La yarará
En esta página compartimos un nuevo cuento del escritor, dramaturgo y titiritero pampeano Aldo Umazano. Reconocido artista local, dueño de un humor sano, inteligente y apto para todas las edades.
Juan Aldo Umazano *
Estaban por cenar cuando uno de sus hijos pidió silencio. Todos lo miraron. Insistió poniendo el dedo en la boca. Salieron al patio y los perros formaban una media luna, mostraban los colmillos. A cinco metros, una víbora se apoyaba en su cola, levantaba la cabeza que parecía nombrar su especie en un cascabeleo mortal.
-¡Una yarará!-, exclamó el padre. -No te acerques.
Justo en ese momento apareció la hija más pequeña con la madre. -¿Qué pasa?
-Una yarará-, aclaró el padre.
-¿Qué hacemos? -, preguntó el hijo.
-Llamemos a la Dirección de Fauna.
El hijo buscó el celular y trató de comunicarse.
El patio era grande, si bien la casa ocupaba gran parte del terreno, había mucha superficie de tierra con gramilla. Ambos lados del terreno, estaban separados por alambre tejido reforzado con maya cima que impedía entrar animales grandes, pero no podía detener a reptiles y arañas.
-¿Y?-,preguntó el padre.
- Ya vienen.
-¿A quién llamaste?
-A los de Fauna Silvestre.
Los tres perros aliados no dejaban de mostrar sus colmillos. A esa media luna se había sumado la familia.
-Esperemos-, dijo el padre.
En menos de cinco minutos estuvieron los de Fauna. Era dos. Uno le dijo al otro: -Una yarará.
-Por eso lo llamamos-, aclaró el hijo.
La miraron mientras escuchaban el cascabeleo.
-Es un peligro. No se acerquen.
-Hay que matarla-, dijo el padre como una solución.
-No podemos.
-¿Por qué?
-Por ley.
-Tendrá que llamar a los Bomberos.
- Señores, yo vivo aquí, con mi familia…
- Es que no podemos por ley-, repitió el otro de los inspectores.
. ¡Qué ley! ¿Y si este animal pica una persona?
-Ellos le darán la solución-, y se fueron dando media vuelta mientras el cascabeleo remarcaba su presencia triunfal.
- Dale-, dijo el padre. Llamá a la policía.
La señora preguntó: -¿De dónde salió?
- ¡Qué sé, yo! –, dijo el padre-. Después de esperar un momento, el padre preguntó-. ¿Si no viene la policía, estaremos aquí toda la noche?
Mientras tanto los perros no gruñían desde lejos; cuando el cascabeleo subía de potencia, los perros subían el gruñido. Era un desafío permanente, ni los perros ni la víbora, querían avanzar o retroceder. De pronto la víbora, haciendo temblar la gramilla por donde se arrastraba escondida, llegó al banco y la gramilla quedó quieta. La expectativa subió con el silencio. Detrás del banco estaba la pared de la casa; que la víbora se escapara, era imposible, si aparecía de golpe con el cascabeleo, los primeros en retirarse serían la familia; los perros aumentarían el gruñido pero retrocederían menos.
Comenzaba a ser de noche cuando aparecieron dos policías preguntando si habían llamado desde ahí: -Sí, tenemos una víbora cascabel dentro del patio; hay que matarla.
Los policías miraron; sus miedos se sumaron al escozor de la familia, y contestaron: -Nosotros no podemos hacer nada.
- Escuchen, está dentro de mi terreno. En esta casa vive una familia. Si la corremos puede ir a la casa vecina, donde vive otra familia. Lo mismo de este lado, y señaló la otra casa.
-Deberá matarla.
-¿Yo? ¿Y si me pica?
-Llame a los Bomberos. Ellos saben cómo hacerlo.
-¿Ustedes me están diciendo que primero está la yarará y después yo?
El policía preguntó:
-¿De dónde vino?
-No sé. Solo sé que está en mi casa y si la corro hacia otro lado, sigue siendo un peligro y nadie me da una solución.
-Deberá llamar a los bomberos-, dijo el otro. No podemos hacer nada-. Y se fueron.
-¿Qué hacemos?-,preguntó el hijo.
-Llamá a los Bomberos- ordenó el padre.
Los bomberos vinieron y cuando vieron la víbora, uno de ellos dijo: -Deberá llamar a la Dirección de Fauna.
- Ya lo hicimos, pero por ley no pueden matarla.
-Tendrá que firmar haciéndose responsable.
-Yo no tengo que firmar nada. Ustedes tienen que darme la solución.
-Hay poco para pensar. Deberá matarla usted-. Y comenzaron a marcharse.
El padre fue detrás de ellos, y preguntó: -¿No me ayudarían?. Yo sé que ustedes están para apagar incendios: -Mátela y no se lo diga a nadie-, dijo uno sin mirarlo mientras se ponía lentes ahumados-. Todos le van a pedir que firme; necesitan tener un documento donde diga que ellos no la mataron.
- ¿Qué haría usted en este caso?
-La mataría-, y se acomodó los lentes mirando hacia otro lado.
-Pero ¿cómo?
Seguro que el bombero ya había vivido otra situación igual: -Yo le ayudo, pero no me va a buchonear. Le digo que si esa yarará estuviera en mi casa, no llamaría a nadie. La mataría directamente.
El padre fue a un galpón, tomó un machete para abrir picadas, le ató un largo palo, y se lo dio al bombero que se sacó los lentes y los guardó.
-¿Qué le parece?-preguntó el padre y le mostró el machete alargado por el palo.
-Hay que sacarla de abajo del banco-, dijo un bombero de baja estatura.
Con otro palo, el padre la sacó y cuando la víbora se paró haciendo sonar su cascabeleo, el bombero la cortó en dos con el machete.
La tranquilidad llegó a la casa, y el padre preguntó: -¿No habrá otra?
-No creo-, ya sabe qué hacer.
El padre y el bombero, se dieron la mano como sellando el compromiso de no hablar: -A nadie.
-A nadie.
Cuando el padre acompañó a los bomberos hasta el portón de entrada, el de baja estatura preguntó: -Qué están haciendo ahí-, y señaló el terreno de enfrente donde lo estaban alambrado con poste muy grande-. La yarará vino en esos postes.
* Escritor, dramaturgo, titiritero
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