Martes 13 de mayo 2025

«Batman» Racca, exbasquetbolista que tomó el lugar de Campana y le pasó la posta a Ginóbili

Redaccion 26/08/2020 - 08.42.hs

La única camiseta que queda es la ’13’. Los mini de Pico FBC eligen sus números y sólo sobra la de ‘la mala suerte’. El pequeño Jorge, flaquito y tímido, observa el comportamiento de sus nuevos compañeros y apenas se anima a levantar la mano. Está por afrontar su primer partido como basquetbolista y le toca la musculosa que el resto descarta. No lo duda. Se la calza en silencio y, sin saberlo, se pone un traje que lo identificará y lo acompañará el resto de su carrera.
Medido para hacer declaraciones, siempre respetuoso y con un perfil bajísimo fuera de las canchas, Jorge Oscar Racca encuentra en esa camiseta ’13’ la capa que le permite volar a la hora de jugar, que lo transforma en un lanzador letal y lo posiciona como uno de los más destacados en los dorados ’90 del básquet argentino.
Campeón y MVP de Liga Nacional, medalla de oro en Juegos Panamericanos de mayores, protagonista de un Juego Olímpico y con una extensa carrera en Europa, el piquense ya era «Batman» mucho antes de que así lo bautizaran en la Selección nacional. Lo era desde aquel día en el que le alcanzaron la ’13’. Solo faltaba que, como cualquier superhéroe, comenzara a descubrir sus propios poderes.

 

Los 20 y las zapatillas.
«En mis inicios en Pico FBC hice varios deportes; probé con natación, me gustaba el fútbol y también corrí alguna carrera de ciclismo. A los 10 años más o menos empecé con el básquet, pero seguía con el fútbol y no me decidía. Hasta que una vez el técnico de fútbol, que era ‘Mate’ Gómez, me llamó a un costado y me dijo que me dedicara al básquet porque me veía más condiciones como basquetbolista. Y ahí arranqué mi carrera», recuerda hoy Jorge Racca, a los 48 años.
Desde La Coruña, España, y a punto de partir hacia Canarias, su otro lugar en el mundo, uno de los mejores deportistas de La Pampa de todos los tiempos repasa junto a LA CHUECA sus inicios en General Pico y remarca aquella anécdota de la camiseta ’13’ que luego lo identificaría. «Era mi primer partido; sobraba una camiseta solamente, la de la mala suerte, levanté la mano y me la dieron a mí», cuenta con una sonrisa, y enseguida la vincula con otra de esas historias de niño que nunca se olvidan aunque queden tapadas por medallas de todos los colores.
«Ahí empezó mi carrera de mini, que no fue fácil. Recuerdo que en el primer año de competición no pasaba los 10 puntos, me costaba mucho. Y mi padre, que me acompañaba siempre, me prometió que si en mi segundo año superaba los 20 puntos, me compraba las zapatillas Topper que en ese momento eran las codiciadas por todos», revela.
«Yo jugaba con unas zapatillas de menor ‘nivel’, entonces en el verano me puse a entrenar fuerte para obligar a mi padre a cumplir la promesa. Entrené todo el verano y en el primer partido de ese año hice 22 puntos… Y miré a mi papá, que estaba en la platea y me tuvo que comprar las zapatillas», recuerda con el mismo cariño con el que evoca sus grandes noches en la Liga Nacional.
– ¿Es cierto que en tus épocas de formativas, cuando defendías la camiseta de La Pampa, tenías un duelo especial con Gabriel Cocha, el chubutense que también llegaría al profesionalismo? ¿Y que prácticamente era un uno contra uno?
– Sí, a medida que fui creciendo empecé a ser convocado por los seleccionados de La Pampa y con Cocha era un duelo siempre. Recuerdo algún amistoso en Santa Rosa y especialmente un Patagónico, creo que de cadetes, que se jugó en Pico y en el que nos enfrentamos con Cocha. Nosotros salimos campeones y al día siguiente viajamos los dos juntos a la Selección Argentina. Y al mes siguiente nos consagramos juntos campeones Sudamericanos en Paraguay, en el ’88.
– Fue tu comienzo en los seleccionados…
– Claro, y al mes siguiente Alberto Finger, que era entrenador de la selección y oriundo de Metileo, me citó para las Juveniles aunque yo daba dos años de ventaja. Y logramos en Jujuy el Sudamericano en Juveniles. Fue un buen inicio en los seleccionados porque en los dos torneos (el de cadetes y juveniles) salimos campeones y fui goleador.

 

El lugar de Campana.
Racca se fue convirtiendo, en silencio, en un jugador completo. Un alero con una importante participación defensiva, buen asistidor y con altos porcentajes de cancha. Y con una capacidad de lanzamiento a distancia increíble. Ese era su súper poder, el que hacía temblar a todos los rivales cuando el flaco de La Pampa armaba el tiro desde más allá de la línea de triples.
En el Decano que lo vio nacer, jugando torneos de ascenso, aprendió a utilizar su arma letal; en sus primeros pasos en la Liga Nacional la perfeccionó y, a mediados los ’90, la utilizó para tocar el cielo en el ámbito argentino y sudamericano, y para llegar con la Selección a la máxima cita del deporte mundial.
«A fines de los 80, cuando era juvenil, integré varios equipos de Pico que eran muy competitivos. Jugamos los patagónicos, la Liga C y ascendimos a la B. Esa era una Liga muy competitiva en la que dos o tres veces estuvimos para ascender a la A. Recuerdo especialmente una serie contra Boca en la que quedamos en la puerta del ascenso con una pelota que fallé yo… Y otra vez en un quinto partido con Vélez. Fueron finales muy ajustadas y no logramos el ascenso, pero sirvieron para consolidar al equipo», explica Racca sobre sus inicios profesionales en Pico FBC, club que dejó en 1991 para saltar a la máxima categoría del básquet argentino.
«Como estaba en la Selección, los técnicos querían que tuviera roce en la A, y para conseguirlo me fui a Regatas (de San Nicolás), y después a Boca. Fueron años de transición, que utilicé para aprender y para rozarme con los grandes de la Liga Nacional. Era una Liga muy fuerte porque en ese tiempo estaban casi todos los jugadores argentinos y además venían americanos muy buenos», añade al referirse a aquellos primeros pasos en la elite nacional.
Lo mejor estaba por llegar. De cara a la temporada 1994/95, que quedó en la memoria de todos los pampeanos porque fue la de la consagración de Independiente de Pico, el hijo más famoso de esa ciudad, formado en la otra vereda, se calzaba la 13 de Olimpia de Venado Tuerto, un equipo con altas aspiraciones en la Liga Nacional.
«El primer año jugamos las finales; unos play offs durísimos», recuerda Racca. «Le ganamos a Atenas, que tenía un equipazo, y perdimos la final (justamente contra Independiente). Yo era el suplente del Pichi (Héctor) Campana y me dieron el premio al mejor sexto hombre de la Liga», agrega el pampeano, que empezaba a crecer a la sombra de quien en ese momento era considerado por muchos como el mejor basquetbolista del país.
«Al año siguiente el Pichi se fue y yo quedé a cargo de esa ofensiva. Era un hueco difícil de llenar, pero asumí la responsabilidad y terminé siendo campeón Sudamericano en Brasil y de la Liga en Argentina», cuenta Racca, que metió el triple decisivo ante Corinthians para ganar la corona continental de clubes y que fue elegido como el Jugador Más Valioso (MVP) de la Liga Nacional 96/97 que su Olimpia obtuvo tras superar en las finales (también fue el MVP de la definición) a Atenas.
«Fueron dos o tres años muy buenos en lo personal y colectivo. Yo estaba muy bien físicamente, en plenitud y alcanzando el nivel para el que me había preparado tanto tiempo», sentencia Batman, apodo que para ese tiempo ya lo acompañaba luego de una oportuna ocurrencia de Guillermo Vecchio.

 

La posta para Manu.
Jorge Racca jugó diez años en los diferentes seleccionados argentinos. Ganó los títulos sudamericanos de cadetes y juveniles en 1988 y los Juegos Panamericanos de 1995, además de participar de un Mundial de mayores (Canadá 94) y uno de juveniles (1992), y coronar su carrera con la presencia en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96.
Con la ’13’ celeste y blanca, el alero piquense le metió triples a las grandes potencias mundiales y se enfrentó con los mejores jugadores de la época, incluyendo a los integrantes del ‘Dream Team II’, el seleccionado NBA de Estados Unidos que continuó con el legado del ‘Equipo de los Sueños’ original, aquel que brillara en Barcelona ’92 con Michael Jordan, Magic Johnson y Larry Bird.
«La camada nuestra fue a plantar batalla en la época dorada del básquet. Enfrentamos a Shaquille (O’Neal), (Scottie) Pippen, (Arvydas) Sabonis, (Toni) Kukoc, Piculín Ortiz, Jerome Mincy… Enfrentamos a muchas selecciones con muchas estrellas, y a los Dream Team que eran equipos de miedo, que eran imbatibles», remarca Racca, y aclara que años después «los Dream Team ya no fueron los mismos porque muchas de las súper estrellas dejaron de ir» a la Selección estadounidense.
«Tuve la suerte de jugar contra esos monstruos del básquet. Es cierto que conseguir un resultado era difícil, pero quién te quitaba la experiencia de jugar contra Pippen, (Charles) Barkley o (Hakeem) Olajuwon», destaca.
– En la previa del Mundial de Grecia 1998 el técnico Julio Lamas tuvo que elegir entre un experimentado y consagrado Racca y un joven Emanuel Ginóbili, que terminó tomando tu posta. ¿Qué recordás de aquella situación, que marcó tu cierre con la Selección?
– En ese año había conseguido el pasaporte comunitario para ir a Europa (su primer destino fue el Gran Canaria de España) y no venía de tener un buen año en la Liga Nacional (la 97/98 la jugó para Quilmes de Mar del Plata) porque arrastraba una tendinitis que me permitió jugar solo la mitad de la temporada. No tuve un buen año y llegué a esa Selección conciente que era difícil conseguir un lugar entre los 12 para ir al Mundial. Además, Manu venía muy bien desde abajo y yo prácticamente ya estaba mentalizado que iba a ir él, porque se lo veía que venía con mucha fuerza. El día que me comunican que me cortaban y que iba a Manu (10 de julio de 1998), me acerqué y le deseé mucha suerte. Y a Julio (Lamas, el entrenador) le hablé de la experiencia que había recogido en los años anteriores y quedó muy bien la relación. Fueron los inicios de Manu en la Selección mayor.
– Fueron también los cimientos de la Generación Dorada… ¿Qué les faltó a ustedes para dar ese salto?
– La Generación Dorada tiene mérito propio por todo lo que lograron a nivel internacional, y nosotros jugamos en una Liga Nacional muy competitiva cuando estuvieron todos los jugadores argentinos y los mejores americanos en el país. Con Olimpia, por ejemplo, jugamos una Intercontinental contra el Panathinaikos, con Montecchia lesionado y yo volviendo de los JJ.OO., y le ganamos en Rosario y perdimos en Grecia por 8. Era un equipo nacional que competía contra cualquiera de Europa de igual a igual. La Generación Dorada, en cambio, además de ser jóvenes y talentosos, aprovecharon el roce en los clubes de Europa que nosotros no habíamos tenido. A nuestra camada le faltó el roce internacional que tuvo la Generación Dorada.

 

El retiro.
Con su etapa de la Selección argentina cerrada, el mejor basquetbolista pampeano de la historia inició su paso por Europa en el Gran Canaria español y logró destacarse en la Liga ACB, una de las más importantes del mundo luego de la NBA.
«En el primer año (98/99) me costó y en el segundo me consolidé. Tuve una temporada muy buena; me eligieron el ‘Bosman player’ (mejor jugador comunitario) y estuve en el Juego de las Estrellas con 12 jugadores de la ACB para jugar contra la Selección de España, en la que debutaban (Paul) Gasol y la Bomba Navarro», recuerda.
El salto al Paok Salónica de Grecia para jugar la Euroliga («fuimos competitivos») se vio afectado por la enfermedad de su madre, que derivó en un retiro momentáneo de más de un año, y que se interrumpiría con un breve paso por su Pico FBC y la vuelta a España para jugar en el Breogán de Lugo y el Tenerife. «Mi último año fue en Italia (Reggio Calabria) y a los 33 o 34 años dejé de jugar porque ya estaba cansado», cuenta Racca.
«Formé familia en España (con Kely, su esposa, tienen dos hijos: Agustín y Esther) y desde 2007 vivo acá, aunque cada cuatro o cinco meses viajo a Pico a visitar familia, amigos y por los emprendimientos (hotelería y agropecuarios), que también tengo acá», cierra Batman desde España, el lugar que eligió para guardar el traje de superhéroe con el Nº 13.

 

Entre la promesa a mamá y el retiro
En su contacto con LA CHUECA desde España, Jorge Racca recordó a la figura de su madre María Ester para vincular lo que fue su comienzo «profesional» como basquetbolista y su retiro de la actividad. «Como detalle fundamental, cuando pasa el tiempo y uno hace la recopilación de su vida y de su carrera deportiva, pienso que hay dos cabos para unir», relató el ex alero.
«Cuando tenía 14 o 15 años e iba al Industrial en Pico, mi madre quería que estudiara y yo le había dicho que quería jugar al básquet. Un día, ella me sentó y me dijo: ‘O estudiás o tomás el básquet con total seriedad’. Y yo le prometí que desde ese día lo iba a tomar en serio», confió Racca haciendo referencia a aquellos tiempos en los que empezaba a destacarse en Pico FBC.
«Me acuerdo que mi madre me miró fijo y me dio su apoyo, y a partir de ahí empecé a entrenar con todo, a tomarlo con total responsabilidad, porque además ya era el primer año como profesional jugando la Liga B», cuenta quien fue uno de los grandes tripleros de la Liga Nacional. «Siempre tomé al básquet como un deporte, pero desde ese día también lo tomé con mucho profesionalismo», añadió, para darle paso al otro cabo unido por su madre.
«Muchos años después, cuando estaba en la plenitud de mi carrera en Grecia, con un contrato muy bueno (en Paok Salónica), jugando Euroliga y con gran proyección europea, mi madre enfermó y estuvimos durante varios meses (haciendo un tratamiento) viajando a Santa Rosa. Cuando fallece mi madre (el 1 de febrero de 2002), fue un poco como que mi carrera se terminó», confesó.
«La verdad es que lo sentí así. Volví a jugar (un año y medio después), pero ya no fui el mismo de antes. Ya no tenía a quién demostrarle que lo que había prometido lo estaba cumpliendo…. Por eso jugué dos o tres años más y me retiré definitivamente», concluyó.

 

Las dos grandes fiestas
Torneos sudamericanos, panamericanos y mundiales formaron parte de la trayectoria de Jorge Racca en la Selección nacional de básquet, tanto en mayores como en las diferentes categorías juveniles.
Las dos grandes «fiestas» fueron los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 95, en los que Argentina obtuvo la primera medalla de oro de su historia, y los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, a los que el equipo nacional se clasificó luego de 44 años sin competencias olímpicas.
«Los Panamericanos del 95 fueron una fiesta para todos. Parábamos en Chapadmalal y lo vivimos muy intensamente porque jugábamos todos los partidos a cancha llena», recordó ayer Racca desde España. «La final fue con Estados Unidos; un partido parejo y cerrado que destrabamos en los últimos minutos con dos puntos de Esteban De La Fuente», añadió el alero pampeano.
«Y los Juegos Olímpicos también fueron una fiesta. Habíamos clasificado en el Preolímpico de Neuquén jugando ante grandes selecciones como Brasil y Puerto Rico, y en Atlanta nos tocó debutar contra el Dream Team con todas las figuras», repasó sobre la máxima cita del deporte mundial.
«Fuimos un poco irregulares en el torneo (Argentina terminó novena), pero le jugamos a todos de igual a igual y le ganamos a Lituania, que era una potencia y tenía a (Arvydas) Sabonis», agregó.
«También recuerdo la ceremonia inaugural, con Muhammad Alí encendiendo la antorcha; con 100 mil personas en el estadio. Ese desfile de la delegación es algo inolvidable», cerró.

 

'
'