El pasado debajo nuestro
El escritor argentino José Salem, que reside en Francia, retrata en su novela Dominó la senectud, pero a su vez le imprime a la etapa final de un ser humano una serie de hechos vertiginosos que descontracturan la espera de la muerte.
Sergio De Matteo *
La tradición narrativa nacional tiene diversos afluentes desde El matadero de Esteban Echeverría, pasando por las narrativas de Borges, Arlt, Mujica Láinez, Piglia, Tizón, Rivera, también Ocampo, Iparaguirre o Uhart, sin contar las nuevas y diversas generaciones.
El filósofo rumano Emile Ciorán dijo respecto a Jorge Luis Borges que era “el último delicado”, por su escritura y reflexiones. La lectura de la obra de Salem nos depara esa gratitud con el lenguaje y la invención de historias. La precisión cuasi poética, la combinatoria de géneros, la profusión de lecturas que se resignifican en su escritura, nos devuelve a aquel placer del texto que enunciara Barthes. Cada uno de sus libros donan esa belleza de la lengua y del pasado que postulara Marcel Proust.
- Dominó es una novela interesante, de lectura atrapante por el relato y la trama que se va armando en torno a un hecho que tiene que ver con una muerte, pero que refracta, de alguna manera, la posible historia de cualquier ciudadano o ciudadana de un país, ¿no?
- Sí, así es, esa era la idea. Que el costado policial o de suspenso es un poco la excusa para mostrarlo. Creo, en principio, que es más bien un cuadro de costumbre, es un retrato bien argentino.
- En tu obra observé un trabajo muy meticuloso sobre el lenguaje y, sobre todo, una copresencia de la biblioteca literaria de la tradición, pero también un anclaje muy fuerte con las experiencias personales, es decir, con las propias vivencias.
- Sí, indudablemente. Considero que cuando uno escribe, cuando uno hace, en definitiva, cualquier cosa, sucede esa copresencia. Y hablando de la escritura, creo que cuando uno escribe, uno escribe con todo. O sea, la escritura está condicionada por todo lo que uno ha vivido, por todo lo que uno ha leído, incluso por su oficio o profesión, por las experiencias vitales. O sea, pienso que, aunque uno quisiera tomar distancia de todo eso, es imposible, porque ya son parte de uno. Evidentemente, y esto es fundamental, como bien decís, todo lo que se ha leído en la vida a uno le sirve como fuente, incluso inconsciente; porque uno va formando como una especie de biblioteca interna, donde todo se mezcla y todo influye, al menos yo siento que es así, creo que es así.
- Es interesante también la complicidad que se genera, a través de la lectura de literatura, entre algunos personajes que se encuentran en Uruguay, y después comparten esa experiencia al ir a revisar los libros usados en la avenida Corrientes; donde emergen, de alguna manera, esas voces que se trata, a veces, de homenajear por medio de la propia escritura.
- Sí, sin ninguna duda. Por un lado, si bien yo no soy autorreferencial, ni escribo biografía, menos autobiografía, ligado a lo que dije antes, es inevitable que las pasiones de uno aparezcan; y bueno, yo un poco me dejo ir con mi pasión por la literatura, por la lectura. En general, en lo que escribo, siempre se escapa, y te juro que se me escapa. También en este caso, en Dominó, hay pequeños homenajes a la lectura y a las librerías. Exacto. Son cosas que siento.
- Sí, incluso se abren otras aristas del escritor, no solamente se trata de volcar las lecturas, sino que también se encuentran, y perciben, otras de tus pasiones, como es el arte. La descripción del obelisco, la discusión que se da entre los dos autores, la presencia de Van Gogh, la referencia de películas, es decir, hay un universo que va contaminando el relato y además muestra una paleta del escritor que no lee únicamente literatura.
- Sí, sí, evidentemente todo lo que nombraste son un poco pasiones y creo que, aunque quisiera, no hubiera podido simularla. Lo dejo fluir a ese apasionamiento, porque es una energía íntima, pero tratando de ser equilibrado.
- Son destacables las temáticas con colores, con cierta musicalidad; es algo que se asocia al juego, a la experimentación. Eso es interesante porque abre caminos, senderos para la lectura, un poco lo que nos enseñara Jorge Luis Borges. Pensaba en tu libro de relatos, Donde la vida nos lleva, que está dividido en capítulos: Azul, Rojo, Ocre, y me hizo recordar el famoso poema de Artur Rimbaud, “Las vocales”, que nomina a las palabras con colores…
- Maravilloso… Más allá de que el libro de cuentos está dividido en tres partes con colores diferentes, porque entendí, cuando lo terminé, creí -y digo “creí”, porque en literatura todo es una cuestión de apreciación subjetiva- ver distintas tonalidades en los cuentos y eso me llevó a agruparlo así, como un denominador común. Pero más allá de eso, a mí el color me parece que es muy importante. Es más, creo que el color es algo esencial, que no nos damos cuenta cuánto nos habita cuando nos despertamos a la mañana, o cuando hablamos y decimos “color verde esperanza”, “se puso todo colorado”, “se puso todo negro”. No nos damos cuenta de la influencia que tiene el color. Hasta en los estados de ánimo. A mí me gusta, necesito utilizarlo, por lo menos cuando escribo. Tratar de alumbrar; como hace un director de teatro, o un iluminador, más precisamente: manejar las luces, oscurecer aquí, poner sombras allá, no sé, yo lo intento al menos. Juego bastante con eso.
- En una parte de la novela, donde describís la vejez, empezás primero con una abstracción de lo que sería el tiempo, pero después vas abordando diferentes matices, incorporás el paisaje que lo rodea y, por sobre todo, terminás profundizando en el significado y el peso que tiene la vejez sobre el cuerpo…
- Lo que traté en ese pasaje que citás, parte un poco, sí, como bien dijiste, de lo abstracto. También lo abstracto se concretiza, de alguna manera, de identificar el polen en el viento, de ver los fragmentos de polen. Es algo por supuesto, muy abstracto, pero creo que nos da una idea bastante material de cómo uno puede observar el paso de las horas y pequeños detalles. Pero después paso a algo más de lo terrenal, a lo concreto, como los pies en sal, a esa palangana con sal después de un día de trabajo, etc. Pero bueno, me parece a mí que, insisto, como te dije antes, más allá de los géneros, me gusta que la prosa tenga un poco de poesía. No me gustan los encasillamientos, porque considero que parcializan un poco la realidad.
- Exactamente. Hay fragmentos totalmente logrados, que son poesía. Pensaba en una relación antojadiza con otros libros tuyos -seguramente responderás si corresponde o no-, porque aparece muchas veces nombrada a lo largo de la novela la cuestión del tiempo, en diferentes partes; y la asociaba también a los títulos de tus libros de poemas, El paso siguiente (o El paso próximo), y El paso anterior (o El paso previo). Es como que habría una preocupación de tratar de asir el significado que tiene el tiempo y, mucho más, el tiempo que está incluido dentro de la narración.
- Creo que el tiempo es lo más precioso que tenemos. A veces nos damos cuenta un poco tarde. Generalmente tardamos mucho en darnos cuenta de la importancia que tiene el tiempo, y de su inasibilidad. Entonces, como en Dominó, que es una novela básicamente de personas de la tercera edad, obviamente, respecto al tiempo hay más conciencia a esa edad; porque uno ya ha vivido mucho. A mi parece que es algo importante el tiempo, y su inasibilidad, es uno de los tópicos más importantes; porque el tiempo está ligado a la vida, a la muerte, en fin, a todo. El tiempo, por decir, es un poco lo que nos va marcando, es todo. Creo que el tiempo es un gran enigma, que más que entenderlo hay que tratar de aprovecharlo.
- Sin lugar a dudas, está un poco en la obra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, y esa imagen que perdura siempre del té y la magdalena, que quedan repercutiendo en aquellos que escriben.
- Totalmente, es un tratado. El busca del tiempo perdido, es un tratado justamente de eso; con su escritura también detallista. Marca muchísimo el tema de los tiempos. Así que es uno de los tópicos que más me interesa y que, en general, está presente en casi todos mis escritos.
- En otro fragmento de la novela se destaca la insurgencia de los sueños y, además, el desdoblamiento del personaje que vuelve a su niñez.
- Sí, evidentemente los sueños siempre nos quieren decir algo. Son una manifestación del inconsciente o subconsciente. Aquí necesité asociarlo a una situación que le sucede al personaje principal, y en la actualidad del relato tuve ir hacia atrás para vincular con lo que le había pasado de muy chico, una experiencia. A mí se me ocurrió hacerlo, me pareció que podía, y ese sueño, como pasa muchas veces en la realidad, brotó luego de setenta años. La aparición de ese sueño, que se reitera y ocurre dos veces en el transcurso de la novela, lo que hace es darle una pista, algún elemento más para interpretar la realidad actual. Leo bastante literatura donde hay una recurrencia bastante importante a los sueños. Es un recurso que me pareció como evidente y la única manera de ligar una situación del presente a algo del pasado fue mediante el sueño. Los sueños también están ligados en la novela a los recuerdos, porque se trata de sueños de situaciones más o menos vividas, o sea que se parecen a, digamos, hay sueños que son totalmente caóticos y que es difícil interpretarlos; en este caso son bastante claros, y bueno, me parece que los sueños también aquí, hablando de octogenarios, también tienen que ver, en otro plano, con los recuerdos. Tanto los sueños como los recuerdos son una parte importantísima de la vida; más aún cuando uno ya tiene siete u ocho décadas vividas.
- Es importante lo que decís, porque nos permite comprender más profundamente lo narrado. Pensaba en ese elemento vinculante que es la carta, pero además en la culpabilidad; y hablabas de recuerdo, y recuerdo es pasar de nuevo por el corazón. El personaje tiene la carga del error que había cometido siendo niño, con ese sobre que perjudica a su familia…
- Exactamente. Él, aparentemente, resolvió la situación de cuando era niño, pero quedó con la culpa, quedó enganchada dentro de sí; pero, a su vez, subsistió oculta también esa situación. Ahora bien, cuando en el presente de Tomás acontece algo que tiene cierto parecido a aquella otra, el pasado evidentemente resurge, ya sea bajo la forma de recuerdo, bajo la forma de sueño. Pero esas cosas que no pudimos resolver, entiendo yo, o que nos quedaron así, con cierta culpa, aparentemente se olvidan; pero quedan ahí en un rincón y en el momento menos pensado aparecen bajo la forma de recuerdo. Pasa algo en el presente que nos activa ese recuerdo y esa culpa pasada, o también como en este caso, bajo la forma de un sueño, y esa reaparición de la situación bajo la forma de sueño reactiva esa culpa, y bueno, hay que manejarla, o al menos nos permite tratar de reelaborar esa situación que estaba escondida y mal resuelta internamente.
- No sé en qué época fue escrita o empezaste a escribir la novela…, Alain Badiou, en el texto El siglo, dice que muchos autores o autoras se anticipan a su tiempo, y en Dominó hay una descripción de la situación de los jubilados que pareciera que está escrita hoy.
- Mirá, a mí me pasó algo muy extraño, porque la primera versión de la novela la terminé en el 2011. A mí me gusta terminar un texto, corregirlo bastante, y luego dejarlo guardado, dejarlo como levar, como un pan. Porque me parece que una lectura después de pasado cierto tiempo, incluso la propia lectura que uno hace de lo que escribió, da la sensación que lo ha escrito otro; uno ya es distinto. Pero, además, a mí me pasa que cuando releo lo que escribí hace un par de años me sorprendo; me sorprendo por lo bueno y por lo malo. Como si yo no lo hubiera escrito. Es como si fuera otra visión. Entonces, lo escribí en el 2011 y lo volví a retomar una vez en el 2015 y después, en 2021 ya llegó a terminarse. Lamentablemente, parece un cuadro de la actualidad.
- Otra cosa que también me interesó mucho, porque son como lecturas solapadas, es decir, como claves que están ahí dentro del relato, que tienen marcas muy profundas con la historia de nuestro pueblo. En algún momento se habla de la tortura, se refracta el 2001, se aborda la justicia, y no solamente por lo que pasa con el personaje sino con el peso de la institución…
- Te diría que, en Dominó me ha ocurrido, también en la mayoría de los cuentos, me interesa anclar, de alguna manera, o a ligar el relato totalmente ficcional a la realidad; dar cierto entorno, darle un sustento para que se pueda ubicar, incluso, hasta el tiempo y el espacio. Entonces, me parece que el anclaje, que la ficción esté anclada a ciertos hitos de la realidad, a mí me resulta al menos interesante. Insisto, trato de no encerrarme en los géneros, por eso esta última novela es un poco policial, pero también tiene algo de existencialismo, y al mismo tiempo es ficción.
Me parece importante darle cierto contenido. Y acá, justamente, se prestaba mucho en Dominó, porque hay gente que ha recorrido mucho y hay hitos que nos marcan; que nos marcan como sociedad y que nos marcan individualmente. Cuando se habla de la historia, del pasado, generalmente se dice que el pasado quedó atrás, la visión esa que quedó atrás; y yo creo que no, o sea, yo tengo otra mirada, por ahí parece un juego de palabras, pero me parece que es importante.
Cuando uno tiene las cosas atrás, lo que está atrás a uno no lo toca, está allá como lejos, distante; y yo creo que el pasado, como estos hechos históricos que has mencionado, como cualquier otra experiencia que tenemos, que tiene cada individuo, no están atrás, están debajo nuestro. Es decir, pienso que nosotros estamos parados sobre esa historia, sobre ese pasado, sobre el pasado personal y sobre el pasado del país, que nos condiciona, obviamente, ¿y cómo?. Y creo que esto es importante, porque si el pasado está ya lejos atrás, es una cosa, pero si está debajo nuestro, nosotros estamos en nuestra base. Y es esa base que nos permite, justamente, en base a esa experiencia, nos sirve de base para seguir hacia adelante, sin olvidar lo que pasó. No está allá. Nosotros estamos parados sobre todo ese pasado.
* Colaborador
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