Martes 30 de abril 2024

El cuervo que olvidó como cantar

Redaccion Avances 26/02/2023 - 09.00.hs

Los cantos de las aves han deleitado y asombrado a las personas desde siempre, incluso algunas especies fueron llevadas al borde de su extinción debido a la presión de captura que han sufrido (y sufren) para tenerlas cautivas.

 

Fabián Tittarelli *

 

La selección natural ha dotado a las aves de una enorme variedad de cantos, llamadas y otro tipo de sonidos, que en general llamamos vocalización.

 

Cualquiera sea el ambiente por donde nos adentremos, montaña, bosque, pradera, incluso tundra o mar, rápidamente seremos recibidos por el canto de algún ave.

 

Quién no se ha asombrado con los sonidos de nuestros campos y montes, cuando a poco de despuntar el alba se escucha el melodioso canto de la diuca (Diuca diuca), que como afirma don Edgar, “no canta porque vaya a amanecer, sino para que amanezca”. Y por allí también aparecerá el infaltable chingolo, el grito de alarma de algún tero, seguramente con su nido en el pastizal cercano, o una bochinchera pareja de horneros cantando a dúo.

 

Y tal vez, también el canto libre del perseguido cardenal amarillo, solo si somos pacientes y la suerte nos ayuda, dado que su situación sigue siendo complicada y con pocos motivos para cantar, por culpa de aquellos que prefieren tenerlo prisionero.

 

Solo unas pocas especies de aves no vocalizan, o lo hacen mínimamente. Por ejemplo, cigüeñas, pelícanos y algunos buitres. Más de la mitad de las aves que existen (que pertenecen al Orden Passeriformes, con forma de gorrión, o sea los pájaros en general, subórden Passeri) son aves con un aparato de vocalización muy bien desarrollado.

 

El resto de las aves están menos dotadas musicalmente y poseen vocalizaciones simplificadas, aunque algunos de estos grupos, como palomas y perdices, poseen cantos simples pero muy agradables.

 

Qué escuchamos.

 

La producción de sonidos es exclusiva responsabilidad de un órgano llamado siringe, localizada al tope de la tráquea. La eficiencia de la siringe es extraordinaria, prácticamente el 100 % del aire que pasa por ella es utilizada para producir sonidos (la laringe humana utiliza poco más del 2%). Esto les permite a las aves ejecutar hasta dos tipos de sonidos diferentes al mismo tiempo, y en algunas especies como loros y cuervos, imitar el sonido de la voz humana.

 

¿Pero que estamos escuchando realmente cuando escuchamos cantar a un ave?

 

Las vocalizaciones de las aves se pueden distinguir en dos grandes grupos: cantos y llamadas.

 

Las llamadas son sonidos, generalmente cortos, con una estructura acústica simple, que comunican una situación particular con otros individuos. Alimentación, migración o alerta ante un predador, suelen ser motivos para utilizarlas. Las llamadas mayoritariamente son transmitidas de una generación a otra de forma genética, aunque en algunas especies algunas de ellas son aprendidas.

 

Los cantos son más complejos, mucho más elaborados y generalmente necesitan ser aprendidos de escuchar a los padres o a otros individuos cercanos. Es un carácter sexual utilizado por los machos para atraer una hembra, o para advertir a otros machos que ese territorio está ocupado.

 

Es un efectivo sustituto al combate físico para la defensa del territorio.

 

Cuanto más elaborado y variado sea el llamado, más posibilidades de conquista tendrá, y también menos oponentes aparecerán a disputarle el territorio.

 

Solamente varios géneros de aves y unos pocos mamíferos (ballenas, humanos y unas pocas especies de murciélagos), tienen la capacidad de aprender sonidos y señales vocales.

 

La mayoría de los pájaros utilizan entre 5 y 14 tipos de vocalizaciones distintas. En el caso del pinzón común europeo (Fringilla coelebs), una de las aves más utilizadas inicialmente para estudios de vocalización, en su estado adulto utiliza unas 12 vocalizaciones distintas, de las cuales 7 son utilizadas solamente en la estación de cría. De los restantes, seis son utilizadas por el macho y 1 por la hembra.

 

Aprendizaje.

 

La etapa de aprendizaje tiene una importancia vital. Las aves difieren en la manera y en el período en que aprenden el canto. Esta ventana de aprendizaje puede estar disponible un breve período sensible, con unos pocos meses de duración en algunas especies, o disponible el primer año de vida en otras, o durante toda la vida para las más “talentosas”.

 

Por supuesto que no solo la herencia y el aprendizaje son importantes en la complejidad del canto, también depende mucho de la improvisación e interpretación de cada individuo. Y algunas especies son particularmente buenas para elaborar e improvisar melodías, con un repertorio que en principio luce como prácticamente inagotable, como por ejemplo nuestras calandrias.

 

El mismísimo Guillermo Enrique Hudson se asombraba del canto de nuestra calandria común (Mimus saturninus), “sus notas son tan variadas, y con frecuencia, insinuadoras del lenguaje de otras especies, que el que escucha se sorprende preguntándose sin cesar si la calandria es en realidad una cantante original o si no es más que una astuta plagiadora…”, afirmaba. Agregando luego que “las mismas notas no son nunca repetidas por segunda vez en el mismo orden”.

 

Y de nuestra calandria real (Mimus triurus) sostenía que “es entre las aves cantoras, lo que el diamante entre las piedras, que en su polícromo esplendor representa y excede la belleza especial de cualquier otra gema”. Asegurando que “cuando la oí cantar por primera vez, quedé convencido de que ningún otro cantor alado del mundo podía comparársele…”.

 

Pero vivimos en un planeta al que estamos sometiendo a más presiones de las que puede soportar para asegurar la vida de sus habitantes. Y las aves de nuestros bosques y campos nos lo están advirtiendo.

 

En Europa y Norteamérica, por ejemplo, se está produciendo un descenso en el número de pájaros. Y el problema es doblemente preocupante, por un lado, las especies comunes disminuyen de forma alarmante el número de sus poblaciones y por otro, también disminuyen notoriamente sus áreas de distribución. Esta situación, como puede esperarse, es particularmente severa en áreas agrícolas.

 

La revista Science, en un estudio del año 2019 afirmaba que en Canadá y Estados Unidos había 3.000 millones de pájaros menos, comparado con 1970, representando casi el 30 % de la población total. Estudios más recientes muestran que el canto de las aves se está simplificando y reduciendo. Cuando uno tiene menos vecinos cercanos con los cual relacionarse, y tiene menos competidores alrededor, tiene menos motivos para vocalizar.

 

“Estamos encaminándonos hacia esa primavera silenciosa que presagiaba el libro de Rachel Carson, en la que casi no hay sonidos”, afirma la ornitóloga española Esther Sebastián.

 

Y como ejemplo de ello podemos citar la triste historia del alala (Corvus hawaiiensis), un cuervo endémico de las islas de Hawaii. Se sabe de la inteligencia de los cuervos y el amplio espectro de vocalizaciones que utilizan para relacionarse entre sí. A fines de la década del 70, quedaban menos de 80 individuos en libertad, con lo cual se tomó la determinación de capturarlos y llevarlos a un centro de cría controlada en cautiverio.

 

Pero la seguridad que encontraron en cautiverio les terminó jugando una mala pasada. La mayoría de los individuos liberados eran presa fácil del io (Buteo solitarius), un halcón también endémico de las islas, con sus propios problemas de conservación.

 

Luego de varios años de investigación, comparando grabaciones antiguas de individuos en libertad, se pudo observar que los alala cautivos habían perdido gran parte de sus vocalizaciones, tanto los de defensa del territorio como los de alarma ante la presencia de un posible predador. En la seguridad del criadero no eran necesarios, en libertad, son vitales para seguir con vida.

 

Un mundo silenciado.

 

El ornitólogo de SEO/Birlife, Juan Carlos del Moral afirma que “aunque se estén recuperando algunas grandes especies emblemáticas, como águilas y buitres, hay docenas de especies de pajaritos cuya evolución es muy negativa y al desaparecer millones de aves, la naturaleza, en especial el campo, se está silenciando”.

 

Gran parte de la población humana está asentada en ciudades. Los problemas asociados a la urbanización y a la vida sedentaria van cambiando nuestra percepción sobre los beneficios de tener contacto con el mundo natural que nos rodea, o los problemas que nos acarrea no hacerlo. En nuestro caso, a unos 15 minutos de nuestras casas. Este fenómeno, que algunos autores denominan extinción de experiencia, aumenta la desconexión entre nosotros y el mundo natural, provocando impactos negativos en la salud física, cognitiva y en el bienestar psicológico.

 

Los sonidos naturales nos acercan y le dan un sentido de pertenencia a un lugar. Desde el histórico reclamo de la señora Carson, los sonidos nos marcan la diferencia entre un ambiente sano y otro en problemas, y cada vez se está poniendo más esfuerzo en las políticas de conservación para mantener la integridad del paisaje sonoro.

 

La observación de aves es un ejercicio con enormes beneficios comprobados para nuestra salud, además de reconectarnos con ese mundo natural del cual surgimos y que seguimos dependiendo de su integridad para subsistir como especie.

 

Dependiendo del clima y de la época del año, casi 300 especies de aves se van turnando en La Pampa para que aquel que quiera disfrutar de un inagotable abanico de sonidos y colores lo pueda hacer sin problemas.

 

Las aves son los mayores contribuyentes a los sonidos naturales, y siempre están presentes, no solo advirtiéndonos sobre la salud natural de un ambiente, sino también para curarnos de nuestro, cada vez mayor, déficit de naturaleza.

 

Solo necesitan que les permitamos seguir viviendo.

 

* Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UNLPam

 

Subsecretaría de Ambiente

 

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