Cuando empieza a gestarse una leyenda
Era tan bueno jugando que fue invitado a ser compañero en dupla con el mejor de la historia de la pelota, como fue Eduardo Ross. También se convirtió en dirigente para recuperar la cancha de El Prado.
MARIO VEGA
En todos los ámbitos de la vida hay figuras que se convierten en leyenda. Por su talento, quizás por su carisma, y/o por distintas circunstancias. Gente que se ha destacado en alguna actividad y que, con el paso de los años, resultan figuras reconocidas, apreciadas y valoradas por sus logros.
Pasa en lo cultural, lo social, lo deportivo… o donde sea. En el deporte hay muchísimos ejemplos, en diversas disciplinas. Ni hablar del fútbol, el boxeo o el automovilismo para mencionar algunas… pero también en otras por allí no tan populares, aunque tengan un fuerte arraigo en un sector de la sociedad.
En el plano nacional hay cientos de ejemplos que vienen desde el fondo de los tiempos… ¿O Diego no será siempre una leyenda, y Lionel y otros no alcanzarán esa estatura cuando dentro de décadas se los mencione en cualquier mesa futbolera? Seguro que sí.
Los que trascienden.
Cuando engrandecemos las figuras que vemos en los medios –ahora sobre todo en la televisión- no deberíamos olvidar las de por aquí nomás. Las que andan por nuestras calles como simples vecinos de la ciudad a los que, a veces, no valoramos suficientemente.
¿Por qué ellos no puede ser considerados alguna vez, también, una leyenda?
Una acepción de esa palabra explica que se pueden considerar leyendas a personas que, por su fama, admiración y/o impacto en la sociedad, han trascendido a lo largo del tiempo y son recordadas con gran respeto y cariño. Es decir, se trataría de individuos que dejaron una marca indeleble en la cultura, la historia, o un área específica, generando una admiración duradera.
Hay muchos nombres –y cada uno podrá agregar el suyo-, pero se me ocurre a la pasada mencionar unos pocos deportistas: Juan Carlos Facio, Elías Galant, Gato Villalba, José Aragonés, El Zorro Campanino, Golepa, El Negro González, Jorge Racca, Olga Navarro, Zoraida, Mónica Ramos, Ernesto Galván… Y tantos en distintas disciplinas.
Los pelotaris.
Obviamente en la pelota a paleta también hay nombres rutilantes. Y cómo podría ser de otra forma si es un deporte en el que Argentina domina en el mundo.
Y entre los que se encumbran por sobre los demás se debe mencionar a Eduardo Ross, el mejor pelotaris de la historia; y además a Facundo Andreasen, y Aarón Sehter, entre otros.
Y quién no ha escuchado mencionar al “Manco de Teodolina” (que en realidad no era manco). Se llamaba Oscar Messina y alguna vez la Federación Argentina de Pelota lo suspendió por 99 años al comprobarse que había jugado por dinero. Se quejó entonces amargado ante la situación –toda la vida se hicieron apuestas en ese deporte--, y esbozó un reproche con una frase risueña: “Consideran que soy un elefante… ¡Me suspenden por 100 años”, se quejó.
El deporte se juega en La Pampa desde siempre, y ha sido habitual que en los pueblos --al lado de un boliche que se llenaba de parroquianos-- hubiera un frontón donde los muchachos se sacaban las ganas en desafíos donde corrían todo el tiempo las apuestas de la concurrencia.
Canchas de Santa Rosa.
Hoy en día en Santa Rosa hay tres canchas: la de All Boys, El Prado y el Centro Empleados de Comercio.
Cuenta ese historiador del deporte de La Pampa que es Juan Carlos Carassay, que en otras épocas hubo otros escenarios que fueron desapareciendo. Uno era la conocida “Cancha de los malandras”… Y no es que quienes concurrían al lugar lo fueran, sino que era una manera “simpática” -si se quiere- de diferenciarse de los “pitucos” que iban a los clubes “vestidos totalmente de blanco. Hasta las medias y zapatillas...”. “Los malandras” llegaron a jugar en insólitos desafíos con una botella de cerveza utilizada como paleta
Allí hicieron sus primeras armas quienes serían luego grandes jugadores, y se disputaron fantásticos partidos con las apuestas corriendo entre quienes -de paso-, se tomaban un vinito o un “vermut” en el bar aledaño.
Pero, además –cuenta Carassay- hubo otras dos pequeñas canchitas abiertas, una en el Colegio Don Bosco y la otra de la familia Berhongaray en la esquina de Rivadavia e Yrigoyen.
Con un hueso de vaca.
Dicen los que dicen saber que la pelota paleta empezó a difundirse en nuestro país a principios del siglo XX. Los inmigrantes españoles practicaban la pelota vasca –se golpea la bola con la palma de la mano-, pero a alguien se le ocurrió que podría ser menos “doloroso” hacerlo con un instrumento. Y sería el vasco Gabriel Martirén el que introduciría un cambio notable, utilizando una paleta, que al principio fue el hueso de una vaca. Créase o no.
Más tarde llegaría la de madera, y luego las mucho más modernas de carbono o fibra de vidrio que ayudan y mucho en el golpeo.
Destacados de por aquí.
En nuestros pagos hubo extraordinarios jugadores, y quienes conocen del tema no dejan de mencionar a Oscar Gallego, Pichango Dal Bianco, Chiche Fiscela, Lito Anguzar, Carlos Santa María, Tito Rodríguez, Pirulo Cardozo, Blas Pedraza, Lito Anguzar, Atilio Ligaluppi, Luis “El Negro” González…
Después llegaron otros que continuaron con la saga, y entre ellos se iba a destacar un pibito que no sólo mostraría sus cualidades en una cancha, sino que fue mucho más allá. De tal manera que su nombre quedó inscripto para siempre en el Club El Prado. La cancha de pelota a paleta de la entidad lleva su nombre, porque fue –además de gran pelotaris- quien puso sobre sus hombros la tarea de reconstrucción del frontón que estaba prácticamente en ruinas.
Carlitos, un campeón.
Juan Carlos Desuque (62), que es de quien hablamos, tiene mucho que ver con la actualidad de ese deporte en el escenario del barrio El Oeste. Se forjó como jugador en la “cancha de los malandras”, y se destacó de gran manera en el frontón de El Prado. Y así pareciera que su nombre trascenderá en el tiempo, quizás para transformarse en leyenda… por qué no.
Sencillo, modesto, de esa clase de personas que hacen en silencio, sin alardes, Carlitos –que así lo llamé siempre- eludió por años prestarse a hacer esta nota. Pero al final accedió.
Gran familia.
Hijo de Sales –“un nombre turco, mi abuelo era sirio”, precisa—, y de María Santa Barbagallo (96), tiene también ancestros sicilianos.
Casado con Marcela, que trabaja en la Escribanía Maraschio, tiene dos hijos (lamentablemente una hija falleció hace tres años).
Tiene tres hermanos/as: “Julio que está jubilado de la Colonia Penal, que juega al tenis y alguna vez le hizo al sóftbol; y Graciela y Mirta que tienen comercio. Todos los Desuque que vivimos en Santa Rosa somos parientes… es una familia grandísima, porque mi padre tuvo 11 hermanos, y mi mamá otros 10, así que imaginate…”, completa.
Tiempos felices.
Vivió su niñez y adolescencia en la casa paterna de Juan B. Justo 567, “justito frente a la “cancha de los malandras”. Era a metros de la entonces Escuela 38, donde hizo la primaria. El secundario iba a venir mucho después.
Cuando pibe disfrutó andar las calles del barrio El Oeste jugando a la pelota. Poco con la de fútbol, y sí mucho más dándole a la paleta. “En la canchita de frente a casa o en El Prado, que lo tenía a tres cuadras. ¿La de los malandras? Era de un gallego, un tal Cristobal García, que vivía en la esquina y tenía piecitas que alquilaba y un bar pegado al frontón… cuando no había nadie yo entraba por el pasillo y estaba horas dándole a la pelotita”, cuenta ahora.
De ese mismo lugar iban a surgir otros pelotaris que se destacarían, como Flecha Leones, Juan San Emeterio, y algunos otros chicos del barrio. “En El Prado nos encontrábamos con Felipe Flórez, que vivía por ahí, Cachila y Pablo Morales, Jorge Rodríguez, ‘Tanque’ Lorda, El Negro Pedraza, Pancho García, Alfredo Villarreal, ‘El Ruso’ Eberhardt, Yaya Heib y sus hijos Marcos y Omar, Yili Santamaría, Pucho López, El Zurdo y Daniel Hernández, Carlitos y Dardo Lanata, Franco Pedraza, entre los que me acuerdo ahora”.
En la Banda Sinfónica.
Se puede decir que empezó a “trabajar” desde muy chico. “Lo que pasa es que empecé a tocar en la banda sinfónica –clarinete-, y como en ese tiempo no estaba la ley 643, nos podían nombrar… y yo tenía nada más que 12 años. Mirá esta foto…”, me dice. Y muestra una cantidad de chicos –más de 70 con quienes compartió aquel momento-, y va apuntando algunos que luego fueron conocidos en otros ámbitos: Mario Aguerrido, Osvaldo y Mario Ceccani, Raúl Cuevas, Sopa Kier, Sergio Romero, Ricardo Escobar, Javier Mecca, Claudio Asad, Darío Gigena, Sergio Signorelli, Carlos Peláez, Nino Fiks, Juan Armando Weiggel, y muchos otros.
Fue hasta que le llegó la oportunidad de ingresar en la Municipalidad. “Entré el 1 de enero de 1980, cuando el intendente era Juan Ospital y mi primer destino fue el Parque Automotor, hoy Vialidad Municipal, donde el jefe era Héctor Oyhagaray. Con el tiempo pasé al edificio en el centro, a Catastro, donde estuve hasta mi retiro hace algunos meses”, relata.
Apasionado de la electrónica.
Pero no será una vida pasiva lo que viene, porque continuará con un trabajo que aprendió “con el ingeniero Jorge Altolaguirre (ex presidente de All Boys, y también pelotaris)… Trabajé con él 20 años haciendo equipos de audio para boliches… hice cursos y él me enseñaba, y así me convertí en un apasionado de la electrónica que me gustó desde chico… me acuerdo que compraba la revisa Lupin, que era una suerte de historieta con la que se aprendía a hacer barriletes y cosas de electrónica”, rememora. “Así que me voy a dedicar a arreglar equipos de audio y radio”, completa.
Siempre la pelota.
Naturalmente la pelota va a seguir siendo algo central en su vida. Basta recordar que la cancha de El Prado es hoy lo que es gracias a Carlitos, y a un grupo de personas que pusieron mucho esfuerzo para levantar lo que había quedado en ruinas. Se había alejado un poco de la actividad, pero las circunstancias lo impulsaron a volver: “Un huracán pasó por la ciudad y tiró el techo de la cancha, la pared superior derecha y no quedó nada de las luces que había… todo quedó destruido. Así fue que empezamos una movida con Roberto Mediza, Ricardo Benvenutto, Alfredo Villarreal, Tanque Lorda, Jorge Rodríguez… armamos una subcomisión empezamos a cerrar la cancha, se puso el techo techo, luces, se hizo un trinquete reglamentario y se colocó blindex”. Y realmente el escenario es un lujo, con una sala para estar, un buffet confortable y sanitarios.
Un rol fundamental.
Y hay que decirlo. Si bien hubo otras personas que pusieron lo suyo Carlos Desuque fue fundamental para disfrutar la realidad de ese lugar que está siempre ocupado, no sólo por jugadores varones sino también por muchas damas que contribuyen a deconstruir un deporte al que en otras épocas no tenían acceso. “Hay una gran cantidad y algunas muy buenas”, ratifica Carlos.
Hoy la cancha lleva su nombre, y él expresa sentir “una satisfacción enorme”, y un gran agradecimiento por sus amigos de la pelota.
Un nombre para siempre.
Sí, ha hecho mucho por la pelota a paleta. Tanto dentro como fuera de la cancha… Siempre con ese perfil sencillo de su personalidad, sin estridencias. Que ese es su estilo.
Pasará el tiempo y seguro Carlitos Desuque será recordado por su talento, y por esa zurda que manejaba con maestría, mezclando potencia y puntería para pegarle al tambor y marcar tantos memorables.
Y se evocará alguna vez que fue quien les jugó de igual a igual en la vieja cancha de los malandras -haciendo dupla con Flecha Leones-- a los famosos hermanos Ross. Eduardo, el mago de los pelotaris y Ramón, cuando estos eran campeones mundiales.
Y quizás no faltará quien lo considere una leyenda de por aquí nomás… Por qué no.
Mientras tanto su nombre seguirá perpetuado en el frontón de El Prado, donde tantas exhibiciones supo brindar.
Sí, Carlitos Desuque ha sido un grande de la pelota, aunque él no se la crea.
Frente a los hermanos Ross.
“Es una persona excelente y un jugador extraordinario. Zurdo, muy valioso para un delantero porque es una gran ventaja si son hábiles”.
Es Eduardo “Flecha” Leones quien define a Carlos Desuque. “Tenía tres condiciones fundamentales: potencia, puntería y una elasticidad física muy importante. Y le agregaba que con la otra mano, la derecha, se defendía mucho y bien. Así que cuando decimos Desuque estamos hablando de un jugador realmente importante en la pelota a paleta… de lo mejor que ha dado la provincia de La Pampa sin dudas”.
Carlos y Flecha han jugado juntos cantidad de partidos, pero hay uno que se recuerda mucho: “Él conocía a la perfección la cancha de los malandras y la dominó como pocos. Ahí fue donde pudimos igualarle a los hermanos Ross en un partido inolvidable. Fue 24 a 24 y se largó a lloviznar… cuando nos pidieron la revancha rotundamente le dijimos que no… Faltaba más”, se ríe Leones al rememorar aquella tarde.
“Esa vez Carlitos se plantó con su zurda y le hizo los mejores tantos a Eduardo Ross, que sabemos lo que significa para la pelota argentina. Carlos Desuque es una gran persona y un gran jugador, que se pudo enganchar en el nuevo mundo de la paleta que es el manejar los efectos”.
Hay que decir que los dos se adaptaron a ese nuevo deporte con mucho swing, con muchos efectos y con otros movimientos diferentes a antes cuando se pegaba plano”.
Un partido parecido disputaron con los Ross más adelante, en el frontón de All Boys. También tuvo un desarrollo muy parejo hasta el final.
Cómo habrá sido de bueno Desuque que el padre de los Ross lo invitó para hacer dupla con su hijo Eduardo, convocatoria que Carlos desechó porque “ya había entrado a trabajar en la municipalidad. Había pasado el momento de intentar una campaña distinta y no accedí”, dice hoy con tranquilidad.
Una vida en tres imágenes.
Histórico.
Carlitos acompañado de uno de los históricos de la pelota a paleta en Santa Rosa. Felipe Flórez, vecino del barrio y también asiduo concurrente a la cancha de los malandras y a El Prado.
Con los Ross.
Una foto que es histórica. A un lado los hermanos Ross, y a la derecha “El Toro” Chicco, Carlos Desuque y Flecha Leones. Los dos últimos en dupla fueron grandes rivales de los campeones del mundo
En familia.
La familia Desuque. La mamá María, y los hermanos: Julio, Graciela y Mirta. Vivieron siempre en Juan B. Justo 567, justo frente a la famosa cancha de los malandras que la piqueta tiró abajo hace tiempo.
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