Jueves 28 de marzo 2024

Un adiós a los boliches de campo

Redacción 26/12/2021 - 00.01.hs

Boliches: Establecimiento comercial o industrial de poca importancia, especialmente el que se dedica al despacho y consumo de bebidas y comestibles.

 

Walter Cazenave *

 

La palabra "boliche", una constante en el habla cotidiana de los argentinos, es con ese sentido la octava acepción dentro del diccionario de la lengua. Pero por cierto que los boliches son significativos en nuestra cultura, ya sea a través de la literatura, la poesía o la historia, sea esta costumbrista o académica.

 

La toponimia, vigente, desaparecida u olvidada, nos brinda cantidad de ejemplos al respecto, a menudo remitidos a la época, lugar y circunstancias que les dieron. Esas condiciones se aprecian mayormente en lo que hacen a la historia, ya que los boliches, de campo especialmente, tuvieron una notable importancia en el surgimiento de la sociedad y cultura pampeanas. Sus espaciadas presencias se justificaban por la posibilidad de una "provista" lejos de los pueblos y antes de la vigencia del automóvil. Durante mucho tiempo los boliches territorianos fueron el lugar de socialización por excelencia; por un lado para surtirse de mercaderías indispensables pero además, en la mayoría de ellos, el sitio de "las copas" y algunas partidas de naipes.

 

Desaparecidos en su mayoría y trasformados en poblaciones unos pocos; varios de estos negocios se pueden reconocer como embriones de pueblos, a menudo en el Oeste de la provincia, frustrados después con la desaparición de los ríos.

 

La lista que aquí se presenta está muy lejos de ser exhaustiva, tanto en la nómina como en la condición, de allí que cualquier aporte es bienvenido.

 

Boliches en el Oeste.

 

En una publicación realizada por la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Victorica, en febrero de 1996, el señor Gustavo Marcelo Kenny hace un interesantísimo aporte al tema. Por su importancia el mismo se transcribe textualmente.

 

"En los datos oficiales históricos se toma como fecha de fundación y población de Victorica y su zona el año 1882; cuando llega el ejército nacional , pero ya existían en la zona pobladores y aún comerciantes 'bolicheros' diseminados por los campos aledaños.

 

El Ejército hace un relevamiento de esos establecimientos, pero les coloca a todos fechas posteriores a 1892. En esta especie de censo se anota el nombre del propietario del boliche, su ubicación y el capital aproximado con que cuenta cada uno de estos comerciantes, haciéndoles la expresa prohibición de vender cualquier mercadería a los indígenas.

 

Hasta esa época y después también se utilizaba el término trueque (vacas, caballos, cerdos, lana, pluma por yerba, tabaco, azúcar, etc.) Antes de continuar quiero hacer una aclaración. La palabra 'boliche' no era un término despectivo, como es actualmente, sino el nombre con que se conocían estos almacenes de campaña, que vendían o intercambiaban de todo un poco, por supuesto también bebidas alcohólicas.

 

En la zona nunca se usó el término 'pulpería', nombre acostumbrado en la provincia de Buenos Aires, y según afirman Justo P. Sáenz y otros autores costumbristas, pulpería era el nombre que se les daba a los negocios de campaña en la provincia de Buenos Aires. Acá fueron siempre 'boliches', sin connotaciones peyorativas.

 

Retomando el hilo del relato, paso a enumerar los distintos boliches existentes en la zona, antes de la llegada del ejército y censados por éste, como ya dije; el ejército registra que al 15 de enero de 1898 en el paraje denominado 'El Carro Quemado', se encuentra la casa de negocios del Sr. Melchor Crespo y este tiene en su boliche un capital aproximado a 1.000 $ m\n, con el ramo de almacén y expendio de bebidas.

 

Con fecha del 5 de diciembre de 1898, en el paraje denominado 'Loventué' tiene un boliche el señor. José Campo, con un capital de 1.400 $ m\n, de ramos generales y compra de hacienda

 

El origen de un nombre.

 

A pocas leguas de Victorica, calculo para el lado del campo llamado Lote III, había otro boliche, con la particularidad de que la esposa del dueño era negra o mulata. El boliche se llamaba 'La Morocha', y es así que cuando a estos campos los compra el señor Lernoud, mantiene el nombre y llama 'La Morocha' a su establecimiento. Se ha perdido o se desconoce el nombre del propietario y de su mujer, 'La Morocha' solo revive en el nombre de la estancia.

 

A unas leguas de Poitahué entre el campo de los señores Gallardo y el llamado El Mate, había otro boliche llamado 'El Pata Negro'. ¿Por qué este nombre? En esta zona de montes e incendios no es difícil ver un palo negro quemado, pero la verdadera razón no es esa, la realidad es que el dueño del boliche era mulato, muy alto y delgado, por eso los pobladores le dieron ese nombre.

 

Antes que Eduardo Lernoud comprara los campos donde está el paraje 'Ojos de Agua', existía allí otro boliche, propiedad del señor Carlos Horff, (¡qué notable este apellido!). Estaba situado a la vera de la rastrillada que va a Poitahué, que se conocía como camino de Las Víboras. El boliche de Horff se registra el 7 de julio de 1898.

 

Mucho más lejos de Victorica, en el paraje La Loma Redonda, se registra en el mismo año el boliche del señor Miguel De Fourgeres, con un capital de 6.000 $ m\n, y dedicado al mismo ramo que los anteriores. El hijo de este señor Fourgeres, fue el primer maestro que tuvo Telén, cuando se instaló la escuela nacional.

 

A no más de dos leguas del anterior, en el paraje 'Planicie de la Loma Negra', se registra otro boliche, propiedad de Antonio Calderón; en ese lugar había un manantial y pasaba la rastrillada que venía de Poitahué e iba a Curru Mahuida (Loma Negra) campo de los señores Cabal. También este boliche está registrado en 1898. Este negocio fue asaltado por lo menos en dos oportunidades; luego de esto se trasladó a no más de dos leguas al oeste, a un campo de su propiedad. Se cree que los asaltantes eran gauchos de la zona de San Luis; en ninguna parte se menciona que alguno de estos boliches fueran atacados por indios.

 

Terminado este breve comentario me queda un interrogante: si los contamos son siete boliches en una zona reducida de campaña, casualmente todos fundados en 1898. La pregunta es ¿a quién le vendían o compraban siete boliches a fines del siglo pasado? En la zona no había pueblo fundado y por ende no había pobladores registrados."

 

Tras el singular aporte del señor Kenny, se hace constar una enumeración de negocios similares, con los principales datos que se pudieron conseguir.

 

El Descanso (I).

 

El lugar todavía perdura en la memoria de los mayores y, medio siglo atrás llegó a figurar en la toponimia caminera del acceso a General Pico, de donde dista unos 10 km. En los comienzos del poblamiento de la ciudad norteña funcionó allí un típico negocio de la época, como muchos otros hoy prácticamente olvidado.

 

El Triángulo.

 

Sobre la ruta provincial 14, a unos pocos kilómetros de Toay. Todavía a fines de la década de 1930 era parada de arrieros y viajeros; parte de su actividad la debía a un campamento de Vialidad Nacional que se situaba enfrente por esos años. Al parecer el nombre se originaba en su ubicación, entre la actual ruta provincial 14 y el camino a Toay.

 

El 52.

 

Era punta de rieles del ferrocarril decauville que iba desde las salinas hasta la zona de depósitos, donde estaba el negocio, que había tomado su nombre del kilometraje entre los dos puntos. Edgar Morisoli alude a él sin nombrarlo en uno de sus hermosos poemas: "Y en el boliches de las salinas/ Si los chilotes querían farrear/ La verdulera de Kronenberger/ Molía coplas hasta aclarar".

 

Las Cuatro Aguas.

 

Se levantaba en el sitio de Calchahue, paradero famoso en la prehistoria regional. Tomaba su nombre de la forma particular que tenía la techumbre y, acaso, por la similitud fonética con el nombre indígena. En los inicios del poblamiento cristiano era estación en el camino de la galera que iba desde Santa Rosa a Victorica.

 

La Puma.

 

Sobre la actual ruta provincial 3. En sus días de esplendor era un emporio que proveía a los establecimientos rurales de los alrededores. Se surtía de mercaderías en los grandes almacenes de General Pico. Su decadencia comenzó en la década del sesenta del siglo pasado. Hoy lo testimonian sus ruinas junto al camino.

 

El Carbón.

 

Estaba ubicado en el bajo homónimo, al oeste de Santa Rosa. El escritor e investigador Omar Lobos señala que en el lugar fue muerto durante un tiroteo el bandolero Julio Cesar Crevani, "el Oriental". Su tumba la recuerdan algunos lugareños.

 

La Palo.

 

Este establecimiento funcionó en los suburbios de General Pico, aproximadamente hasta la década de 1970. Nombre tan singular se debió a que al remozar el frente con una mano de cal no alcanzó la pintura para borrar el nombre completo, que era La Paloma. El autor de esta nota da fe de la certidumbre de la historia.

 

La Biela Fundida.

 

Estaba ubicado en la zona de Vértiz y Speluzzi, en el norte provincial. Su nombre original -si lo tuvo- se vio cambiado por el que le adjudicaran los aficionados al automovilismo regional de aquellas "catangas", por entonces muy en boga y conducidas por nombres fundacionales de esa actividad en lo regional.

 

La Araña.

 

Sobre la ruta provincial 14 perduró hasta no hace demasiado tiempo y hoy lo recuerda solamente una arboleda. Que se sepa nunca se pudo averiguar el origen del curioso nombre, por más que fuera común en la literatura y el habla popular la expresión "Deme una caña, dijo la araña". La misma frase aparece en un antiguo "bordoneo" de autor anónimo. Juan Carlos Bustriazo Ortiz lo usa de "leit motiv" en uno de sus poemas.

 

El Destino.

 

Ubicado sobre la ruta provincial 10, acaso síntesis y expresión de la colonia agrícola homónima, que surgiera en la zona a mediados del siglo pasado. Todavía funciona como almacén y tiene la particularidad de ubicarse junto a lo que fuera el almacén del árabe José Peidón, cuyo asesinato -según Hugo Chumbita- diera origen a la popular expresión "Qué se sabe de la muerte del turco".

 

Lo de Schneider.

 

Era un pequeño almacén ubicado en el Bajo de la Pala, al noroeste de Santa Rosa, nominado con el apellido del propietario. Servía de abastecimiento a los hachadores de la zona y solía congregar mesa de truco y alguna guitarra los fines de semana.

 

La Razón.

 

En los mapas antiguos se lo ubica al sur de Santa Isabel, junto al río Chadileuvú y donde existía un vado que llevaba ese nombre. Al quedar sin agua el río y despoblarse la zona también desapareció. El nombre, tan singular, tal vez se deba a alguna circunstancia de comienzos del siglo pasado, como sugieren otras denominaciones en la provincia.

 

La Cautiva.

 

Parece obvio rastrear el nombre, que se remonta muy lejos en la historia pampeana. Se ubicaba sobre la orilla del río Chadileuvú, al borde de los bañados de la zona cercana al Gran Salitral. Al margen de su trascendencia local era conocido por haber sido asaltado por Bairoletto en una de sus incursiones. Hay información de que 10 o 15 años atrás, sus instalaciones (entre ellas la típica y antigua reja de pulpería) fueron desmanteladas y trasladadas por manos anónimas.

 

La Laguna (Guatraché).

 

Por lo que pudimos averiguar estaba en la zona aledaña a la cabecera oriental de la laguna de Guatraché. Era un paradero que con el tiempo adquirió mala fama por registrar misteriosas desapariciones de algunos viajeros en tránsito, por acción -según se decía- de la pareja que lo regenteaba. Habría funcionado allá por los años veinte del siglo pasado.

 

Santa Isabel-La Porteña.

 

Un caso particularísimo de trasposición toponímica. Eran dos casas de negocio ubicadas a pocos kilómetros una de la otra. Santa Isabel -así nominada porque ese era el nombre de la hija del propietario, un árabe-, estaba en cercanías del río Chadileuvú mientras que La Porteña lo hacía sobre las márgenes de uno de los brazos del Atuel. Lo curioso es que Santa Isabel, que desapareció primero, trasladó su nombre al otro lugar para concretarse en el pueblo hoy de todos conocido, mientras que La Porteña pasó a ser un negocio del poblado.

 

La Travesía.

 

Se lo denominaba así aunque no hay constancias que fuera el nombre oficial. Estaba en las soledades medanosas de La Pastoril y pertenecía a la familia Serraino. Tenía la particularidad de que un centenar de metros antes de la edificación había un cartel de Vialidad Nacional que -posiblemente según las ordenanzas camineras de la época- advertía el comienzo y el fin de una "zona urbanizada".

 

El Descanso (II).

 

Situado sobre la ruta provincial 10, entre Winifreda y Victorica, es uno de los pocos sobrevivientes a la época de auge de esos negocios. Lo regenteaba -y sigue haciéndolo- la familia Doys.

 

El Guanaco.

 

Este negocio (del cual apenas queda una pared en ruinas) es un claro ejemplo de la falta de perspectiva cultural de las autoridades. En principio porque el lugar es sitio histórico de al menos doscientos años, ya que allí hubo parlamentos entre indios y cristianos en el siglo XIX. Además se ubicaba junto a lo que fuera la rastrillada que iba desde Chile al Río de la Plata, que se pensara como camino interoceánico durante la época colonial. También durante muchos años fue atendido por don Bruno López, quien realizaba sus singulares artesanías -huesoesculturas- que merecieron comentarios de protagonistas de la cultura nacional y cuyas colecciones permanecen lamentablemente olvidadas hasta la actualidad.

 

Las Tres Muertes.

 

Esta referencia roza lo legendario. Es el lugar donde en lo que pretendía ser una fiesta, alrededor de un siglo atrás, se trasformó en una tragedia al morir casi simultáneamente tres personas, dos de ellas enfrentadas a tiros, y de allí el nombre. Hasta hace unos años campeaba bajo la forma musical de estilo en la memoria de los viejos pobladores y ha sido transitado por la literatura y la música regionales. Figura como material folklórico de la provincia. La memoria de ese suceso también se conoce bajo la denominación de "Erro, Simonti y Mendoza".

 

Agua Blanca.

 

Quedaba al noreste de la sierra de Lihué Calel y la cartografía todavía lo registra, aunque ahora como establecimiento rural. Fue muy conocido en ese entorno desértico, que un siglo atrás tenía actividad minera. El lugar también es recordado porque allí murió en una pelea Maximiano Santillán, quien sostuviera una famosa payada con Gabino Ezeiza en el entonces paraje de Cuchillo Co.

 

En el 24.

 

Conocidos genéricamente como "los boliches del lote 24" (por su ubicación catastral (Sección VII, Fracción B, Lote 24, al oeste de Luiggi) en sus inicios fue propiedad del español Manuel Longo. Estaba ubicado en un estratégico punto sobre rastrilladas que después fueron caminos y que servían al trasporte de los productos zonales por los carreros. Con los años al lugar se agregó una escuela, que lo generalizó como punto de reunión y esparcimiento. Otro español -Manuel Campoy- levantó frente al negocio original uno similar que a partir de 1939 regenteó Manuel Garro y obró como centro de abastecimiento zonal. Cerró sus puertas hacia 1960 y poco después lo hizo su competidor de enfrente.

 

Los olvidados.

 

Algunos de aquellos establecimientos solamente perduran en la memoria de los viejos pobladores o en la poesía. Tal el caso de Los olvidados, mentado en un poema de Edgar Morisoli quien, al ser preguntado sobre la ubicación, respondió que "estaba en las hachadas de Conhelo".

 

Una sin datos.

 

Este negocio en la zona norte del territorio, fue "una ignota pulpería ubicada en lo que es hoy cercanías de Ingeniero Luiggi. El propietario o regente del negocio era un criador llamado Tomás Suárez (...) pero no existe dato alguno que puntualice su historia".

 

"Lo de Acosta" en cambio es recordado especialmente -además de por su condición de negocio común a la época- por la amplia gama de distracciones que ofrecía: carreras cuadreras, juegos de naipe permitidos (y prohibidos), bochas, dados y reuniones bailables. En su dinámica influía también la cercanía de una escuela rural.

 

La Proveedora.

 

Fue uno de los más antiguos establecimientos del norte pampeano. El misionero franciscano Leonardo Herrera lo visita hacia la década de 1920 y por su crónica se deduce que estaba habitado por una o más familias, atribuyendo su propiedad a los señores Reynal y Pasando; hacia principios del siglo XX lo manejaba personal de la firma Angel Velaz y Cía. y después Esteban Bellini; en 1919 entró en quiebra. Mientras funcionó tuvo una particularidad -nada desdeñable- "tenían formada una tropa de carros con los que llevaban a Buenos Aires -en viaje de varios meses- los frutos del país acopiados, volviendo con mercaderías para el negocio".

 

El Descanso (III).

 

Estaba junto a una rastillada y funcionó al menos desde 1906 hasta la década del treinta. Lo regenteaba un español, y tenía funciones múltiples tales como carnicería, hospedaje y lugar de esparcimiento. En los ranchos de barro chorizo que lo constituían el propietario había cavado un sótano dedicados a la conservación de víveres, vinos especialmente.

 

Nota: las referencias de Acosta, La Proveedora, el Descanso y los negocios del lote 24 han sido tomadas del libro Ingeniero Luiggi y su gente. 1910-2010, del investigador norteño Juan Antonio Martín. Las referencias sobre El Triángulo se deben a Edgar Cuevas, antaño chofer de la Provincia.

 

* Colaborador

 

DESTACADO:

 

"Desaparecidos en su mayoría y trasformados en poblaciones unos pocos; varios de estos negocios se pueden reconocer como embriones de pueblos, a menudo en el Oeste de la provincia."

 

DESTACADO 2

 

"La palabra 'boliche' no era un término despectivo, como es actualmente, sino el nombre con que se conocían estos almacenes de campaña, que vendían o intercambiaban de todo un poco, por supuesto también bebidas alcohólicas."

 

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