Música para viajar
El reconocido DJ santarroseño Kevin Di Serna se presentará el 21 de diciembre por la noche en Castelvecchio, en el marco del ciclo local Zyklus. En estas páginas repasa sus comienzos con la música electrónica.
Rodrigo Santesteban *
A pocos días de realizar su ya tradicional presentación en su Santa Rosa natal, dentro del ciclo local Zyklus, el reconocido DJ pampeano contó sobre sus comienzos en la música y su perspectiva sobre el rol de este arte como método de sanación y trascendencia.
“Mi primera experiencia con la música fue tocando el bajo y haciendo coros en una banda, allá por 2003 y 2004. Tocábamos en el Jockey y alguna que otra vez en la plaza San Martín. Era un hobby, una aventura adolescente, pero ya en ese tiempo era muy melómano: la música me acompañaba día y noche. Sentía que me estaba buscando a mí mismo a través de la música, y buscaba alguna especie de sonido que me hiciera decir ‘esta es mi casa’. Para eso exploraba música de todos los continentes”.
- ¿Cómo era esa exploración en esa época analógica y con un Internet, digamos, más primitivo?
- Usaba el Ares (NdR: un software para descargar música), me metía en las disquerías, -Musicanova a full- y algún viaje a Buenos Aires a buscar allá. Pero mucho Internet: me la pasaba descargando música. También tenía amigos que traían los discos con los mp3. Las búsquedas las hacía por género, por ejemplo reggae. ¿Quiénes son los más influyentes? Bueno Bob Marley, The Wailers. Bueno rock alternativo… Nirvana, Pearl Jam. También bandas más clásicas tipo AC/DC y Zeppelin y música clásica también, Beethoven y Bach. También hacía búsquedas por regiones, y me daba cuenta de cómo el clima influía directamente en la música.
- ¿Cómo sería eso?
- Por ejemplo en toda la zona tropical no vas a encontrar grunge. En toda esa zona tenés playa y 24 grados todo el día. Es el trópico y hay sol y ‘alegría’. En cambio en ciudades de 4 horas de sol, tenés mucho más melancolía y estados más profundos, por decirlo de alguna manera.
- ¿Y vos acá en Santa Rosa cómo te encontrabas, por así decirlo?
- Claro, yo me preguntaba eso ¿Yo que soy? ¿Yo, Kevin? ¿Cómo me encuentro acá? Un adolescente en el medio del campo, en un pueblo mitad ciudad con un Internet que te permite explorar todos los estilos. Cuando terminé la secundaria no sabía qué hacer, y me quedé un año acá sin hacer prácticamente nada. Esto de tocar el bajo y hacer coros era como un hobby, y para mí no era obvio estudiar música. Yo entendía que tenía que tener una carrera para llevar adelante la vida económica que propone el sistema, que evidentemente no era música, y que tenía que ir a Córdoba o a Buenos Aires.
- ¿Y al final qué hiciste?
- Bueno, decidí irme a Buenos Aires a estudiar fotografía, y ahí es que empiezo a ir a festivales de música electrónica. En un evento sentí algo muy fuerte, y me emocioné de corazón con la música, o sea piel de gallina. ‘¡Qué poderosa esta música!’ me dije. Me hizo un click y pensé: ‘qué lindo sería estar del otro lado y regalar todas estas sensaciones a la gente’.
- ¿Cómo empezó ese camino?
- Bueno, yo nunca estudié, siempre fue autodidacta. O sea, siempre aprendí por internet.
- Pusiste en Youtube “¿Cómo ser DJ?”
- Si exacto (risas). Busqué ‘qué programas hay para pasar música’ y bueno, salió ‘Traktor’. Me lo bajé y empecé a mezclar y a producir por cuenta propia.
- ¿Qué les dijiste a tus viejos?
- Bueno, yo estaba estudiando fotografía y seguí porque me encantaba. El arte es una expresión que se puede plasmar a través del cine, la música, la pintura, un discurso o una poesía. Entonces como yo me estaba expresando a través de la fotografía me dije que me servía.
Poco después, cuando tenía 23 o 24 años, lo conocí a Simon Vourambon. El era DJ residente acá y ya hacía su propia música con Ableton (NdR: un software para crear música). Yo lo vi pasar música, nos presentaron y después empezamos a reunirnos como amigos. Fluyó todo muy naturalmente y empezamos a hacer remixes. Yo ya venía con propuestas e ideas, y tenía muy claro lo de la espiritualidad. El primer mix que hicimos fue ‘Ascension 2012’.
- ¿Qué música venías explorando en ese momento?
- Antes de irme a Buenos Aires yo ya había conocido la electrónica a través del trance. Me gustaba mucho la música melódica. Escuché Tiesto, Armin Van Buuren, y me gustó mucho. Paralelamente mi primo que estaba estudiando medicina llegó con dos compacteras y me enseñó a mezclar. También me mostró el progressive: Sasha, Digweed, Hernán Cattáneo, explicándome también la diferencia entre estilos.
Una vez, haciendo un barrido de frecuencias (NdR: una técnica utilizada en el procesamiento de audio para identificar y resaltar ciertas frecuencias en una señal) en mi habitación había un cajón de metal que vibraba. En un momento ecualizo el rango de herz que coincidía con esa vibración. Hice un ajuste con el ecualizador y cuando se dejó de emitir ese rango el cajón dejó de vibrar. Acá dije ‘Ah ok, o sea que cada rango de frecuencia resuena con cada parte de mi cuerpo también’. Entonces descubrí que habían rangos que vibraban más en el plexo solar, o en el corazón o en la cadera.
- ¿Cómo fuiste descubriendo eso?
- Por experiencia propia y experimentación. Encontré experimentos de científicos, como el de Masaru Emoto, que estudió las moléculas de agua y cómo se comportaba cuando la botella estaba frente al parlante mientras sonaba, por ejemplo, Imagine de Lennon o con heavy metal. Las figuras que se formaban de Imagine eran más armónicas, más conectadas con geometría sagrada, como la flor o la forma de los copitos de nieve. Y las otras eran el caos.
No es una creencia: es una obviedad, es algo concreto. No es ‘yo creo’ o ‘yo no creo’... no hay lugar a la duda en ese tipo de experimentos. Eso sucedió en una época donde empecé a meditar muchísimo y quería tener experiencias. Eran jornadas de meditación de muchas horas, hasta 5 horas. También tuve interés sobre la ascensión planetaria y el cambio de era.
- ¿Cómo interpretás tal evento?
- El planeta estaba atravesando un rango de frecuencia y hace un salto cuántico a una octava para arriba, menos denso y más conectado con la divinidad. Los Mayas tenían conocimiento de esto, y sobre las eras anteriores. Entonces ahora la humanidad empieza a actuar desde un sentir no tan denso.
- ¿Vos notás ese cambio en la sociedad?
- Progresivamente sí. Donde noto un cambio de conciencia muy grande es, por ejemplo, que dos generaciones para atrás era muy común pegarle a los niños con el cinto, algo así como una forma de ‘educar’. Hoy en día ya no pasa. Siento que está sucediendo un cambio de conciencia, donde hay menos violencia y más amor.
Otra cosa también que de a poco nos vamos dando cuenta es que el sistema educativo no funciona, y por eso se están buscando otras formas de educar, con pedagogías alternativas. Paralelamente hay otro vínculo con el tema de la salud, donde cada vez surgen más terapias alternativas.
- ¿Creés que existe una ideología detrás de la música electrónica?
- Yo creo que es conectar con el baile en un espacio común y bailar al unísono y en armonía.
- ¿Hay algo místico o espiritual detrás de esto?
- Creo que la música electrónica ‘dance’, enfocada en el baile, es una reunión de equis número de personas que tiene el propósito de conectar con ellos mismos y liberarse. Y ser ellos mismos a través del baile y de sentir lo que propone musicalmente el artista. Creo que es una versión actual de una música ancestral, esto de bailar hipnóticamente. Trascender la mente, a través de la música como un puente.
Siento que mi rol dentro de la música electrónica dance es la unificación del mundo holístico espiritual con la dance.
- Tipo rol chamán.
- Algo así. Porque estás realizando una especie de ceremonia donde la gente va a conectar con el ritmo, con sí mismo, con el baile y con el sentir que propone la música. La música tiene un poder muy fuerte en el campo emocional, en el mental y en el físico. De repente, alguien sale de un evento donde realmente sintió la música en su corazón, conectó con lo que estaba pasando y el entorno, en un contexto de armonía, compartiendo con sus amigos. Y la felicidad y la apertura del corazón es hermoso.
- ¿Cómo te ejercitás, por así decirlo, para concretar este enfoque?
- Soy una persona que medita prácticamente a diario. Siento la meditación como un medio, un puente entre el mundo de la no materia y la materia. Por eso se habla mucho de la armonía con el silencio y de trascender el juicio y el análisis mental continuo: una mente que analiza y juzga todo el tiempo desencadena una desconexión fuerte consigo mismo. Porque la conexión más fuerte que tenemos con nosotros mismos es con el sentir, mucho más cuando sentimos amor. La música es algo que se puede intencionar en infinitas formas. En mi caso la intención es con ese amor, con esa esencia que somos nosotros.
- ¿Qué tiene el género progressive que hace que haya más predisposición a lo sentimental, o digamos, al amor, que otros géneros?
- Yo siento que el progressive es un género que tiene más carga melódica que otros. Siempre fue más atmosférico, más galáctico o estelar. Algo más de las estrellas, digamos. Siento que actualmente la melodía tiene un componente que digamos te puede abrir el corazón.
Entrar en un viaje
“Desde mi punto de vista la música electrónica es entrar en un viaje, como entrar en un túnel. No estamos hablando de una canción de pop donde tenés estrofa, estribillo, estrofa, estrofa y estribillo, o las formulas clásicas. Acá hacés de cuenta que te subís a una nave y aparece un pulso. Lo seguís y van a ir apareciendo cosas que te van a traer diferentes sensaciones. Cuando empezás a escuchar electrónica no conectás al toque, pero cuando te das cuenta que ese bombo está pulsando para anclarte en el ritmo y proponerte un viaje… ahí es donde está la intriga. No conozco a ninguna persona que te diga ‘yo antes escuchaba música electrónica y ahora escucho otro género’. Siempre que alguien llega, escucha para toda la vida”.
* Colaborador
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