La palabra como sanación
“Siento la esencia de la vida/ y vuelvo a escribir” bosqueja Micaela Alonso, aludiendo a un retorno desde las sombras y al lenguaje que salva, a modo de experiencia arcana.
Sergio De Matteo *
Aún con el alma rota” surge como tabla de náufrago la propia palabra poética. Se encarama entre sombras, oscuridades, para darle sentido a la luz, a la vida misma; y lo hace en contraste, pero también en complementación, con la muerte, con lo pasado y lo que solamente pulsa en la memoria. Tal cual resalta la poeta y narradora Micaela Alonso en su nueva obra Petricor “todo llega y todo pasa”, “antes y ahora”, porque “somos ciclos” y “nada termina, todo empieza”.
¿Dónde empieza lo que empieza? ¿y qué es lo que empieza? Sin dudas, la respuesta esencial es la vida, “los planos de la vida”, en su condición sine qua non de viajeros, de exploradores de la propia existencia.
En tal sentido, el pensador danés Sören Kierkegaard en 1845, en su escrito Estadios en el camino de la vida, frente a ese mundo que se muestra como representación y cada ser humano debe tener la voluntad de vivirlo, de descubrirlo, nos plantea y describe los tres tipos de existencia que el hombre puede llevar adelante: la estética, la ética y la religiosa.
Alonso elige el camino estético, el de la escritura, con vínculos que se nutren de la religiosidad, no como doctrina, sino pensándola en su propia etimología, la de religar a los seres humanos, a través del ejercicio del verbo. Por eso la autora nos dirá: “Escribo lo vivido en esta y en otras vidas./ Escribo sintiendo o ignorando, escribo imaginando, escribo con intensidad o no escribo./ Y pienso, siento y busco y encuentro./ Encuentro las palabras olvidadas, los secretos bien guardados, las manías de mis padres, y así, escribo, recordando./ Recuerdo, busco, siento, pienso y soy”.
Varias concepciones se alinean en esta declaración del significado de la escritura. Una escritura que trasciende los tiempos y reúne sus símbolos en la confluencia de diversas existencias, como si sólo fuera un único libro, como sentenciara Jorge Luis Borges. Es más, en una conferencia sobre “El libro”, en 1979, señala que “Tomar un libro y abrirlo guarda la posibilidad del hecho estético”, y agrega que “Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros”. A esta continuidad borgeana e identificación de lo artístico, se le suma la fórmula cartesiana del cogito ergo sum, pienso luego existo, concepto que enmarca al racionalismo, y al que le sobrevuela, como contraposición, el carácter mágico, intuitivo y ancestral del hecho poético.
Petricor es un libro compuesto de poesías, prosas poéticas y narraciones, además de ser una obra polifónica, a la que se le adicionan otras voces, otras escrituras, que se acoplan y anudan al viaje del yo poético que busca su esencia, la constitución de su ser (“Descubrí tu propósito en la vida”). También el fenómeno intertextual la liga a la serie literaria pampeana cuando inscribe su epitafio: “Se fue Micaela Edith Alonso y sin despedirse […] Se fue como ella quiso […] que descanses a tu manera siempre”, que resignifica otras caídas (literarias), como la que anunciaba Olga Orozco en su libro Las muertes (1952): “Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero”.
Los cuatro elementos de la naturaleza (fuego, tierra, aire, agua) se coligan con el barro de la criatura humana, a los sentimientos, a los sueños. Así como Siddhartha, de Herman Hesse, Tao Te Ching, de Lao Tse, El libro de los cinco anillos, de Miyamoto usashi o Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda, este libro de Micaela Alonso, Petricor, es un libro de aprendizaje, de comprensión de la existencia y del universo, de iniciación espiritual. Por eso está presente la oscuridad (“Seamos oscuridad también, el mundo que nadie quiere ser”, lo subterráneo, porque para hallar las respuestas es necesario el descenso al infierno, la catábasis en términos griegos, el viaje al reino de los muertos, para luego de la prueba iniciar el ascenso (anábasis), es decir, completar la expedición hacia el interior: “Siento un poder, un poder de sanación. Alas y libertad y deseos de volver a sanar a los que están como lo estuve yo”. La poeta Claudia Masin habla de “Escribir y curar” en su texto Curar y ser curados. Poesía y reparación (2022), y señala a “La poesía como acto de liberación. De emancipación”; y Alonso emprende su propia experiencia, busca ese punto ideal, y propone una “restauración en la armonía cósmica”.
* Colaborador
“Somos ciclos”
Micaela Alonso
Somos barro y endurecemos una y otra vez,
la lluvia intenta, nos vuelve a convencer.
Pasa el tiempo, como a todos
pasa el viento, de mil modos
lo oculto se atesora, los ojos se despiden
los meses corren lentos.
Los colores del cielo nos caen desde arriba
la frescura del agua nos toma de las piernas
nos busca las raíces, nos seca los dolores
y sutilmente, florecemos.
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