Estrenan “Vinci” en el Espacio Incaa
A los 93 años, el escultor Leo Vinci tiene varios sueños pendientes: uno es atacar el bloque de mármol que lo espera en el patio; quiere enfrentarlo cuerpo a cuerpo, como los luchadores de sumo. También sueña con volver a acampar frente al mar, donde las formas de la naturaleza le insuflan nuevos sentidos. Mientras tanto, en su taller moldea, suelda, construye máquinas, recibe a sus fantasmas.
Entre la observación poética y el retrato cinematográfico, el film se sumerge en un mundo en el que el hacer se transforma en ritual, en obsesión creativa, en resistencia. Y nos ofrece una idea revolucionaria: bastan dos manos para cambiar las cosas.
“Vinci” se proyectará en Espacio Incaa de nuestra ciudad, ubicado en Quintana 172, este jueves, el domingo 25 y el miércoles 28 de agosto, siempre a las 19.30 horas.
- ¿Cómo surgió este proyecto y por qué elegiste mostrar el trabajo de Leo?
- Llegué a Leo Vinci de un modo bastante azaroso, en el año 2019. Conocí a Leo a través de su hijo Pablo, con quien trabajo cada tanto, colaboró en mi película anterior, en “Miró, las huellas del olvido”. Un día Pablo, que es escritor, me pidió si podía hacer unas fotos para un taller literario que iba a dar y la sede iba a ser la casa taller de su padre. La casa en la que viven Leo y Marina, su mujer, es una vieja panadería del siglo XIX, reambientada en taller, casa de artista y es como entrar a otra dimensión, totalmente atemporal, sumamente interesante. Me encontré con un personaje, una especie de Gepetto colgado de los andamios, que a sus hoy 93 años sigue martillando el bronce, el mármol, trabajando la arcilla, la madera, la piedra, y todo el tiempo como en la búsqueda de un concepto y con esta sensación de que no está trabajando sino que está jugando, pero jugando como juegan los chicos, con un grado de compromiso y concentración con el trabajo que no ve que el tiempo pase. Y esa idea del tiempo y también de conectar ciertas cosas de la infancia con la vejez y esta necesidad de seguir creando algo nuevo cada día, ahí vi el germen de una película. Me llevó bastante tiempo concretarla porque al medio pasó la pandemia, Leo es una persona mayor, había que adaptarse a sus tiempos, pero creo que finalmente esta película, que en realidad concentra sobre todo los pensamientos y el imaginario de un artista a sus 93 años, tiene un montón de cosas para brindarle al espectador.
- ¿Con qué se va a encontrar el público que vea el documental?
- Creo que se van a encontrar con una película totalmente vital, van a salir con muchísimas ganas de hacer cosas, de no rendirse ante los obstáculos que nos muestra el presente y que pese a todo vale la pena seguir apostando a la creación y a creer en el otro.
- ¿Cómo fue tu experiencia como directora?
- Para mí trabajar con él fue una hermosa experiencia. Yo venía de hacer películas mucho más complejas a la hora del diseño de producción y tenía ganas de hacer una película en la cual pudiera volver a los orígenes de mi vínculo con el documental. Ese de tener mucho tiempo para convivir con el protagonista y poder meterme en pliegues mucho más sutiles de su existencia y de las cosas que van surgiendo cuando ya el otro está completamente olvidado de que hay una cámara registrándolo. Al comienzo fue filmarlo mucho trabajando. Leo es de otra generación entonces tenía un concepto muy tradicional de lo que era el documental y yo intentaba todo el tiempo llevarlo hacia otros lugares, donde dejara fluir ciertas cosas en situaciones menos evidentes y la película fue dando un montón de sorpresas en ese sentido. Son como joyitas que aparecen cada tanto en esa espera del realizador con la cámara. Y se fue transformando también en una película que habla sobre el amor porque tomé conciencia de que, para que Leo estuviera tan bien y siguiera trabajando con tanta energía, parte de ese sostén tenía que ver con su vínculo amoroso con Marina Dogliotti, que es su compañera desde hace más de 30 años. Se complementan hermosamente y se sostienen mutuamente. Así que también va de eso la película, de cómo sostener juntos un presente y poder vivir en ese universo construido por los afectos y por las cosas que van a quedar cuando ellos ya no estén.
Premiado.
La filmación del documental duró dos años, con un equipo reducido para que fuera de la mayor intimidad posible. “Luego edité la película con la ayuda de una gran montagista que se llama Alejandra Almirón. Después trabajé el sonido con otra mujer muy talentosa, Julia Castro. Somos muchas mujeres en la película. Está Nadia Martínez en la producción ejecutiva, Belén Noceti en todo lo que fue el acompañamiento y sonido directo, Ada Frontini en el color y la música original es del violinista Pablo Agri”, detalló González. “Se hizo una posproducción de imagen y sonido muy rigurosa que hizo que la película tuviera un premio a la posproducción de sonido en el Festival La Mujer y el Cine del 2023. Estrenamos en el Bafici 2024, estuvimos 9 semanas consecutivas en salas de cine en Buenos Aires, las primeras semanas fueron con lleno absoluto en el Cine Arte Cacodelphia, lo cual fue una satisfacción enorme y creo que parte del éxito tenía que ver con que después de cada proyección estábamos con Leo Vinci y Marina Dogliotti charlando con el público; algo que me hubiese encantado poder reproducir en Santa Rosa pero que por cuestiones de índole económica no lo pudimos concretar. Sí se va a concretar en General Pico donde si todo sale bien en unas semanas vamos a estar presentando la película incluso con Leo y Marina”, adelantó la directora.
Franca, como cada vez que da una entrevista a LA ARENA, destacó la satisfacción que le genera presentar sus películas en La Pampa. “Es muy importante para mí poder mostrar mis películas en mi tierra, en mi lugar de origen. Me hubiese encantado estar en Santa Rosa, espero que luego de ver la película, quienes vayan se comuniquen y me envíen sus comentarios”.
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