclore y me dije "Voy a tener que componer folclore para que la gente aprenda a querer a su pueblo y a mirarlo". Hice "Zamba de mi pueblo" y desde la planicie voy diciendo todo lo que veo. En realidad empecé a componer folclore porque sabía que había acá guitarristas y folcloristas como el conjunto "Pampa Hué", Aroldo Rivara, había gente que tocaba serenatas como los Urquiza, Juanchin López. No había muchos conjuntos, pero había más que ahora. Entonces me dije voy a empezar a escribir folclore porque Acha tiene alma de folclore. Lo primero que compongo es una zamba dedicada a Horacio Sarasola se llama "Quiñé Malal" y tiene que ver con la laguna que está frente a Gendarmería y que ahora está prácticamente seca. En ese entonces no existía "Villa Parque Don Cirilo", a esa laguna la veía como si estuviera muy alejada. La vi tan sola que me dio pena, una zamba muy pobrecita en la melodía y en la letra. Si yo componía antes era dentro de lo clásico pero acá nadie me reclamó esto, así que decidí abrazar la composición dentro de lo popular.
-¿Qué música te gustaba cuando empezaste a componer lo popular?
-Cuando empecé a componer lo hice con el folklore. Y lo que más me gustaba era un genio que se llama Eduardo Falú. Siempre digo que la proyección folclórica ha sido un antes y un después de Falú. Cuando hice un curso de folclore, porque yo era socia de la Asociación de docentes de música ya que por 35 años fui profesora de música y de inglés en la Escuela Normal de Acha y en el Colegio Nacional y esa a sido una hermosa oportunidad que tuve de enseñarle a mis alumnos lo que es el Folklore Científico.
La alumna.
"Chela" Gentile se considera, y con orgullo, alumna de uno de los padres del folclore como ciencia en la Argentina: Augusto Raúl Cortázar, responsable de una de las teorías más tenidas en cuenta durante años en nuestro país, junto a lo estudiado por Carlos Vega.
"Fui alumna del doctor Cortazar. Llegué a él cuando estaba de intendente Francisco Galarraga, y me dice: 'Chela, va a venir una delegación del Fondo Nacional de las Artes', y con esa delegación venía el doctor Cortázar con sus alumnas. Ellos venían por la especialidad de los mangrullos y había uno en Acha. Querían determinar su ubicación y si era falsificado o verdadero. Ese mangrullo lo habían hecho los militares con gente de campo de Acha. Recuerdo que lo primero que dicen al acercarse al mangrullo es: 'Este es falsificado, pero de todos los falsificados es el mejor que hemos visto'".
"Les pregunté -continúa- cómo hacían para determinar que era falsificado y ellas me enseñaron que por tener clavos no era verdadero, y además estaba atado con tientos. La verdad que eso me llamó la atención. Poco me hubiera imaginado la existencia de esta especialidad en el folclore. En verdad el folclore tiene innumerables líneas de estudio y de acción. Una vez que vimos el mangrullo salimos a hacer una recorrida por el pueblo y en un momento le expresé de mi interés por conocerlo, ya que había empezado a leer sus libros y le comenté sobre uno de sus textos 'Esquema del Folklore'. Le fui diciendo lo que él había escrito en ese libro. Cortázar que era abogado, profesor de Filosofía y Letras y miembro de la academia de Historia, alabó mi memoria ante sus alumnas".
Gentile indica: "En las vacaciones de verano iba a Buenos Aires y hablaba con él, y le hacía todas las preguntas necesarias sobre la ciencia. Es decir, era una alumna a la distancia a lo que él me propuso seguir la licenciatura, pero para mí era imposible por mi trabajo, y tenía una limitante que era el aprender danzas, y a mí bailar no me gusta".
"Cierta vez el Fondo Nacional de las Artes llamaba a hacer cursos a los especialistas de música y literatura y (Cortázar) me impulsó a que yo me presentara. Cuando me comunican que estaba habilitada para cursar. Me becaron, entonces yo no sabía que hacer y me fui al Instituto de Musicología donde me encuentro con otro grande, el profesor Bruno Jacovella. Le comento que a mí me gustaría por lo menos aprender algunos instrumentos en el norte del país y me dice que estoy más que para estudiar para ir a trabajar. Me señaló una serie de cajones y me invitó a que metiera la mano. En esos cajones estaba lo que se había investigado sobre Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán, y cada uno que habría estaba lleno de papeles. Entonces me dice porqué no abría el de mi provincia, La Pampa, y había sólo un censo, tal vez el del año 21y nada más. Allí me di cuenta que yo tenía que volverme a mi provincia y empezarla a conocer y estudiar. Y él me señaló que sería interesante que trabajara sobre música folclórica en los grupos criollos y música en los grupos indígenas. Ese fue el trabajo que yo hice para el Fondo Nacional de las Artes en el año 1974", concluyó "Chela".
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