Sabado 05 de julio 2025

La memoria de Edgar Morisoli

Redaccion Avances 11/08/2024 - 06.00.hs

La conversa con el periodista Juan Galo Santamarina permite conocer otras dimensiones de los cantares y decires de don Edgar, las que tienen que ver con el libro en sí, pero también con la historia familiar y, por sobre todo, con ese territorio mítico que vive y palpita en la voz y corazón de Morisoli.

 

Sergio De Matteo *

 

Un libro que es todos los libros, a modo de resumen de vida, a modo de herencia. Una palabra hilada desde los ríos litoraleños a los pampeanos, y la lucha por su ausencia. Una voz que clama desde el horizonte de tierra adentro pero que habla desde lo más profundo de Latinoamérica. Una voz única, como la Edgar Morisoli, que cruza y cruzará tiempos y paisajes para unir y reunir a hombres y mujeres anclados a un territorio, a una idea de patria. Una palabra que invita, siempre, a compartir la peculiar dimensión que representa la ronda del mate, del fuego, y de la utopía.

 

Este libro póstumo, titulado “Cantares y decires de la gran aventura”, salvo el primero, el legendario “Salmo Bagual” (1957, y edición aumentada de 1959), viene munido, como toda la bibliografía morisoleana, de ilustraciones, es decir, han sido interpretados por artistas plásticos. Cuenta Galo, uno de los nietos de Edgar, que su abuelo “buscaba que los artistas plásticos se encontraran con la poesía y pudieran crear a partir de eso, que tomara el poema otras alas, así como cuando decía que tomaba otras alas con los músicos. Entonces, con la pintura, la xilografía, o con cualquier arte visual, incluso con la fotografía, también pasa lo mismo. A veces pasaba a la inversa, porque el abuelo se inspiraba en obras plásticas o fotográficas”.

 

Esta obra fue publicada por el sello editorial Pitangüá y consta con ilustraciones de Osmar Sombra, Paula Rivero, Marta Arangoa, Dini Calderón, Raquel Pumilla, Estela María Benedetti y fotografía de Juan Pablo Morisoli.

 

 

- “Cantares y decires de la gran aventura”, en ese título Edgar nos está diciendo que testimonia su experiencia, la cual está marcada -en la lectura que se puede hacer de su obra- por la toma de posición con respecto a temas que hacen pie en nuestro territorio, pero que se expanden con esa visión que tenía de la Patria Grande, además tampoco pierde de perspectiva su familia, principalmente, y sus amistades…

 

- Sí. La poesía ya sabemos que tiene tópicos que son universales, pero, a la vez, tiene una raigambre muy personal y, en este caso, tiene unas raíces muy profundas en lo que fue aprendiendo de La Pampa, con los paisanos. Aprendiendo al haber recorrido La Pampa cuando no era La Pampa aún, o cuando recién se estaba forjando como provincia. Entonces tiene raíces muy profundas, como lo son las plantas del monte, uno no busca la leña en el monte, en la montaña, no busca la leña por arriba, sino que tiene que cavar profundo para obtenerla de las raíces; la poesía de mi abuelo tiene esas características. Él habla de portales, de umbrales, que es una manera de ver el ingreso a la vida y la despedida de la vida, con esperanza, siempre.

 

 

- Esto que señalás quedó registrado en una entrevista en el diario Los Andes, donde Edgar decía: “mi poesía se nutre de mi vida”. Eso queda ejemplificado en la relación que tenía con la familia, además está refractada en muchos de los libros, pero también está el paisanaje, la sabiduría popular que tanto le importaba…

 

- Considero que el Edgar agrimensor no se puede separar del Edgar poeta, por eso mismo, ese oficio, o esa profesión que tenía, fue lo que le permitió recorrer y conocer los lugares, no solamente como lugares en sí, como paisajes, sino los lugares habitados por el ser humano, que son los que le terminan de dar forma al lugar. Si no hay algo que lo resignifica al lugar es muy difícil, es puramente naturaleza, solamente; pero cuando hay alguien que vive ahí, que está en un diálogo constante con ese lugar, por las fuerzas de la naturaleza, ya es diferente. Hay una resignificación, y esa resignificación era lo que iba retroalimentando a mi abuelo constantemente.

 

Más allá de sus grandes lecturas, más allá del humanismo latinoamericano, de Gramsci, de Simón Bolívar, está Juan Huelches, están Los Parra, o en el yuyero que también era el balsero para poder cruzar el río Colorado. Entonces, en ese saber culto y, a la vez, en ese saber paisano, creo que la poesía de mi abuelo fue tomando voz propia.

 

 

- Pensaba, justamente, en esa figura tan discutida de a quién se llama intelectual. Tanto Edgar como Walter Cazenave rompieron ese molde canónico, más allá de la sabiduría y de su profesión académica. Es que tuvieron una relación muy profunda con los hombres y las mujeres de “tierra adentro”, a los que resignificaron en muchos de sus trabajos y, además, el lenguaje que utilizaban para comunicarse, sea escrito o hablado, era entendible para todos y para todas.

 

- Observo -en una opinión muy personal- que casi toda la poesía pampeana refleja lo que resaltás. No olvidemos que “El Bardino” -Julio Domínguez- nunca terminó la primaria, nuestro querido Juan Carlos Bustriazo Ortiz era radiotelegrafista de la policía y tenía tan sólo 6to. grado. Son grandes poetas que no nacieron del culto occidental, del artista en París, no se deslumbraron con ese mito; ellos se inspiraron con el lucero del Alba, con una diuca, con un paisano que ofrecía un mate, o con un comisario que los subía arriba de un camión para que la dictadura no los encuentre. Vivieron de pueblo en pueblo, de médano en médano, de árbol en árbol, y toda la poesía pampeana, incluso la de mi abuelo, que no es un pampeano de nacimiento, se le encarnaron esas experiencias de vida. Se nutre de todo esa historia, y estamos en un lugar que es sumamente agreste, muy amplio, con mucho horizonte; y el horizonte es parte de la poesía pampeana, también de la de mi abuelo, sin lugar a duda alguna. Después la amistad y la familia son importantes, y cada libro también se construye con esa vivencia y memoria.

 

 

- Hay un poema en donde Edgar rescata la historia de dos mujeres originarias, en aquella General Acha de 1899, que envían sus producciones artesanales, su arte, a París, y recrea un poema con ese detalle. Remarca tal situación, de un lado el relumbre de la Ciudad Luz con la inauguración de la Torre Eiffel, con toda la ciencia, el arte del mundo; y del otro las dos paisanas de “tierra adentro” que nunca supieron que estuvieron en un catálogo de colección.

 

Lo relata y marca el significado profundo que tiene nuestra tierra y sus habitantes para su poética.

 

- Y a la vez la contradicción, porque en esa misma exposición estaban exhibidas en jaulas habitantes de los pueblos originarios. Entonces, creo que el gran valor de la poesía de mi abuelo, de la poesía pampeana en general, es la de rescatar esas voces; rescatar toda la cultura originaria y toda la cultura paisana. El paisano, como todos sabemos, se nutrió de los saberes de los pueblos indígenas indoamericanos; entonces esa conjunción de saberes fue pasando de mano en mano y fue lo que retroalimentó a los poetas que nos representan.

 

Quizás la más distinta de todas puede ser Olga Orozco, pero porque tuvo otra vida y estuvo más cercana a Buenos Aires. Nuestros otros y otras poetas tienen esa raigambre mucho más regional, y es imposible de soslayarla, porque es lo que los ha alimentado constantemente; es un rescoldo, diría mi abuelo, que siempre mantiene viva la llama.

 

 

- La familia Morisoli y la familia Santamarina forman parte de la historia pampeana, porque están involucrados en el campo docente, en el campo cultural y también en el campo político, sin lugar a dudas. Luego de estos cuatro años de la ausencia de Edgar, pero con la presencia eterna de su obra y ejemplo, de su pensamiento, de su reflexión, ¿qué pensás de ese legado que te ha dejado?

 

- Expresarlo es muy difícil, sin largarme a llorar. Esta es la primera presentación que hacemos sin mi abuelo, y sin mi viejo, Oscar, el “Sangre”, entonces es muy intenso lo que se vive. En cuanto al legado, es inconmensurable; lo dije cuando falleció, y lo resumí en una frase: “hoy falleció Edgar, pero Morisoli es inmortal”.

 

Para mí el plano terrenal es algo que tiene un principio y un fin; pero quedan otras cosas, me pasa con todos mis abuelos y abuelas. Es un legado que me guía como una luz política, ética y moral; las formas de construir las relaciones, desde el amor, desde el acompañamiento, desde el aprendizaje. Es muy difícil llevar una vida contraria a eso que mamó uno desde chico constantemente. Nosotros disfrutamos mucho de nuestros abuelos y abuelas. Entonces uno lleva todo eso adentro y en el constante vivir lo tiene como un faro. No solo me pasa a mí, digo, como familiar, sino que les pasa a muchos que lo toman como un faro también. Algunos como un faro literario, otros como un faro político; para mí es todo eso. Si bien uno tiene congoja porque ya no está, también se vive desde ese lugar: como un faro que siempre alumbra ,y alumbra en el camino correcto.

 

 

Umbrales”

 

Hubo un primer umbral: la llegada a la vida,

 

a la Gran Aventura. Tras él, casi al unísono

 

-porque ambos son un canto-

 

amor y poesía me franquearon sus umbrales secretos

 

por los que me asomé, militante del alba,

 

al enigma del mundo. Interrogué a la Esfinge

 

de los Confines, pero la respuesta

 

no estaba allí. Estaba en la ramada

 

del puesto de Juan Huelches,

 

en su mate ofrecido, en su baquía

 

de la tierra y el monte

 

-aquella legendaria Cátedra del Desierto-

 

los raigales saberes y sentires paisanos.

 

......…

 

Habrá un último umbral. Cuando lo pise,

 

sé que será cantando.

 

 

Padres silencio / Madre palabra”

 

Entre el padre silencio y la madre Palabra

 

el poeta ejerce su mester

 

y logrado el poema,

 

lo plegará dentro de la botella que luego arroje al mar,

 

para que un día, en una playa ignota,

 

un remoto lector lo resucite…

 

Así la poesía

 

cumple con su destino navegante

 

(que tiene una variante voladora: cuando se hace canción)

 

y como no se rinde continúa iluminando al hombre.

 

 

Portal”

 

Había un país, y para muchos

 

había una patria. Una patria /matria

 

en la que miles de familias llevamos

 

una tarja de ausencia

 

marcada a fuego de dolor. Había

 

un país al que algunos tomaron por guarida

 

desde donde lucrar a costa de los débiles

 

creyendo que eran titiriteros,

 

cuando en verdad son títeres

 

y no saben de quién, de quiénes... Mas lo cierto

 

es que había un país y para muchos

 

una patria, que en medio de tinieblas todavía

 

desentume sus alas,

 

para emprender el vuelo más noble: la esperanza.

 

Enero, 2020.

 

 

* Colaborador

 

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