Domingo 19 de octubre 2025

La alteridad de la mirada

Redaccion Avances 19/10/2025 - 09.00.hs

Durante septiembre, Bromuro, el estudio del reconocido artista visual Joaquín “Jimmy” Rodríguez, fue escenario de la muestra “La ilusión de lo eterno y otros placeres”, obra de Gabriel González Carreño. En su función curatorial, Rodríguez encarna la alteridad de una mirada incitante.

 

Sofía Pavesi *

 

El artista audiovisual Gabriel González Carreño creció entre casas de empeño y subastas, una influencia reflejada en su práctica de crear cámaras estenopeicas y proyectores rudimentarios con materiales encontrados. Jimmy Rodríguez, con quien, además de compartir su trabajo, guarda una amistad, especifica la historia de las imágenes empleadas en la instalación:

 

- Son soportes analógicos que datan de principios del siglo XX. Las filmaciones fueron encontradas por Gabriel en un galpón, en un montículo de lotes propiedad de su familia y las fotografías son recuperaciones del descarte de una imprenta. Con ese material comenzó un trabajo sin nombre que encontré interesante, en parte, debido a la traslación de su efecto de acuerdo con la época de su revelación. Especialmente, las proyecciones eran consideradas pornografía para la época y no estaban al alcance de cualquiera, sino reservadas para cierta clase social: las personas debían tener cierto poder adquisitivo para comprarlas, además de tener un proyector y la disponibilidad de un espacio para verlas.

 

Este tratamiento de una suerte de tabú pretérito coincide con la mirada de Jimmy hacia Carreño:

 

- Tiene un abordaje muy interesante de la imagen, no solo estrictamente de la fotografía.

 

Y añade:

 

- En este tiempo, ni la fotografía ni el fotógrafo existen más como históricamente se los conocía, el golpe final lo ha dado la Inteligencia Artificial. Creo que el trabajo de Gabriel es disruptivo para el ámbito de la cultura local, pero también tiene un carácter universalizable.

 

El arte y la eternidad.

 

La respuesta del curador es contundente ante la indagación sobre lo eterno:

 

 

- La eternidad no existe. El vínculo con lo eterno nos sobrevive, es incomprobable, una metáfora. Trabajé muchos años con fotografía de archivo, imágenes dañadas, pero existentes todavía. Y así, descuidadas durante más de cien años, todavía no murieron.

 

El atravesamiento temporal podría ser, entonces, motivo de una transformación sígnica de objetos y acontecimientos capaz de volverlos arte frente a nuevas percepciones. Esto despierta en el artista su carácter de precisión, que lo impulsa a buscar entre papeles de su biblioteca una cita definitoria del arte escrita por él: “El arte es una tesis: ‘La idea de que el arte es una tesis se refiere a la noción de que el arte no es solo una expresión estética, sino un conjunto de conceptos y argumentos. Al igual que una tesis en un contexto académico, el arte puede explorar, proponer y explorar reflexiones, así, al decir ‘el arte es una tesis’ se ratifica su capacidad para explorar y discutir ideas complejas”.

 

Jimmy Rodríguez instaura, entonces, su propia tesis acerca del trabajo de Gabriel Carreño, inspirado en el juego entre su experiencia visual, corporal y el lenguaje literario.

 

 

- La repetición en bucle que expone la obra fue para mí una reminiscencia de la novela de Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel. En especial, respecto de las proyecciones en movimiento propuestas por Gabriel, pero también de las fotografías como expectativa de eternización: la captura de una imagen sobrevive después de la desaparición de sus protagonistas porque los muertos ya no son conscientes de su capacidad de revivir en una foto, pero sí lo hacen a través de su apariencia.

 

 

Faustine, el holograma imposible de lo eterno

 

 

- Quien pueda ver esa supervivencia apariencial, tiene la posibilidad de reconstruir, pero los protagonistas son ajenos a ese proceso. Esta es la clave de lectura que asocio entre La invención de Morel y la exposición.

 

El protagonista sin nombre de la novela de Bioy Casares tarda mucho tiempo en darse cuenta de que las personas a quienes ve son en realidad proyecciones, por lo que interactúa con gente que no puede hablar con él hasta enamorarse de Faustine, tanto, que decide someterse a rayos mortales para quedarse junto a ella, a sabiendas de que ni él sabrá de ella, ni ella sabrá de él. Su única esperanza es que un tercero los mire y puedan estar juntos: me enamoro tanto de vos, que no me importa ni siquiera que vos sepas de mí.

 

 

Desde esa perspectiva, es posible arriesgar la idea de que los asistentes a la exposición en Bromuro, y todos aquellos que puedan mirar el pasado, conforman una especie de negativo fotográfico, un reverso escondido: el futuro de otros les es revelado como un secreto que esta oculto para sus propios protagonistas. En la reseña de La ilusión de lo eterno y otros placeres, Rodríguez expresa su interpretación con libertad: “Las imágenes, que originalmente fueron tomadas por profesionales en rigurosos estudios y pensadas como evidencia, ahora derivan en otras posibles lecturas y amplían su sentido. Estas parejas pioneras en tierras que, negando toda pre existencia, aún se definían como ‘vacías’, nos devuelven una mirada ambigua. Se cruzan sus perfiles, se disuelven sus rasgos personales, ya no se identifica claramente quién es la pareja de quién, como si quisieran advertirnos sobre la delicada fragilidad de los vínculos”.

 

Así, la mirada ajena expone un infinito: el origen de las imágenes de Carreño es incierto y el final de su interpretación es incontable, no solo por la cantidad de sus interpretantes, sino por las mutaciones que surjan en ellos, según el momento en que su memoria les regrese al Bromuro de septiembre de 2025.

 

Ante la posibilidad de este infinito ofrecida por el soporte fotográfico de tiempos anteriores, las palabras finales de Jimmy parecerían cerrar el encuentro con una queja acerca del ahora:

 

 

- Lo que hacemos ahora es registrar en soportes totalmente inestables y efímeros: celulares, cámaras digitales, computadoras que dependen de muchos dispositivos para su permanencia. Esto obliga a trasladar el trabajo de un soporte al otro, lo que funciona igual que las mudanzas: siempre algo se pierde, resulta irrecuperable. Hace años, incluso existía el negativo como salvataje, un objeto más difícil de perder por su valor de permanencia: hoy podemos tener fotos tangibles de nuestros abuelos; de nosotros, en unos años, no va a haber nada, lo que habilita, sin embargo, a inventar una mentira fabulosa.

 

* Colaboradora

 

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