Lunes 05 de mayo 2025

Madre Vasca

Redaccion Avances 16/02/2025 - 06.00.hs

En este artículo conocemos la historia familiar de Atahualpa Yupanqui, con el ojo puesto en su madre, Higinia Carmen Haram. El músico no hablaba mucho de ella, aunque le escribió la canción Madre Vasca.

 

Ernesto del Viso *

 

Atahualpa Yupanqui, como artista, guardó siempre un celoso respeto con la intimidad y familiaridad con el hombre que fue Héctor Roberto Chavero.

 

Se trata de un alto decoro, cierto de innegable paisanía que ambos tuvieron, para poner a resguardo ante el indiscreto ademán que suele profesar el semejante; el adentro que todo humano posee. Garantizar ese posible derramamiento hacia el interior de la persona, de algo que no debe mancharse; ese profundo secreto al que la mirada exterior que invade, resulta totalmente ajena.

 

En la obra integral de este cantor, suele excepcionalizar, tomarse un permiso, donde el Yupanqui le inquiere al Chavero Roberto, sobre algún amor que de tan potente que haya resultado, asoma a la superficie. ¿Será la “moza” del Portezuelo?, ¿a la que nunca le dijo nada?.

 

Pero el corazón paisano no revela lo que se adentró en él alguna vez. Hace muchos años, un joven entonces periodista de General Pico, Walter Cazenave, preguntó quién había sido esa dama del norte que lo encandiló, en territorios catamarqueños. Rápido para las respuestas como siempre lo fue don Atahualpa/Héctor Roberto, ficcionalizó la historia, que esa niña podía ser una chica cualquiera de la zona, cuyo nombre y apellido no tiene sentido exponer, porque no lo sabía, en definitiva, le dijo Yupanqui a Walter: “…es la novia de ojito”.

 

O aquella otra altoverdeña tucumana que en la “Baguala del Gaucho Pobre”, le dice: “Altoverdeña de mi querer/no tengáis pena que yo h’ei de volver/como no vua a volver”. Y un verso fuerte para aquellos que infiero no desean esta relación que fue y no debe volver a ser o directamente principió y no hay continuon para la misma : “Yo hei de volver con flete gordo/y apero de plata pura,/pa’decirle a tus parientes/háganse a un lao los basuras.”

 

Sobre el amor, Yupanqui escribió para su último libro “La Capataza” (Ed. Cinco – 1992), en su poema “Campo Mojado”: “Siempre digo que el amor es la consigna secreta”.

 

“Aquello que no se nombra/para que nunca se pierda,/si muchas veces lo nombran/cualquier viento se lo lleva”.

 

Tampoco habló mucho de sus padres, sí de sus ancestros en el comienzo de su obra cumbre “El payador perseguido”, donde habla de sus abuelos sin citarlos con nombre y apellido.

 

Pero no todo es secreto u ocultamiento de su ser y pasos. La pampa, como región geográfica, la explicitó en milongas, muchas milongas, en el género lírico del Estilo y nada o casi nada, en otro de los ritmos de la llanura: la Huella, sobre ella casi ni trabajó. Si hablamos de expresiones sonoras de la Pampa, diremos que hay un Triunfo, compuesto a principios de los años 70’, que caló hondo no solo en su discurso, que sobrevino después de una de esas indisposiciones cardíacas que empezaron a asomar a fines de los 60, sino que también como obra musical, tuvo varios intérpretes que recogieron su mensaje, como Jorge Cafrune y Sanampay. Esto hablando de “Yo tengo un caballo negro”.

 

“Yo quiero un caballo negro/y unas espuelas de plata,/para alcanzar a la vida/que se me escapa”.

 

El valle y el árbol.

 

Alguien ha hecho una hermosa síntesis con la significación de los dos apellidos paternos del cantor y poeta popular A. Yupanqui.

 

Allí explican de una manera simple su apego a la naturaleza y es esta, si Xavero es “De los Alisos” y Haram, viene de Aramburu que quiere decir “cabeza del valle”, bien podríamos expresar la perfecta convivencia del valle y el árbol, dos elementos de la naturaleza que amó como a las piedras y el monte que tantas veces nombrará con unción en los tantos poemas y canciones que su mente iluminó.

 

Generalmente se dice que A.Yupanqui nació en Pergamino, y esto tiene que ver precisamente con aquella situación climática de lluvias, que se estaban dando al momento de nacer Héctor. Y los caminos, apenas huellas trazadas como lonjas, se convertían, en esas ocasiones, en inmensos lodazales por lo que para anotarlo al niño, su padre tenía que ir a caballo al pueblo que más cerca le quedara, en aquel caso el pueblo de Roca, que estaba a unos 25 km. de Peña, pero en aquel momento los caminos a Roca eran un solo barro, por lo que José Demetrio optó por ir a Pergamino, distante a unos 30 km. de allí.

 

Solía decir Yupanqui, acerca de este su principal acontecimiento, el arribar a esta vida terrena: “Yo nací en Campo de la Cruz y en el campo de unos tíos abuelos vascos. Era una vieja posta para ir al norte”. “Mi padre trabajaba de peón en el ferrocarril que era de los ingleses en aquellos tiempos. Era un empleado pobre pero con libros; siempre llevaba cuatro caballos y una alforjas con libros… con extraños libros que alguna vez leí, cuando tuve licencia”.

 

Madre Vasca.

 

Higinia Carmen Haram nació el 11 de enero de 1885 en Chivilcoy (provincia de Buenos Aires). Hija de Regino Haram o Aramburu y Rosario Guevara. Al poco tiempo la familia se trasladó más al oeste de la provincia, llegando a Francisco Madero, campos del Pehuajó. Por allí, como ha cantado Yupanqui, en “Campo, camino y amor”, musicalizado por Piazzolla, Higinia se encontrará con José Demetrio Chavero. Tenía casi 20 años cuando Carmen dio a luz a su hija mayor María del Carmen que nació un 5 de mayo de 1905, futura maestra; tres años después vendrá al mundo Héctor Roberto, el 31 de enero de 1908 y finalmente nacerá Demetrio Alberto, el 2 de abril de 1911, en Agustín Roca (Junín).

 

Sobre su personalidad, es lo que nos llega por boca de su hijo Héctor: que era una persona con decisión y más locuaz que su padre José Demetrio, hombre muy reconcentrado en sus pensamientos. De todas maneras don Ata declara: “De ella tengo la sonrisa, la timidez. Mi madre tenía un gran sentido ético y siempre nos decía que aprendiéramos a pagar nuestras deudas que es una forma de acrecentar nuestras riquezas”.

 

De su mamá Higinia Carmen, no habló tanto como sí lo hizo de su padre José Demetrio, donde destacaba su trabajo en el ferrocarril de los ingleses, como así de su condición de amansador de caballos y destacaba que era un hombre “pobre” pero con libros y una familia: “Mi padre trabajaba de peón en el ferrocarril que era de los ingleses en aquellos tiempos. Era un empleado pobre pero con libros; siempre llevaba cuatro caballos y una alforjas con libros… con extraños libros que alguna vez leí, cuando tuve licencia”.

 

Doña Higinia C. Haran, guarda menos protagonismo en el relato de su segundo hijo, el mundialmente conocido Atahualpa Yupanqui. Pero no por ello ha dejado de expresar y no al pasar, que su mamá “…tenía buena preparación pero no era en absoluto intelectual”

 

Mujer campesina, doña Carmen, de muchos silencios, de mucha empatía con el vivir y considerable fuerza para hacerlo.

 

Dama de muchos pensamientos. Nunca soslayó, solo cubrió con tenues cortinas su admiración a su madre; lo deja dicho cuando le comenta a Manuel Urtizberea, que con los años escribirá un buen libro sobre don Ata, “La Voz del Continente ”, por el año 1975 y un encuentro en París, en el departamento del cantor, que su hijo el “Coya”: “…es fuerte como un vasco, como mi madre”.

 

Cierta vez la ha caracterizado como una persona de grandes silencios y momentos de grandes ensimismamientos; entonces a uno le permite inferir, cuanto de ese pensar y esos silencios han definido la personalidad del cantor. Un Chavero Haram, que como ya lo hemos expresado alguna vez, pasó gran parte de su vida tratando de encontrar el sonido de un silencio y poderlo transcribir musicalmente.

 

Tal vez lo haya logrado con su “Vidala del silencio”, no lo sé. Creo que esa Madre Vasca, haya sido la que alguna vez, al regreso de su primer intento de incursionar con su canto en Capital Federal allá por 1923, a Junín, le expresara a su hijo: “ Usted es un cantor de Artes Olvidadas”, lema o sentencia materna que tomará como modo de vida y que dirá cuantas veces sea necesario, en actuaciones, en contratapas de sus discos de vinilo.

 

“Me he quedado huérfano de padres…”

 

Hay una fecha en que don Ata o mejor dicho Héctor Roberto, le desestabiliza toda su integridad espiritual, la del 12 de octubre de 1962, en que fallece la “Madre Vasca”, así se lo hace saber a Nenette en una de sus cartas.

 

El cantor tiene 54 años y ante el mundo exterior, queda definitivamente solo de padres. Parte del retrato de esas dos almas, que se encontraron por un caballo perdido de José Demetrio, en campos de los Haram, en Pehuajó, ya es él: Héctor Roberto/ Atahualpa. Alguna vez “Por un caballo perdido se conocieron los dos. María Juana y Juan María, paisanos del Pehuajó.”

 

Alguna vez a Yupanqui, le tocó atravesar el país Vasco, tal vez buscando el aroma y el paisaje de su doble raíz Vasca, pero sobre todo la de los Haram, como buen observador que siempre fue de un paisaje, el pino, el mar: el norte era la Patria de su madre. Todo ello lo contempló imbuido de un gran estado de emoción, lo que en definitiva lo impulsó a escribir un hermoso texto, dedicado a su mamá: “Madre Vasca” poema que nunca musicalizará.

 

No era habitual que don Ata dijera este poema dedicado a su madre, en público. En el documental “El Legado”, supo manifestar que éste era su “Oñases” para doña Higinia Harán, en clara referencia a esa milenaria música vasca de dolor y profundo sentimiento.

 

Esto se relaciona, pues el pequeño Héctor solía escuchar de boca de su mamá, algunas melodías que cantaban las familias en Guipúzcoa, lugar de origen de los Aram o Harán.

 

Solía señalar y lo propone la fundación de su nombre cuando edita el “Testimonio III – Rastros” e incluye “Madre Vasca”, Yupanqui, lo que transcribo a continuación: “Hay un canto que no siempre llega a mí. Tiene la cosa sagrado, el hálito sagrado de lo profundo, de lo que es auténticamente privado. Es un poco eso que siempre me ha trabado, de no ser confidente de mis asuntos, de aquello que es verdaderamente profundo, que lo hacen a uno: el niño, el hombre, el joven, el presente, el Adios. Yo aprendí cuando niño, de mi madre de origen vasco, algunas melodías que se cantaban en todos los hogares, en todas las familias de la provincia de Guipuzcoa. Hay una canción que existirá siempre que ya tiene tal vez, más de 1500 años, que es “Oñases”, dolorosa melancolía. Por eso yo dediqué, a mi madre vasca, mi oñases, con la vieja canción”.

 

* Músico

 

 

Madre Vasca

 

Qué nombre tendrán las piedras/que la vieron caminar/a mi madre cuando niña/o pastorcilla quizás./El árbol a cuya sombra descansó,/¿dónde estará?/Que bueno si lo encontrara/para rezar o llorar./He de llegar algún día/en tierra vasca a cantar,/Ay! madre desde muy lejos/en mis coplas volverás./Tu sangre entre mis venas/como un río crecerá/y el viento que es generoso/su árbol me señalará./Que bueno si lo encontrara/para rezar o llorar.

 

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