Lunes 05 de mayo 2025

El mandado

Redaccion Avances 12/01/2025 - 15.00.hs

El dramaturgo y titiritero Aldo Umazano comparte con los seguidores de Caldenia, el cuento “El mandado”.

 

Juan Aldo Umazano *

 

Ya vuelvo-, dijo Perico, y salió de la casa. Antes de irse le pidió a Ramona que lo espere mirando el televisor; le traería lo que le había pedido con urgencia para terminar de hacer la comida. Dejó a Ramona mirando una película por televisión. Pero enseguida recordó que Ramona tenía todos los largometrajes guardados en su memoria. Y ver películas repetidas, la aburría. Entonces, se volvió, y para que descanse, la dejó recostada como muerta en un sillón. De paso ahorraría energía, que había subido de precio, lo mismo que las baterías; nada dejaba de subir en este mundo.

 

Tomó la calle caminando apurado y apenas llegó a la esquina se encontró con Pancho, que hacía tiempo no veía.

 

Los dos se alegraron.

 

- ¿No me digas qué vas a mi casa?-, preguntó el amigo.

 

- No, voy a comprar zapallitos y sal fina-, contestó Perico.

 

- En mi casa mando yo-, le recordó el amigo, sonriendo algo burlón.

 

-No, mi señora está en la oficina. La que está en casa es Ramona.

 

El amigo recordó que la señora estaba a punto de jubilarse. Su trabajo en la oficina lo haría una nueva computadora que la habían terminado de bautizar con el nombre de “Maravilla”, y ella estaría todo el día con Ramona.

 

- Y cómo andan las cosas-, preguntó su amigo.

 

Las cosas andan como las hemos hecho funcionar nosotros.

 

-Tenés razón. No le podemos echar la culpa a nadie.

 

- Nosotros somos los responsables-; el amigo tosió con la naturalidad de quien lo hace solamente para acomodar su garganta. Después preguntó. -¿Seguís escribiendo?-.

 

- Publico todas las semanas en un suplemento.

 

- ¿Sobre el mismo tema?

 

- Sí. Puede que algún día vivamos en paz.

 

- Es que son grandes los intereses que chocan.

 

- Eso es un problema cultural.

 

- Los derechos de uno, comienzan donde empiezan los del otro.

 

- Esa formación, comienza en cada hogar.

 

- En las escuelas.

 

- En los recreos.

 

- La lista es larga.

 

Dejaron de buscar culpables, porque darían la vuelta al mundo y terminarían chocando entre ellos.

 

- Así es ¡che! -, dijo Perico y se tocó la panza-. Se me hace tarde. Le prometí a Ramona que volvería enseguida-. Y se alistó para continuar con el mandado. Además, necesito comprarle un destornillador-. Miró al amigo y agregó dos detalles-. Tiene que ser largo y finito porque el tornillo que tiene que apretar está en el fondo de un tubo largo y la única manera de hacerlo es con un destornillador así.

 

- ¿Y quién no tiene flojo un tornillo?

 

- Todos-, y rieron.

 

- Lo único bien atornillados de la Pancha; son los bolsillos.

 

- No se rompe los vidrios de su casa.

 

Y volvieron a reír.

 

- ¡La Ramona! -, recordó el amigo-. ¿Y cómo está la Ramona?

 

- Bien-, contestó Perico.

 

- Esa sí que no envejece.

 

- No envejece ni tiene problemas. Nunca se queja de nada. Y cuando le sonreís te sonríe.

 

- Tiene una buena educación.

 

- No le falla nada.

 

Por momentos ni habla; está como en la nube; sólo se mueve.

 

- Y ella lo sabe.

 

- Por supuesto.

 

- Es responsable-, dijo su amigo.

 

- Obediente.

 

- Respetuosa.

 

- Inteligente.

 

- Inteligente y con músculos de acero-. Perico se tocó los gemelos: después recorrió sus brazos, el cuello; dando a entender donde estaba la fortaleza física de la Ramona. Después miró al amigo: - Deberíamos vernos más seguido.

 

- Pero no tengo tiempo-, dijo su amigo.

 

Hicieron un largo silencio, y el amigo agregó:

 

- Lo que tendríamos que hacer es encontrarnos y comer un asado: tomar un buen vino, mantener una larga charla y ponernos al día con los chismes. Y que al asado lo haga la Ramona. ¿Sabe?

 

- ¿Si sabe? Hay que decirle a qué hora querés comer, y a esa hora está el asado.

 

- Ella lo sala.

 

- Sabe que tiene que ponerle poca sal.

 

- Bueno. Entonces qué se gane el vino que chupa mientras asa.

 

- Puede tomar todo lo que le das, pero nunca se mama. Es como echarle agua a una vizcachera.

 

Silencio.

 

- ¿Sabés qué me hiciste acordar?-, dijo el amigo. Que por más que pase el tiempo y la tecnología avance, hay refranes que permanecerán vigentes.

 

Silencio.

 

- Es cierto.

 

Otro silencio.

 

- Che, cambiando de tema. ¿Jugás siempre al fútbol?

 

- No, ya estoy viejo.

 

El amigo se había quedado pensando sobre la cantidad de refranes que no desaparecerán.

 

- Otra cosa a favor de la Ramona, es el tiempo que no pasa ni pasará.

 

- Estará siempre igual.

 

Rieron.

 

- Bueno cada persona es como es.

 

- Vos jugabas al arco-, recordó su amigo.

 

- ¡Qué épocas aquellas!-, dijo Perico.

 

Otro silencio.

 

- ¡Huy!-, y miró la hora en el reloj de pulsera. Se me ha hecho tarde. Nos vemos. Hablame.

 

- Espero llegar a tiempo con las cosas que me encargó la Ramona. No sé cómo va a reaccionar cuando llegue.

 

Continuó apurado hasta el super, mientras pensaba que la humanidad estaba en transformación permanente. Los seres humanos deberán aprender de nuevo a comunicarse para convivir mejor. Apenas entró a la casa con la mercadería pero sin el destornillador…

 

- ¿No te dije que me trajeras las cosas en menos de diez minutos?- dijo la Ramona. Y le pegó una patada en el culo que fue a parar al medio del comedor con los zapallitos y la sal fina.

 

Con la Ramona no había que joder; estaba hecha de inteligencia artificial.

 

 

* Actor, titiritero, dramaturgo

 

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