Un Gabo de la frontera
Gabo Ferro pujando en el centro de la escena artística y del campo intelectual, venido de la frontera, así nos lo presenta el periodista Sergio Sánchez, uno de los autores de la biografía “Un tornado dulce”.
Sergio De Matteo *
A cuatro años de su fallecimiento aparece esta primera aproximación biográfica a Gabo Ferro, titulado Un tornado dulce. Un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro, cuya coautoría es de los periodistas Lalo Ugarte y Sergio Sánchez, con prólogo de Sergio Pujol, y publicado por Marea Editorial. Esta obra nos permite recorrer y conocer el proyecto artístico de Gabo, acercarnos a sus exploraciones y a los temas a los que se advocaba por medio de la investigación, la experiencial real y la recreación imaginativa. El título surge de la canción “Volver a volver”: “Me haré un tornado dulce, un perfume, una piel/ seré mi propia madre y así voy a aprender/ que irse es volver a volver”, del disco La primera noche del fantasma, que data de 2013.
El cantante de rock, compositor, cantautor, poeta, historiador y docente universitario Gabo Ferro estuvo en tres oportunidades en la provincia de La Pampa. La última fue en el año 2010, el 4 de diciembre, para presentar el disco El hambre y las ganas de comer, en el auditorio Juan Carlos Bustriazo Ortiz, del Centro Municipal de Cultura de Santa Rosa. Un año antes, el 5 de diciembre, había brindado un recital en la Casa Museo Olga Orozco de Toay, presentando su placa Boca arriba. Anteriormente, el 2 de diciembre de 2006, había participado en la “II Jornada Canto Quetral. La poesía de Juan Carlos Bustriazo Ortiz”, dedicada a difundir y analizar su obra con la participación de escritores y críticos de distintas partes del país y del exterior.
El intermediario para que Gabo Ferro recalara en el evento había sido el músico y poeta Gustavo Álvarez Núñez, quien confesara al autor de la nota, que Gabo leía con mucho interés a Bustriazo; así como “Palo” Pandolfo y Tom Lupo. También en aquella primera visita se llevó el Libro del Ghenpín, firmado por el autor, y cantó en el mítico bar Ángeles.
- El libro tiene un importante trabajo de investigación sobre archivos, diarios y revistas, muchísimas entrevistas, y se convierte, digamos, en un libro polifónico…
- Sí, es un libro, me parece, coral, totalmente polifónico. Y si lo ves con un poco de imaginación, o sea, pensando en las imágenes, hasta pareciera por momentos una especie de documental, donde aparecen escenas y hay gente hablando sobre Gabo. Una de las cosas más importantes que tiene el libro, además del trabajo de investigación, es el relevamiento de voces, de fuentes. Hicimos muchas entrevistas y eso se nota en la diversidad coral, donde de repente habla Rubén Szuchmacher o Abel Gilbert, actores, intelectuales, dramaturgos, como Emilio García Wehbi, performers, y también hablamos con Sergio Álvarez o con algún músico o artista vinculado con el under de los ‘80 o de los ‘90. Así que me parece que el libro tiene una diversidad de voces que van construyendo a Gabo, entre simple y complejo, erudito y salvaje. Un Gabo de la frontera. Un intelectual, pero a la vez proveniente de una clase trabajadora fabril, que había trabajado en el frigorífico, en Mataderos. Un Gabo, digamos, que tiene muchas aristas, muchas facetas.
- El libro muestra esas aristas en los diferentes capítulos, que son capas sobre capas, pero siempre hay un correlato experiencial con determinados elementos y conceptos que forman parte, justamente, del proyecto creativo de Gabo.
- El libro es una biografía cronológica, que se inicia a fines de los ‘80, todo su recorrido en los ’90, con Porco y Verbonautas. Y cada capítulo va sumando nuevas capas a este Gabo. Nosotros delimitamos también un quiebre importante en 2009, cuando él empieza a trabajar en obras de teatro, en performances. Es donde se enfatiza más el Gabo actor y su cuerpo; su cuerpo que es tan importante, sobre todo en los últimos diez años de artista; sobre todo de músico, donde cada vez se despojaba más de instrumentación y aparece sólo con su guitarra, con la fuerza de su corporalidad. Un cuerpo significante, realmente.
Vamos trabajando todo ese recorrido. Cómo pasa del pelilargo tocando hardcore en Porco, en un escenario, en un sótano, hasta tocar en un centro cultural como el Morán, solamente con la guitarra y generando un silencio. Su voz tenía muchos matices, pero le gustaba trabajar sobre el silencio.
En cada capítulo, con las diferentes voces con las que hemos hablado, se van sumando como capas de este Gabo que conocimos. Sabemos que es una biografía, un libro periodístico, y no es nada definitivo; se van a seguir escribiendo muchos más libros sobre Gabo porque su obra es inagotable. Esta es nuestra mirada y creo que en el libro se da cuenta de esa evolución como artista.
- Y es interesante el planteo porque en el título del libro se habla de vida-obra, con ese guión, uniendo y unificando la experiencia de Gabo Ferro.
- Sí, es una de las cosas que analizamos a la hora de pensar el libro. Nos interesaba retratar la obra pública de Gabo, su discurso público. Hicimos un relevamiento de todas sus entrevistas. Entonces trabajamos sobre su relato público y su obra editada: sus discos, sus ensayos históricos, su poesía, las puestas escénicas.
También trabajamos la obra hacia adentro. La obra va hablando de Gabo, un poco de su historia, de dónde viene, de esa frontera; porque era de Matadero. Es una frontera entre el conurbano y la ciudad de Buenos Aires, con todo lo que eso implica -padre socialista y madre peronista-, su voz andrógina, medio ambigua, a veces iba como mujer, a veces iba como varón. Había una hibridez, una cosa fronteriza en su obra como artista. Lo de vida-obra tiene que ver con eso, con hablar de la vida de Gabo, pero a través de su obra.
Una decisión periodística que tomamos al iniciar el libro, y en el transcurso, fue no meternos en su vida privada, en su vida íntima; sino trabajar sobre su obra y su discurso público. De hecho, no hablamos con familiares y tampoco con amigos íntimos que no hayan estado vinculados con su obra. En fin, fue una decisión trabajar sobre su obra artística, sobre su obra pública, teniendo en cuenta que también su obra hablaba del Gabo persona.
- En Un tornado dulce hay un correlato entre libro y disco, porque cuando vas leyendo el libro también se intertextualizan fragmentos de canciones y, a su vez, uno se puede acompañar con las canciones; además van recuperando diferentes entrevistas que refuerzan la relación entre la canción y la reflexión de Gabo.
- Sí, eso es muy claro. Gabo trabaja con muchos temas. Él siempre decía que trabajaba con tres temas básicamente: clase, raza y género. En los últimos años hablaba sobre amor/muerte o vida/muerte. La cuestión de género la comienza trabajando desde Canciones que un hombre no debería cantar, donde aparece también, por ejemplo, la canción “El amigo de mi padre”, donde habla de una relación homosexual, por decirlo de algún modo. Después termina con Su reflejo es el lobo del hombre, donde hay un tema que se llama “Cuerporeclamo”, donde habla de “Yo tengo un cuerpo, tengo un cuerporeclamo”; donde manifiesta la autopercepción de género, de que uno con su cuerpo puede ir de la manera que quiera, como hombre, como mujer, rompiendo esta idea binaria que existe. Una discusión que está en la agenda contemporánea, la de romper con la idea binaria.
En “Cuerporeclamo” trabaja esa idea, y la cuestión de género atraviesa toda su obra, también va evolucionando en su mirada. En sus últimos días se dedicó al disco Loca, con Edgardo González; en esa placa de tango recupera mujeres cancionistas de los años ‘20 y ‘30.
En todo su recorrido se puede ir pensando en los tiempos en que lo hizo; porque Gabo hablaba de todo esto mucho antes. Se adelantaba en sus canciones a proyectos o derechos que después el Estado reconocería, como matrimonio igualitario o la ley de identidad de género.
Por ejemplo, hay un disco que me parece que es muy particular en su obra, que es El lapsus del jinete ciego, de 2016, que es el disco más atravesado por la política coyuntural. Hay dos canciones que están directamente vinculadas con el ascenso o la llegada del macrismo al poder. Él estrena dos canciones en manifestaciones públicas en reclamo de la reincorporación de trabajadores del Ministerio de Cultura. “El beso urgente” y “La silla de pensar” son las dos canciones que presenta antes de que el disco se edite, y lo hace en apoyo a trabajadores del Estado.
Ese disco está muy atravesado, siempre con mucha metáfora, no de manera explícita, de la política contextual de ese momento. Si bien su disco está cargado de política, de política de género, de política de clase, en Todo lo sólido se desvanece en el aire está hablando del marxismo, básicamente, y de la industria cultural. La política siempre estuvo presente en la obra de Gabo y él siempre lo hizo explícito. Así que sí, canción y reflexión se juntan; por lo tanto, se puede ir sacando una foto del momento en cada disco, si se afila un poco la mirada.
- En Todo lo sólido se desvanece en el aire también hay alusiones a la canción militante, a la canción capitalista. Es interesante cuando explican la definición de mito y lo relacionan con Gabo, o la aplicación de la teoría del campo cultural de Bourdieu, porque esas lecturas aportan al recorrido que hacen sobre sus textos, canciones y libros.
- Hablamos de campo y de escena, porque nosotros consideramos que Gabo coincidió en el mismo campo, si se quiere, con muchos otros artistas de ese momento, con un conjunto de cancionistas como Pablo Dacal, Lucio Mantel, Tomi Lebrero, Pablo Grinjot, o Lisandro Aristimuño. Coincidió en un circuito musical donde ciertos medios de comunicación empezaron a mirar la canción rioplatense del 2004 para acá, después de Cromañón. Justo empezaron a surgir muchos discos acústicos, Flopa había publicado Minimal en 2003, por ejemplo, que fue un disco bisagra; Coiffeur también lanza un par de discos solo a guitarra y voz. Entonces coincide con una escena desenchufada, acústica, con el eje en la canción, además comparten algunos espacios con esos artistas.
De hecho, hay un disco que lo produjo Mariano “Lalo” Ugarte, coautor del libro, que es Por Algo Será. Música x Derechos Humanos, un disco 2010, donde invitaron a músicos para hacer el recorrido por la ex Esma, para que vieran lo que había pasado en la dictadura, y a partir de la visita se inspiraran en canciones. Algunos cedieron canciones y otros compusieron nuevas, vinculadas con los Derechos Humanos. Gabo coincidió en algunas obras con esos artistas; también integra el libro Cancionistas del Río de la Plata (2011), de Martin Graziano.
Gabo decía “que desconfiaba de ciertos colectivos o asociaciones”, debido a que le borraban la voz, de alguna manera, a los participantes. Él estaba muy interesado en hacer su propia canción, en su propio decir, y en poder romper con la voz. Poder romper con lo que él decía, incomodar con su obra. Sentía que sus contemporáneos no estaban en la misma sintonía. Además, estamos hablando de una generación que a comienzos del 2004 o del 2005 tenían veintipico de años, en el caso de Aristimuño, de Lucio Mantel, Tomi Lebrero y demás; cuando Gabo tenía 40, él ya había hecho un recorrido en la década. Venía de los últimos días del Parakultural, de Porco, donde trabajaron mucho la cuestión de la “sangre” en un contexto de HIV, del menemismo. Era una persona grande, que había transitado mucho con sólo 40 años de edad, y no se sentía en diálogo poético y estético con esa generación. Aunque sí, por supuesto, compartieron a un circuito; pero él rápidamente tomó distancia. Él compartió algunos proyectos o algún ciclo con algunos de esos artistas.
- Gabo plantea que el arte es una herramienta de transformación social. En el libro se destacan los procesos en los que interviene; Aristimuño, Virginia Innocenti, o Pablo Ramos, donde se observa también la cocina del escritor y de la composición.
- Sí, él logró tener un vínculo fuerte con esas personas. Virginia lo acompañaba en algunos eventos. Cuando presentaba Recetario panorámico elemental, fantástico y neumático, ella leía algunos textos. También lo puso en contacto con gente del mundo del teatro.
Con Lisandro, en un momento también compartieron ideas, se mostraron sus discos, se ayudaban en cuestiones vinculadas con la autogestión. Estéticamente sus obras son totalmente distintas, pero tiene muchas cosas en común. Ambos fueron como punta de lanza de una canción pos Cromañón; porque fueron dos artistas que mostraron una faceta original, con sus diferencias, encontraron una voz propia. Trabajaron mucho la idea de la autogestión y de la autoedición, casi como una bandera política. Ambos crearon un sello propio, Gabo creará Costurera Carpintero, y Lisandro hará Viento Azul.
En el caso de Pablo Ramos, si fue una dupla creativa muy fructífera. Son coautores del disco El hambre y las ganas de comer. Como sabemos, Pablo Ramos es escritor. Cuando estaba haciendo una residencia en Berlín le mandaba e-mails a Gabo, que los convertía en canciones, le ponía la música. Gabo en ese momento tenía editados como cuatro discos solistas, pero todos tenían solamente composiciones suyas, tanto en letra como en música. En consecuencia, fue todo un desafío ponerles música a las letras de otro. Él lo vivía como las duplas compositivas del tango, tipo Gardel y Le Pera, la gran dupla histórica del tango, donde uno escribe la letra y otro compone la música. En el disco no se sabe bien quién escribió la letra y la música; parece que una sola persona hubiera escrito y cantado todo.
Hicieron una buena dupla. Pablo tiene también una pluma de frontera periférica. Él es de Sarandí, de la zona de Avellaneda, del conurbano bonaerense. También viene de familia trabajadora, peronista. Gabo no era peronista, pero, obviamente, tenía conciencia de clase, digamos, de clase trabajadora; tenía más ideas de la izquierda. Con Pablo compartían esa cosa de la “frontera”, esa cosa bien monstruosa.
Gabo abordó mucho la tristeza y el dolor en su música. A la muerte también la trabajó mucho. Pablo Ramos tiene un libro que se llama El origen de la tristeza. Hay un diálogo entre ellos, la de trabajar con poéticas no canónicas. Gabo hablaba de la no belleza, de ocuparse del dolor, de la tristeza, del miedo, de incomodar con la voz, de sacar los arreglos, de no hacer introducciones en las canciones. Crear otro tipo de arte, otra cosa, no desde la canción estandarizada.
* Colaborador
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