La saga de Pincén
El cacique Pincén, sus últimos años y el paso por la prisión en la isla Martín García. El poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz le dedicó su pluma a Silvano Pincén, nieto del antes nombrado.
José Carlos Depetris *
Sobre los últimos años y destino final del cacique Pincén existen varias suposiciones sin poderse confirmar ninguna de ellas. Lo cierto y documentado es que pasó algún tiempo detenido en la isla Martín García como consecuencia de su captura en La Pampa por el ejército de línea. En los prolegómenos de la denominada Campaña al desierto. Acompañaban al prisionero en su ingreso a prisión otros indígenas de su dependencia, la mayor parte con niños de corta edad.
Llegaron en tren a la estación del Parque encerrados en un vagón de carga y los llevaron hasta el puerto para embarcar caminando por las calles custodiados y seguidos por más de 200 curiosos, según detalla un diario del 18 de diciembre del 1878 dando marco periodístico a la espectacularidad y celebración del éxito de la civilización sobre la barbarie. Claro, que exhibiendo públicamente personas engrilladas en camino al destierro.
Algunos datos de su filiación, se conocen a partir del acta de casamiento registrada por el cura Birot en el libro de matrimonios N° 1 de la iglesia de aquella isla, el día 15 de setiembre de 1879.
Oficialmente se registra su nombre como “Pancho Pincen Catrunao, de 55 años, natural del Carhué y de estado cacique indio”, por lo tanto debemos suponerlo como nacido hacia 1825 en el lugar indicado, e “…hijo del finado Ayllapán y la finada Amuypán, ambos del Carhué”.
Su esposa, Paula Laitú que compartió su prisión, declara en el mismo acto tener 50 años, ser hija de los finados Rincunecul e Inaymán, todos naturales del Chadileufú. Y aquí con la sola mención de estos nombres y lugar, nos remite al origen pampeano, ya que Rincunecul (o Rinqué) fue capitanejo de Raninqueo cuando junto con los de Coliqueo habitaron La Pampa por espacio de dos décadas. Llegados con sus tribus a la zona de Luan Toro y Loventuel hacia el 1840, fueron aceptados por los ranqueles de Pichuiñ, (padre de los Baigorrita emparentándose en el lugar con los principales clanes ranquelinos por medio de casamientos y uniones clánicas, tan observada entre ellos como forma de equilibrar el poder entre los grupos y desarrollar resistencias al avance del ejército.
En Martín García estuvo destinado a cuadrillas de trabajo en la cantera de adoquines hasta junio de 1882, cuando el cirujano Nelli lo incluye en la lista de “indios para liberar por enfermos e inútiles”. Tenía afecciones pulmonares, un tumor en la rodilla y un manifiesto estado de abatimiento -entre otras fatalidades adquiridas en la isla- que el mismo detalla en esta carta que intercepta el periódico La Patria Argentina. Fue publicada el 30 de mayo de 1882 y tal vez haya influido en las decisiones. “… aquí me tiene Vd padeciendo enfermo. Un hijo murió de pena y mi compadre Pichihuil. Mis hijos Luisa y Manuel quedaron ciegos de las Viruelas de aquí. Pueden pedir un informe al medico yo me siento morir, al ver mis hijos tan desgraciados. La unica que esta buena es Ygnasia que se la he dado a nuestra Madrina por conservar su honor hasta que se me saquen de este presidio porque estamos todos entreverados …”
Otra documentación relevada, indica que seguidamente a su salida de Martín García plantó su rancho -bajo celosa libertad vigilada- en cercanías de Lincoln (Bs As) en la estancia El Dorado de Ataliva Roca, hermano del presidente de la nación.
Aunque la información es difusa lo poco que se conoce de su derrotero posterior lo liga a una acusación infundada de la prensa metropolitana sobre su connivencia con una refriega en la laguna del Guanaco entre una partida de indios fugitivos con el grupo de los estancieros ingleses Mc Climont, Purvis, Mc Phail y una decena de peones -todos ellos muertos- que iban en viaje a poblar con estancia ese lugar.
Corría el mes de abril de 1883 y rápidamente salieron patrullas punitivas de los recién fundados Cantones militares de Victorica y General Acha para restablecer la calma en la frontera y básicamente aplacar la opinión publica porteña acicateada por la prensa que suponía que la tragedia de los estancieros podrían afectar los intereses y ánimos de inversionistas de tierras y capitales extranjeros. Como consecuencia Pincen es llevado rápidamente preso a Martín García imputado expresamente como reo relacionado al hecho.
Las últimas noticias del cacique, las leemos de Electo Urquizo, antiguo bolichero de los campos de la tribu de Coliqueo en el partido bonaerense de Gral Viamonte y posterior fundador del pueblo de Los Toldos. Señala en sus “Memorias de un pobre diablo”, que hacia 1890, Pincen aun solía llegar en compañía de algunos de su tribu a la comarca como zafrero transhumante para la juntada de maíz, y aventura que su muerte debe haber acaecido en la casa de los Cayún en la tribu de Coliqueo.
Su numerosa familia, mientras tanto, sufrió la dispersión que caracterizó en aquella época y en todos los casos a los grupos que, racialmente vencidos debían acomodarse a las nuevas circunstancias y al adverso nuevo orden imperante. La estrategia del Gobierno Nacional, consistía en la dispersión de las tribus con el fin de evitar la posibilidad de reclamos grupales, borrando en poco tiempo todo atisbo de indigenismo y fundamentalmente de reagrupamiento en torno a los caciques.
Los datos extraídos del 2º Censo Nacional de Población realizado en mayo de 1895, nos arrojan algunas precisiones que nos permiten tener una idea del destino de algunos integrantes de la familia cacical. La división distrital se correspondía a cada provincia o territorio nacional. Las libretas censales arrojan una serie de ítems para cada individuo registrado. En el caso de los Pincén, nos permite acceder al listado de todos aquellos que para ese año y circunstancia se registran bajo ese apellido en distintas latitudes.
La diáspora.
De la búsqueda surgen rápidamente las variantes en la grafía utilizada por los censistas para asentar el apellido tal como lo interpretaron o escucharon. Se anotan variantes como Pincél, Pinzel, Picén y aún Piseñ. Esta última, es la que se correspondería más acertadamente a la dicción indígena y la usada en la época. Del material consultado, no se desprende registro alguno que mencione al cacique, por lo que debemos suponer que ya había fallecido para ese año de 1895.
En los registros correspondientes a la provincia de Entre Ríos y en el distrito de la ciudad de Paraná. También en la ciudad de Tucumán; en el distrito bonaerense de Carmen de Patagones, asimismo en la Ciudad de Buenos Aires, se registran personas con el apellido cacical.
Los casos citados -hay otros más por supuesto- son cabal demostración de la diáspora que debió sufrir la familia merced a extrañamientos de sus integrantes en distintos puntos del territorio nacional y siendo reducidos a servidumbre en familias acomodadas de ciudades o campaña. También destinados por leva para servicio militar impuesto por el Estado Nacional.
También ubicamos en la provincia de Buenos Aires, otros casos donde los miembros de la familia han podido mantener cierta conexión. Así, encontramos a su hija Ursula Pincén, de 34 años, con tres hijos, en la Mar Chiquita de Junín. Y en el partido de 9 de Julio, hallamos a otra de sus hijas, Rosa Pincén, de 40 años madre de tres niños. Completan el listado sus hermanas María Pincén de 28 años, con tres niños y Maria Catrunao de 25 años. Como dato que refuerza la presunción que este grupo pertenecía al entorno mas íntimo del viejo cacique, se registra en el mismo domicilio la mujer Llaytupán de 85 años, de estado civil viuda, a la que suponemos sea la anciana esposa del cacique, nombrada en el acta de casamiento de 1879, como Paula Laitú.
En el Partido de Guaminí, y en una pedanía de población rural equidistante entre Trenque Lauquen y Carhué, fueron censados Nicasio y Rosa Pincen, hijos del cacique. El primero declara 50 años de edad, bonaerense y de oficio criador, en alusión a su condición de pastor trashumante que para la época aún mantenía como medio de subsistencia. La segunda, de 35 años, viuda y madre de 5 hijos. Todos convivían en el mismo domicilio.
Nicasio Pincen encabeza el listado y le siguen, su esposa María y seis hijos de entre 15 y 2 años de edad: Benito, Pedro, Gregorio, Nicasio, Eulogio y Silvano Pincen. A este último le asigna el escribiente, 6 años de edad. O sea, nacido hacia 1888.
Y aquí, casi mimetizado entre tanta mención a nombres y anónimos protagonistas que el tiempo en su tarea socavadora y diluyente ha relegado al olvido, encontramos la primera mención exacta a Silvano Pincén, quién fuera por derecho propio en nuestro devenir comarcano y popular un personaje ineludible en la pluma, mención y atención de Bustriazo Ortiz.
A su condición de nieto del viejo cacique y aún de cierta contemporaneidad con el mismo, traería aparejada una niñez acotada dentro de los parámetros de la propia cosmogonía de su pueblo y de la lógica y el pensamiento de las últimas comunidades paisana de la llanura. Claramente expuestas a la exclusión y el desamparo por la atomización orquestada que devendría en la más formidable y acelerada pérdida y amputación de buena parte de su indigenismo en las generaciones inmediatas.
Radicación en La Pampa.
Tanto, que el proceso de ciudadanización de los grupos dispersos que se asientan tras las campañas militares en la región descripta, va unido a un paulatino desplazamiento hacia los márgenes de las tierras menos habitadas, donde la radicación en determinados puntos se hace más llevadera en su condición legal precaria de intrusos en las extensas propiedades sin la ocupación efectiva aún de sus nuevos -y poderosos- dueños.
En este peregrinar hacia las tierras ancestrales de sus mayores, Nicasio Pincén, su familia y algunos allegados de la tribu, arribó a la zona de Anguil hacia 1897. Dicha presunción se basa por algunas manifestaciones de una bisnieta que refiere “…los iban corriendo de los campos y en Anguil los dejaron tranquilos. Llegaron poco antes que el ferrocarril…”, podríamos establecer que desde entonces se radican en una chacrita de 10 hs. con un puño de ovejas y alguna hacienda menor.
No existen, casi, menciones a su anónimo protagonismo en el medio salvo aquel recuerdo popular que tan fuertemente se conserva a través de generaciones de la mansa figura de Nicasio Pincén. Solo hemos hallado unas cortas referencias que lo ubican como cabeza de su grupo a partir de alguna petición de campos para su gente. Concretamente se trata de una corta esquela de recomendación ante algún influyente funcionario nacional y cuya transcripción consignamos:
“…. Manuel Namuncurá, Cacique, Territorio Nacional del Neuquén. Saluda a su distinguido amigo el Dr. Director Juan Carlos Belgrano, y me permito recomendarle al portador de la presente Don Nicasio Pincén, hijo del Cacique Pincén. El suscripto lo ha conocido como hijo legítimo, quien desea gestionar adjudicación de tierras ante el Superior Gobierno Nacional. Ruégole encomendarle en algo en cuanto a las atenciones que reciba mi recomendado. Le seré siempre grato. Cacique Manuel Namuncura. San Ignacio. Diciembre de 1.907….”
Evidentemente, tal gestión no ha de haber tenido favorable resolución, dado que Nicasio Pincén siguió radicado en Anguil hasta su muerte, habitando en el humilde ranchito junto a su esposa María Chuaillán con familiares y allegados.
Debido a un accidente menor, ya muy anciana, fallece María Chuaillán y poco tiempo más tarde fallece Nicasio Pincén a los 70 años. Esto ocurrió en el año 1915.
Con los años, la familia se desgrana y queda en la casa paterna, Don Silvano Pincén, hijo de Nicasio. Nieto del cacique. Consciente de su origen. Sintiéndose portador de una prosapia hondamente americana. Respetado por sus contemporáneos pueblerinos desde la perspectiva de su significación a la hora de enmendar olvidos y exclusiones.
La visita y el estilo.
A su casa de Anguil llega un día Bustriazo Ortiz acompañando a periodistas en busca de la nota de color para un festejo de la localidad. La hoja a la que recurrimos hoy, -amarillenta ya y atesorada desde entonces- del diario La Capital de Santa Rosa, de la edición del 22 julio de 1967, muestra un típico texto de remembranzas donde campean algunas particularidades referente a los restos de cosmogonía y cultura propia en los integrantes de la generación que sufrió los avatares y consecuencias conocidas. Tal el caso de Don Silvano.
Bustriazo con su sensibilidad genial generó a los pocos días de aquel encuentro, una composición poética impactante que plasmó con intensidad dolorosa contando la circunstancia, pero también la “otra” historia soterrada sintetizada plasmando la ancestralidad y ubicándola en su Tercer Libro de Estilos dentro de la vastedad que componen su monumental obra. Luego publicada en la Edición de Canto Quetral, Tomo 2, en el libro de estilos titulado como Estilo casi rezado para Don Silvano Pincén:
“…. Ya se inclinaba la tarde
como una frente violeta
y era su rancho hilachoso
un carapacho en la tierra
( en la alta noche, yo se
Que habla solito con Dios…
Un catre era, una yesca
Y el manso litro de vino
que pico a pico el se toma,
de cruz en cruz, filo a filo.
…con la finada Ayllapan
Y con Pincen Catrunao…
Un matecito amarillo
era, un candil, una matra
una cabeza de piche
muerta en las manos del aura
….con la finada Amuypan,
con doña Paula Laitu ….
Era una noche tapada
Su echarpe negro en el pecho,
Un ala fiel con el modo,
con el olor del silencio
….con don Nicasio Pincen
Y con don Rincunecul…
Era el señor, el gran dueño
de su pobreza crujiente …
Ya se ponía el sol padre,
Sangre de siempre, de siempre ¡¡
…y con la vieja Inayman
habla en la noche…Y Amen ¡¡ )
Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Anguil y Santa Rosa, 29 y 31 de agosto de 1967.
El texto se lee -o recita- con todas las cuartetas primero relatando la historia del momento y al final – seguido-, los dísticos de dos renglones relatando la “otra” historia. La que era memoria ancestral del entrevistado. Apelando sutilmente el poeta a aquel rasgo tan preciado de la cultura originaria de contactos espirituales con otros planos de tiempo y espacios por medio de sueños y dimensiones astrales.
Así se lo escuché recitar al propio Bustriazo y puedo asegurar que causaba un efecto de sonidos impactante en la combinación de pausas y tonalidades con su cascada voz tan particular.
Fue una tardecita de añoranzas en el Estudio del Arquitecto Miguel García en que Juan Carlos Bustriazo se explayó muy brevemente ante la pregunta sobre la oportunidad en que lo visitó en Anguil a Don Silvano Pincén. “ Sí, de allí, de esa vez salió el estilo”, afirmó entonces con seguridad mientras que ensimismado, con sus palmas alisaba la bufanda que caía prolijamente de su cuello.
* Colaborador
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