A 53 años del horror
No por trillada, la expresión acerca de que “vale más una imagen que mil palabras” deja de ser valedera. La guerra, en general, con todos sus horrores implícitos y explícitos, suele dar motivo para las tomas fotográficas más estremecedoras en tal sentido. Hay sobrados ejemplos pero basta con citar la de los estadounidenses plantando su bandera en Iwo Jima, la muerte de un miliciano durante la Guerra Civil Española (tomada por el fotógrafo húngaro Robert Capa), la de los soviéticos plantando su insignia en las alturas de la cancillería alemana o la de los “los niños de la guerra”…
Quizás esta última sea la más expresiva y horrorosa de todas… Retrata a un grupo de niños huyendo y llorando tras haber sufrido el bombardeo con napalm --nafta incendiaria-- por parte de la aviación norteamericana durante la Guerra de Vietnam. El grupo está encabezado por una nena de 9 años aterrorizada, completamente desnuda tras las quemaduras que mataron a los otros niños que estaban refugiados con ella. El espanto de la fotografía es tal que hasta se cree que tuvo alguna incidencia en el final de la guerra debido al impacto que causó en la opinión pública.
El 8 de junio de 1972 la niña, que tenía entonces nueve años, y sus vecinos del poblado de Trang Bang, fueron víctimas de un ataque estadounidense. “Llevábamos tres días refugiados en un templo y de pronto oímos venir los aviones y echamos a correr. Vi caer cuatro bombas. Oí burum burum, un sonido más suave de lo que me esperaba, y de pronto había fuego por todas partes, también en mi piel”, recordaba al diario español “El País”. Su ropa ardió, sufrió quemaduras en el 65% del cuerpo y necesitó injertos en el 35%. Dos de sus primos, de seis meses y tres años, murieron quemados.
Por estos días, la celebérrima imagen también ha sido alcanzada por los criterios economicistas, ya que la compañía World Express Foto oficialmente ha suspendido la atribución de la toma a Nick Út, hasta ahora tenido por autor y que había ganado el Premio Pulitzer por la fotografía, a la que había denominado “El terror de la guerra”, destacando que no hay pruebas definitivas acerca de quién fue el autor de la toma.
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