Martes 23 de abril 2024

El estilo del vino argentino

Redacción Avances 07/06/2020 - 07.21.hs

Cómo el paso del tiempo, la tecnología, los mercados, las nuevas generaciones de agrónomos y productores van cambiando la forma de entender nuestra bebida nacional.

 

Víctor Beascochea*

 

¿Se puede hablar de un estilo de vino argentino? Una respuesta fácil sería decir que sí, asociándolo a la imagen de una cepa, la Malbec. Pero… suponiendo que esto fuera así, ¿se puede hablar de un solo estilo de Malbec?

 

La respuesta es no, ni hay un solo estilo de Malbec, ni éste habla de un estilo por sí solo.

 

Aún con los embates de la economía a lo largo de los años en el mercado interno, Argentina es uno de los protagonistas del mundo del vino desde hace mucho tiempo. Y si bien, nuestra cepa emblemática, la reina importada, nos muestra ante el resto y nos permite una gran gama de posibilidades a la hora de vinificar (tintos, rosados, dulces, espumosos y hasta blancos), hay vida después de ella.

 

La pregunta se repite ¿se puede hablar de un estilo de vino argentino? Ensayemos una respuesta.

 

Antes de 1990 los vinos, blancos, tintos, rosados, casi en su totalidad eran genéricos, es decir, se levantaba la uva, primero la blanca, luego la tinta, sin demasiada distinción de cepa, se mezclaba en la bodega, se vinificaba, se embotellaba y salía al mercado. Las etiquetas rezaban “Vino Blanco Fino”, “Vino Fino Tinto”, a lo sumo “Vino Fino Reserva” sin demasiadas pretensiones que la de ser vendido.

 

Mejores productos.

 

A partir de esa década esto fue cambiando, primero copiando el modelo de Estados Unidos de varietalidad, pero sobre todo con la tecnología incorporada en las bodegas como los equipos de fríos (en tanques de acero inoxidables). Estos permitían, por ejemplo en los vinos blancos –que al ser vinificado sin sus pieles sufren mucho más que los tintos su transformación desde la viña a la bodega–, preservar intactos sus aromas y sabores protegiendo al mosto (jugo de uva) del oxígeno. 

 

Luego, el trabajo en conjunto de ingenieros agrónomos y enólogos permitió el mejor manejo de los viñedos, aprendiendo a cosechar cada uva en su punto óptimo de madurez (relación acidez-azúcares) logrando productos con mayor potencial, pero también favoreció a la búsqueda y exploración de nuevos terruños: De altitud, como Valle de Uco en Mendoza, Valle de Calingasta y del Pedernal en San Juan, terruños de extrema altura en los Valles Calchaquíes e inclusive en los últimos años en lugares como Valle de Calamuchita y Traslasierra en Córdoba. Y de latitud, yendo aún más al sur de Río Negro y Neuquén, constituyendo en Chubut los viñedos más australes del mundo en lugares como Trevelin o El Hoyo en Epuyén pertenecientes a la Comarca Andina, o los que se encuentran en la estepa en valles como Gualjaina o, el más austral de todos, a orilla del Lago Musters, sobre el Paralelo 45°.

 

El juego había cambiado, ahora las posibilidades se multiplican.

 

Luego de una etapa sobre finales de 1990 y principios del nuevo siglo, donde la búsqueda de instalarse en los mercados mundiales, buscando la aceptación de los críticos internacionales, llevó a una homogenización de estilos, con blancos “gordos” y untuosos, y tintos con sobre maduración, de alcoholes altos y mucha carga de barrica nueva, el empuje de una nueva generación de enólogos, cambió la manera de entender el vino, buscando vinos que hablen del lugar de donde provienen sus uvas, lo que hace inevitable una diversificación de estilos.

 

Ahora los vinos no tienen que ser de una u otra manera, sino que todos estos avances y cambios, hacen que cada bodega, enólogo y productor busque la mejor forma que crea conveniente para sus productos.

 

Pero podemos trazar una gran línea transversal en esta nueva etapa, que es la búsqueda de la frescura, que no es más, ni menos, que hacer los vinos más fáciles de beber, no por ello resignando calidad, complejidad, estructura ni potencial de guarda. Más fruta y menos madera parece ser la consigna de hoy.

 

Por eso, la respuesta a esa pregunta inicial es no, no hay un solo estilo del vino argentino (¡por suerte!), hay una búsqueda, una constancia, trabajo, investigación, pruebas y errores, pero no una sola forma.

 

Hoy en día, las góndolas de supermercados, vinotecas, restaurantes nos ofrecen una cantidad de variables inagotable que hace que siempre, –sí siempre– haya un vino acorde a cada uno de nuestros gustos. Si esto no te parece motivo suficiente para brindar…Salú!    

 

* Especialista en vinos

 

Embajador de marcas

 

RECOMENDADOS

 

PARA TODOS LOS GUSTOS – VINOS ARGENTINOS

 

Montesto – Agua de Roca
BODEGA PASSIONATE WINES
Precio Sugerido: $1100

 

De Matías Michelini, uno de los enólogos que lideró el cambio en los vinos argentinos. Sauvignon Blanc de Gualtallary, imperdible.

 


Pura Sangre – Malbec/Cabernet Suavignon
BODEGA DOMAINE ST. DIEGO
Precio Sugerido: $700.

 

Don Angel Mendoza, maestro de enólogos, con uvas de Lunlunta, Maipú, Mendoza, 24 meses en barrica, old school para todo el mundo.

 


Yacochuya – Malbec
BODEGA SAN PEDRO DE YACOCHUYA
Precio Sugerido: $3000

 

Icono de los Valles Calchaquíes bajo la tutela de Michel Rolland, amado y odiado, uno de los personajes trascendentales de la industria.

 


Gran Enemigo – Gualtallary
BODEGA ALEANNA
Precio Sugerido: $2200

 

De la mano de Alejandro Vigil (Catena Zapata) este Cabernet Franc que logro los 100pts Parker en su cosecha 2013. Joya, añada a añada.

 


45° Rugientes – Pinot Noir
BODEGA OTRONIA
Precio Sugerido: $1800

 


De Chubut, del viñedo mas austral del mundo, el clíma limite le impre a este vino una personalidad única, delicado y exhuberante a la vez.

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?