Jueves 18 de abril 2024

Forastero en todas partes

Redacción Avances 10/10/2021 - 08.24.hs

Luis Acosta García fue un payador de Dorrego que visitó La Pampa en 1920. Atahualpa Yupanqui le dedicó su obra “Cantor del Sur”, glosando en la poesía las andanzas del artista por la región pampeana.

 

Walter Cazenave *

 

En esta época de juegos electrónicos, Internet y concentraciones multitudinarias a los jóvenes se les debe hacer difícil de concebir que menos de un siglo atrás –la época juvenil de sus abuelos, las diversiones obligadamente por lo limitado de los medios de comunicación–, tenían un carácter más reducido, más íntimo si se quiere. El esparcimiento quedaba limitado a las incipientes “broadcastings” y en buena medida también a los cantores itinerantes que iban de pueblo en pueblo con su bagaje de canciones, criollas preferentemente, haciendo estación en las salas teatrales los más famosos y en boliches y pequeños negocios “con despacho de bebidas” los menos conocidos. A este respecto vale la pena nombrar dos lugares en las principales ciudades pampeanas: “El Chadileuvú”, en Santa Rosa, y “lo de Ortiz” en General Pico.
También los payadores solían ser de esa andanza (recordar que ya a principios de siglo el ya célebre Gabino Ezeiza había tenido una famosa payada con Maximiano Santillán en Cuchillo Co) en las que lucían sus artes improvisatorias, muy a menudo sobre temas que el público solicitaba.

 

Trovador errante.
Allá por 1920 anduvo por Santa Rosa otro de aquellos singulares cantores: Luis Acosta García. Posiblemente su nombre no diga mucho en la actualidad pero lo cierto es que fue uno de los símbolos de su época. Al margen de su condición de improvisador sostuvo memorables contrapuntos con algunos de los mejores payadores de su tiempo. Lo destacable es que en su condición de autor –que también la tuvo– siempre se inclinó hacia lo social y las injusticias del caudillismo y la pobreza. Asimismo, según detalla una crónica de Internet, “su vida errante lo acercó a muchos circos que recorrían los pueblos provincianos, donde desempeñó tras largo aprendizaje el rol de payaso, haciendo popular en la campaña un personaje conocido como el payaso ‘Pérez-Gil’, seudónimo que el público transformó en ‘Perejil’; además actuó como guitarrero, cantor y payador”. Por cierto que aquel apodo marca una interesante evolución del significado de la palabra, usada hasta la actualidad. A su manera Acosta García era un juglar andariego que tenía conciencia de su condición.
Pero volviendo a su paso por nuestra ciudad, una crónica del diario La Capital, en 1922, detalla que: “Se encuentra entre nosotros el payador y poeta popular Luis García quien nos hará sentir sus improvisaciones en el teatro cine Florida. Luis García, según los juicios críticos que hemos examinado al través de diarios y revistas de diversos puntos de todo el país donde ha actuado es un trovador de alma delicada que sabe imprimir a sus versos la galanura de un estilo eminentemente criollo y la melodía suave y expontanea (sic). El mérito está en la improvisación de los versos que fluyen de su mente suaves cadenciosos y sabe sacar partido de los más diversos temas. Creemos que ante nuestro público ha de reafirmar esos prestigios de los que viene rodeado. El siguiente soneto es una de sus composiciones que gustosos la insertamos en estas columnas”.
El mismo diario da con posterioridad una noticia más detallada de la actuación: “Anoche debutó en el teatro cine Florida el payador argentino señor Luis García ante numeroso público que lo acogió con vivas muestras de simpatía. Tuvimos ocasión de oír sus improvisaciones las que a decir verdad nos han impresionado gratamente por la espontaneidad en el pensamiento y por la rápida concepción de las ideas lo que lo coloca entre los trovadores de buena cepa. Entre las improvisaciones tuvo frases amables para con esta dirección recordando con cariño así mismo (sic, ilegible) al señor director. Con una flexibilidad de expresión desarrolló diversos temas que le proporcionaba el público a quien sorprendía con pasajes felices de su numen creador. Cantó numerosas trovas de corte criollo arrancando de las cuerdas de su guitarra que se confundían con el sentimiento que brotaba de su alma sensible y vigorosa. Los aplausos cosechados por el payador García fueron bien merecidos y debe estar satisfecho de que el público que le escuchó ha sabido interpretar sus dotes de cantor de nuestras pampas”.

 

La evocación de Atahualpa.
Aquel tránsito, aquella presencia por estos pagos quedó testimoniada en una hermosa composición de Atahualpa Yupanqui: Cantor del Sur, glosando en la poesía las andanzas de Acosta García por la región pampeana. Yupanqui solía decir que él era, más que nada, un cantor de historias olvidadas y rescata la del payador quizás no olvidado del todo pero muy atrás en el recuerdo. Con sutileza poética dice que el viejo viento surero le llenó la guitarra de cantos en mi menor, deslizando como al pasar la no muy conocida singularidad de que los pueblos de la llanura cantan en tonos menores. Con palabra certera y sentida menta al público y ambiente de Acosta García: “Lo mentaron algún tiempo/ el peón, el estibador,/ el hombre de siete oficios,/ los paisanos del frontón…”.
La elegía yupanquiana dice con claridad su paso por el territorio pampeano cuando memora que “La fama le fue creciendo/ De Dorrego a Realicó,/ De Bahía a Santa Rosa,/ Del Bragao a Pehuajó/.
Esos versos acaso sean la única mención específica de nuestra ciudad dentro del canto ajeno a la provincia.
Hoy, el encuentro casual de la crónica de su visita y actuación en ésta, trajo el recuerdo, complementado en la simple y profunda poesía de don Atahualpa al memorar aquel que “anduvo de pago en pago y en ninguno se quedó”.

 

  • Colaborador

Cantor del Sur

 

Anduvo de pago en pago,
y en ninguno se quedó.
Forastero en todas partes,
destino de trovador.

 

Un día le pidió al viento
que lo hiciera payador
y el viejo viento surero
los secretos le enseñó,

 

Y le llenó la guitarra
de cantos en mi menor.

 

Bajo el ombú solitario
como un gaucho meditó;
Probó su voz en la cifra,
en rasguidos se encendió;
en la milonga surera
serios asuntos trató,
y alzando poncho y vigüela
de su rancho se alejó,
y anduvo de pago en pago,
y en ninguno se quedó.

 

Le fue creciendo la fama
de Dorrego a Realicó,
de Bahía a Santa Rosa;
del Bragado al Pehuajó.
Pasó por el Pergamino,
allá por el veintidós,
cruzó la tierra entrerriana
con rumbo al Guayquiraró,
tal vez pa’ pitarse un chala
bajo los ceibos en flor,
Y anduvo de pago en pago,
y en ninguno se quedó.

 

Tanto torearlo al destino,
el destino lo pialó.
Volvía buscando pampa,
como vuelve un trovador,
contemplando las gramillas,
por esos campos de Dios,

 

Volvía buscando pampa,
como vuelve un trovador,
rico de lindas riquezas:
guitarra, amigos, canción.
En la mitad del camino
se le cansó el corazón
y entro de golpe al silencio,
y el silencio lo tapó.

 

Lo mentaron algún tiempo
el peón, el estibador,
el hombre de siete oficios,
los paisanos del frontón,
Y como la vida tiene
su ley y su sinrazón,
le fue llegando el olvido,
y el olvido lo tapó.

 

Don Luis Acosta García
se llamaba el payador,
hombre nacido en Dorrego
y que mucho trajinó,
hombre de lindas riquezas:
guitarra, amigos, canción.
Don Luis Acosta García:
lindo nombre pa’ un cantor
Que anduvo de pago en pago
y en ninguno se quedó.

 

Contra lo que a menudo se piensa, los payadores no abordaban únicamente el género gauchesco. Un ejemplo es este soneto que apareciera en el diario La Capital durante la visita del trovero a Santa Rosa. Correcto en lo formal y un tanto oscuro en la expresión acaso tenga alguna utilidad para los estudiosos de nuestro pasado literario.

 

El Instinto (Luis García)

 

No era el vació, cuando fue Natura.
tinieblas creadoras de vitales
que los vientos formaron, desiguales
Para efectuar la nebulosa impura.
Lucha titánica, escena insegura
conquistando las fuerzas naturales
que hechas trizas en globos colosales
se vieron con volcanes en la altura.
La reacción, la inercia fundamento
del descanso normal de aquel momento
el mar por las montañas extendía;
y el instinto, la ley del movimiento
separando elementos se imponía
hasta crear la voz del pensamiento.

 

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