Miércoles 07 de mayo 2025

Desafíos vitales vistos desde la madurez

Redaccion Avances 01/09/2024 - 09.00.hs

En esta página compartimos una reseña sobre el libro “Cuando el sol empieza a caer”, de la autora Liliana Allami. Una serie de cuentos encaminados hacia terrenos difíciles y analizados desde una etapa de madurez.

 

Gisela Colombo *

 

Cuando el sol empieza a caer es una obra de Liliana Allami, autora nacida en la Ciudad de Buenos Aires y graduada como Licenciada en Química. Se desempeñó como docente en la Universidad de Buenos Aires. Ella misma reconoce que eligió la carrera orientada a un pensamiento más práctico, pero que su vocación literaria no cedió jamás.

 

Publicó libros de cuentos de los cuales varios fueron premiados.

 

En este último, la autora se aventura hacia terrenos difíciles de la experiencia. Se trata del momento de la madurez, de los desafíos vitales vistos desde una etapa madura.

 

El primero de ellos, que podría categorizarse también como una “nouvelle”, es un cuento largo cuyo desarrollo recuerda mucho el mecanismo de la novela. No es el tipo de cuento en que veremos que el verdadero protagonista es el conflicto y los personajes, un medio para plantear esa acción conflictiva. Aquí los personajes están delineados al estilo de la novela y no hay un único conflicto -como habrían propuesto las poéticas del género-, sino varios.

 

Como conviene a la novela también, hay espacio para sondear varias situaciones conflictivas, para caracterizar muy bien a los personajes y para interiorizarlos con mucho oficio y sensibilidad.

 

“Una lluvia de cenizas” narra la historia de un matrimonio maduro que queda atrapado en esos espacios cerrados opresivos que nos regaló la pandemia. Se trata de un matrimonio sin hijos que convive armoniosamente antes del encierro. Pero, entonces, en estas nuevas circunstancias, comienza a incomodarse no sólo por la convivencia, sino por todos los desafíos que conlleva y todos los escollos que sobrevienen por las necesidades emocionales de cada uno. Como si la inmovilidad física obligara a mirarse a un espejo que reúne pasado, presente y futuro.

 

El terror nunca cede y parece dominarlo todo desde una especie de nube negra que se posa sobre los personajes. Aunque también el humor se despliega como una herramienta omnipresente en el libro y se expresa como un arma de resistencia.

 

Cierto costumbrismo refinado se hace presente en este relato. Las descripciones de la rutina cotidiana se desarrollan con gracia, mientras se mecha el discurso con raccontos de tiempos ha.

 

Quizá esa actitud hilarante de firmeza contra los presagios que inundan la perspectiva, sea la responsable de llevar a un estado hiperbólico la situación de la protagonista.

 

Podría pensarse que es esta actitud de la mujer, la que convoca un juego con alguien, en una red social, y en nombre del aburrimiento. El contacto con ese sujeto llamado Abel, deriva, siniestramente, en un peligro que se torna el miedo mayor, y acaba por competir con la amenaza del Covid. En un momento, ese error fatal -pensado originalmente como juego- ejerce más presión incluso para el confinamiento, que el mismísimo virus.

 

Esta reducción que intentamos para describirlo no acaba de atrapar lo que suscita el texto, que es un encierro emocional también para el lector. Un encierro y un espejo que obligan a pensarse en esa misma situación. Lo que genera es una experiencia lectora intransferible para comprender el propio paso por la pandemia.

 

El segundo de los textos llamado “Viernes de baile y sexo” también extrae el tema de la caja negra de los temores maduros. El patetismo, la ridiculez y la vulnerabilidad a las que puede estar expuesta una persona mayor. En este caso, la protagonista es una mujer a la que sus amigas e hijos advierten los peligros de su actitud festiva, que ella desoye conscientemente porque aquella mentira le da esperanza. La esperanza de permanecer joven. Un destino compensatorio -y negativo- hacia el final la obligará a ver la fuga del tiempo juvenil. Y la instará a considerar las advertencias de los demás -una especie de producto del sentido común- para evitar los riesgos de la ingenuidad madura, que suele ser una segunda infancia o una nueva adolescencia.

 

¿Cómo soltar?

 

El siguiente cuento titulado “¿Cómo soltar?” es el más conmovedor del libro. Aquí se pone de manifiesto la aceptación de la protagonista, frente a una realidad dolorosa. En efecto, después de la negación inicial y una serie espasmódica de resistencias, Alicia sabrá metabolizar la noticia de que su esposo padece una enfermedad grave. Y también la perspectiva agravada por la decisión de no tratarse y morir tranquilo, viviendo libre hasta el último minuto. La reacción inmediata de la protagonista es una desesperación que la lleva a buscar una y mil formas de convencerlo y de aplicarle terapias alternativas a la medicina tradicional, sin lograr jamás lo que desea. Hacia el final ocurrirá la aceptación y la mujer se plegará a los deseos de goce perecedero de su marido. La crudeza de lo relatado no rebate una ternura mayor que se desprende del relato. El producto es un cuento excelente, plagado de aciertos narrativos y mucha emoción.

 

En “¿Quién soy?” se juega, desde el humor, con los discursos políticamente correctos, los equívocos que generan y una ambición que acepta ciegamente lo que sea contante y sonante.

 

Una escritora participa de un concurso cuyas bases llena por la plataforma digital del certamen y, sin intención, rellena el ítem de “género” como si fuera transexual. Un poco favorecida por esa condición, que realmente no la define, gana el concurso. La asociación que representa a quienes se reconocen como tales establece contacto con ella para felicitarla y sumarla como asociada ilustre. La incomodidad con la situación no impide que calle la verdad. Porque el sentido práctico y el dinero del premio determinan que deje intacto el equívoco y reciba la distinción.

 

La asociación pone el acento en la excelencia con la que la autora describe los sufrimientos a los que están sometidas sus socias. Aquí se manifiesta una idea novedosa pero constructiva, que se relaciona con que mujeres o transexuales tienen una experiencia de sufrimiento similar frente a la mirada de los otros que, más allá de su condición, se basa en el sentimiento de censura, exclusión e inseguridad que provoca la violencia en el ámbito social.

 

Ultimo.

 

El último de los cuentos titulado “Cristales rotos” narra el accidente de una mujer que, en una caída, sufre la desfiguración de los rasgos de su rostro, que habrán de ser reconstruidos por medio de cirugías, aunque en un periodo de seis meses como mínimo. Pero lo que no logra reconstruir es su pareja. La indiferencia de su esposo queda al desnudo y, con ello, aumentan los decibeles del sufrimiento. El accidente, por tanto, se convertirá en la oportunidad de terminar con aquellas estructuras que sólo parecían relucientes y escondían fragmentos irreconciliables.

 

En suma, el libro, muy bien escrito, ágil, profundo y -por momentos- doloroso, resulta una aventura para el lector no sólo en términos estéticos, sino también en la medida en que invita a la reflexión y la empatía con las causas de quienes asisten al espectáculo de “cuando el sol empieza a caer”.

 

* Docente y escritora

 

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